Encuentro con Dios

En el artículo de OGC titulado Encuentro, memoria, esperanza  el autor escribe:
La existencia cristiana está determinada por tres realidades que la constituyen y que como principios fundantes le dan origen, la mantienen en el presente y la abren al
futuro. Ellas son el encuentro, la memoria y la esperanza.

Esta existencia comienza con el conocimiento y el encuentro con Dios. Un encuentro que se da en el tiempo finito del hombre, abriendo a lo eterno,  al Misterio, rompiendo la temporalidad, y haciéndose preguntas. El hombre en un tiempo y lugar concreto, en la historia llega al Absoluto.
El hombre busca a Dios, pero cuando lo ha encontrado sabe que es Dios quien lo ha encontrado como le sucedió a San Pablo camino de Damasco. La historia de la salvación está llena de encuentros de Dios y los hombres.
Y con Jesucristo esta llamada se ha hecho palpable:

Jesús es un hombre concreto de la historia concreta, nacido de una mujer concreta en una tierra concreta, durante un tiempo concreto. Es un galileo, nacido de María de Nazaret, que vive en el entorno del lago de Tiberiades se acerca a Jerusalén como patria del judaísmo en la que tiene que acreditar su mensaje religioso ante las autoridades, donde es apresado y finalmente condenado a muerte como resultado de una colaboración  entre el Sanedrín judío y el prefecto romano Poncio Pilato. Y en medio de eso y por eso es la «Persona Veritatis», aquél en quien la Verdad es persona, tiene nombre, rostro e historia.

Jesús es  hombre y Dios, es la suprema posibilidad  de nuestra humanidad y promoción de lo humano porque es la encarnación de Dios y en él los hombres han encontrado a Dios y en  él Dios nos encuentra.
La salvación solo puede ser resultado de la comunicación absoluta, incondicional y definitiva del Absoluto al Hombre, es decir,  sólo puede ser Dios para el hombre en el hombre para que pueda ser recibida como real.“El encuentro con Dios en Cristo funda la fe. Ella se constituye en primer lugar en palanca de memoria histórica y luego después en palanca de memoria metafísica. Al encontrarse el hombre con Dios y consigo mismo en Cristo sabe quién es: cuál es su origen y cuál su destinación”.
La historia es fuente de memoria porque remite al origen fundante, convirtiéndose en trampolín de la metafísica, la antropología y la teología.
El encuentro con Cristo hace posible una historia nueva porque El presente es posible como lugar de verdad y plenitud porque en él convergen la memoria y la esperanza. Y la vida humana es sana cuando esos tres tiempos tienen cada uno su autonomía y los tres se articulan entre sí: amor del presente, memoria del pasado, esperanza en el futuro.
Encuentro, memoria y esperanza, son por consiguiente las determinaciones, previas en un sentido y consiguiente en otro, de ese don total que mediante las virtudes teologales Dios hace de si mismo al hombre, concediéndolo ver con sus ojos (fe), amarse a sí mismo acogiéndolo a él gratuita e incondicionalmente (caridad), abrirse al futuro no como presa que podamos conquistar o arrebatar sino como Don absoluto, explicitado como reconciliación  y afirmación  perennes del hombre, en su carne y en su espíritu, es decir como el que fue en temporalidad a la vez que en eternidad (esperanza).




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