Lutero, Erasmo e Ignacio

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Olegario  González de Cardedal, La reforma católica en Cuenta y Razón 115 (2000)



Primera explosión de tres volcanes en España: Lutero, Erasmo e Ignacio. 
Sitúen este momento histórico, en cuanto a aparición pública se refiere, en 1517-1526.

En 1517-1519, Carlos V Emperador. 
En 1517 se publica la Políglota Complutense
En 1518, encuentro teológico entre el Cardenal Cayetano y Lutero en Augsburgo. 
En 1520 están las obras claves de Lutero. 
En 1520 la bula del Papa, amenazándole con la excomunión. 
El 10 de diciembre de 1520 Lutero la quema públicamente. 
El 3 de enero de 1521 es, finalmente, la excomunión. 

Este hecho de la excomunión del Papa junto con la condena del Emperador cierra este primer momento de la Reforma.


 Es el momento donde si se hubiera situado lo que fue el Concilio de Trento, toda la historia de Europa habría variado.
 Si el decreto de la justificación se hubiera publicado en el Concilio Lateranense V, 1513-1517, y no en el Concilio de Trento, ni el luteranismo hubiese sido necesario ni la historia espiritual de Europa hubiera sido la misma. 

A partir de este momento, comienzan a aparecer otra serie de fenómenos como el alumbradismo; con lo cual, comienzan a conjugarse fenómenos tan distintos como los llamados movimientos recogidos, los alumbrados, los erasmianos y los luteranos. 
Esta convergencia de fondo en todos ellos, una voluntad de actitud evangélica en algún sentido, de reforma eclesial en otro sentido, va a hacer que a partir de este instante comience una actitud de sospecha, de ambigüedad, de indiferenciación. A partir de este instante, todo son novedades sospechosas y muchos no se atreven a hablar mientras que otros se sienten obligados a delatar; porque el lenguaje termina siendo traidor. 
El siglo XVI es el problema de una nueva experiencia religiosa y de un nuevo lenguaje. En 1526 se realiza la traducción de la obra clave de Erasmo por Alonso Fernández de Madrid. Más que una traducción se trata de una transposición, es decir, retoca, repone, recompone, etc. Los españoles no leen directamente a Erasmo; lo cual plantea ciertos problemas.

 El punto cumbre de crisis, de susto, de decisión, de plante, frente a Europa. 
La sospecha y el miedo se adueñan de los españoles. El punto final son los años de 1556, 1559, 1563. 
En 1556 se produce la renuncia del Emperador. Su muerte en 1558. En 1559, el índice de libros prohibidos de casi toda la producción bíblica, espiritual y teológica, que no estuvieran en la estricta línea terminológica de la Escolástica. 
1559-1563 es la fase final del Concilio. Son, por tanto, tiempos de miedo, de sospecha y delación.

La cuarta fase es lo que podríamos denominar desembocadura admirable de un momento creador: 
En 1591 muere San Juan de la Cruz, en el mismo año también Fray Luis de León, y en 1598 Felipe II.

 Se abre una fase nueva a nivel tanto cultural como religioso:
 en 1599 nacen Velázquez y Calderón. 
Una cultura de brillantez en la poesía, literatura, teatro, donde aquella experiencia poderosa se hace concepto fijo. Prima el concepto sobre la palabra creadora, sobre la experiencia inmediata. Estamos lejos ya del borbotón de una lengua viva y creadora. Es una técnica.

Vamos a ver ahora exponentes diversos de una explosión de la conciencia religiosa como voluntad creadora y reformadora: 

Cisneros, Erasmo, Lutero, Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. 

Erasmo (1466-1536) no quiso venir a España a pesar de ser invitado por el Cardenal Cisneros para colaborar en la Políglota. Para él no es bueno hispanizar. Esto es una tierra poco menos que de evangelización. Erasmo es ante todo un humanista. Su proyecto es el proyecto de una filosofía Christi y se puede decir que es un moralista genial. Desde una actitud moralista, de recuperación del espíritu de Cristo y San Pablo, de recuperación del Sermón de la Montaña, etc., realiza su proyecto, tratando de descubrir en los sabios de la antigüedad una especie de cristianismo universal y eterno: Cicerón, Aristóteles, Plutarco, Boecio, Petrarca, los evangelios, San Pablo... Erasmo quiere que la ley inscrita en lo más hondo de los seres esté en armonía divinamente establecida con la ley de Cristo. Cada vez más los humanistas cristianos se empeñan en extraer del evangelio una filosofía; pero toda filosofía para ellos está coronada por los evangelios. De ahí que la actitud de fondo de Lutero sea un acceso a la biblia en clave filológica, literaria y moral. Es una ilustración sin iglesia. Lo que Erasmo va a significar en España es algo más bien ideado y deseado que lo que el propio Erasmo como totalidad es. Por eso vamos a ir encontrando esa especie de desencanto de las grandes figuras hacia Erasmo. Si el proyecto de Erasmo podríamos sintetizarlo en la frase “filosofía christi”, el proyecto de Lutero es, por el contrario “evangelium christi”. Mientras que a Erasmo le preocupa la paz social, la guerra entre los príncipes, a Lutero le preocupa la herida del propio corazón personal, la situación del pecador, la insuperable culpa, la imposible justificación por uno mismo, el retorno a un evangelio puro. Erasmo ha escrito en La querella de la paz que se ha de recuperar a Cristo como príncipe de la paz. Nada más lejos para Lutero; pues, para él, lo único que preocupa es cómo lograr un Dios benévolo, que se reconcilie conmigo y que no sea mi juez y acusador. Lo que hay detrás de Lutero es la transmutación como resultado de una inmensa tormenta espiritual, que no cree poder encontrar dentro de lo que es la experiencia histórica y de la Iglesia contemporánea una salida; por lo que inicia un retorno al puro evangelio, leído e interpretado a la luz de la lectura de San Pablo donde la idea de justificación de Dios y justicia de Dios no es activa. Se trata de la justicia no que Dios nos pide, sino Dios nos da. A partir de ahí, Lutero intenta una relectura fundamental de toda la historia del cristianismo. En Lutero se produce una transmutación frente a la propia Iglesia.

En cuanto a Ignacio de Loyola (1491-1556), la fórmula latina, si seguimos con la analogía, que le preocupa es el “Regnum Christi” y la “secuela christi”, cómo servir al Reino de Cristo en el mundo y cómo seguirle. Viene de una experiencia imperial, ha sido soldado, después de leer los tres grandes libros, La vita Christi de Cartujano, La leyende Aura de Santiago de la Vorágine, La imitación de Cristo, que proviene de la corriente espiritual de la devotio moderna en la que surge Erasmo pero con otros tonos. La figura de San Ignacio nos ha llegado releída por el Barroco, adaptada a la Contrarreforma, haciendo de él un antilutero, un puro y duro asceta; lo cual no tiene nada que ver con la realidad. Hay que tener claro que lo determinante en él es una experiencia mística, una voluntad de tener caudal de letras para servir al Reino de Dios. Es el paso del ascetismo a las letras. Comenzó a estudiar a los 33 años, primero gramática en Barcelona. Posteriormente, irá a París donde intenta crear una comunidad cristiana, para ponerse más tarde a disposición del Papa.


El modelo siguiente es Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. 

Santa Teresa vive en ese mundo pero, sin embargo, lo que ella vive nace de una experiencia y pasión interior. Está influida por la lectura de libros, entre otros de caballería y de libros de piedad.
 La obra de San Juan de la Cruz es una especie de gran irrupción creadora tanto poética como espiritual. Y fue un desconocido para sus contemporáneos a excepción de las monjas carmelitas, que son quienes le dan cobijo y audiencia.

Tenemos una Reforma de Cisneros que lo abarca todo. Es una reforma de órdenes religiosas, una reforma humanista, también con fascinación por la mística. Se trataba de una Reforma total. La Reforma de Erasmo es un proyecto teórico-humanista-ilustrado de naturaleza moral. La Reforma de Lutero nace de unas pasiones mucho más profundas: “No se tienen las manos limpias por puro ascetismo. La transformación del corazón es otra cosa. Delante de Dios nadie es justo”. 
San Ignacio une otros elementos de experiencia mística y una clara identificación eclesial, en absoluto ingenua. Justamente porque ve al Papa como cabeza y responsable de una misión y de un Reino de Dios en el mundo, crea el cuarto voto en función de una incondicionalidad del servicio misionero. Finalmente, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz son impresiones en las que no valdría la palabra Reforma. Para ellos la Reforma no es más que un 15 por ciento de lo que para ellos es un inmenso proyecto creador. 

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