El flujo de los Derechos Humanos
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Daniel E. HERRENDORF ha escrito un artículo titulado EL FLUJO DE LOS DERECHOS HUMANOS. Ciencia Jurídica. Departamento de Derecho. División de Derecho, Política y Gobierno, Universidad de Guanajuato - Año 6, No. 12, 2017
En el se analiza la evolución de los derechos humanos, partiendo del análisis de los escenarios sociales de los últimos cincuenta años para tratar de entender por que, a pesar de la gran evolución de los derechos humanos el panorama actual es tan poco alentador y sigue siendo prioritario para la agenda política mundial estimular el desarrollo económico de las grandes potencias socavando los derechos de los más vulnerables.
Palabras clave. Derechos humanos, escenarios sociales, evolución
En él se lee:
"Si verificamos los hechos actuales relativos a los derechos humanos podemos encontrar una respuesta en la filosofía de la Historia, y no en la historia de la Filosofía.
Ya muy entrados en el siglo XXI, el mundo exhibe la distancia más grande nunca vista entre ricos y pobres; con más de 7.000 millones de habitantes, el planeta produce alimentos para 6 mundos, pero sólo se satisfacen las necesidades básicas del 20 por ciento de la población; la contaminación del aire y las aguas van a ponernos de rodillas en un par de décadas cuando la verdadera guerra se libre por un vasito de agua potable.
Nunca antes como ahora hubo tal cantidad de migrantes, desplazados, descartados y desechables; la Organización de las Naciones Unidas debió crear un nuevo concepto de pobreza para poder calificar la miseria moderna, calificándola como miseria indescriptible, es decir, que los expertos que intentaron describir la miseria actual han fracasado y confesaron la derrota con ese horrible
giro lingüístico, miseria indescriptible.
Los fanatismos y fundamentalismos ganan la guerra espiritual y terrenal, y el autoproclamado Estado Islámico logró en las primeras décadas del siglo XXI ocupar la mitad de dos naciones enteras acuchillando niñitas de 6 años por ser católicas y divulgando con orgullo los infernales videos de sus decapitaciones y tormentos.
Adviértanse dos términos desusados en el siglo XX: descartados y desechables; es la forma en que el papa Francisco llama a quienes han quedado tan fuera del sistema que resulta más adecuado dejarlos morir que explotarlos, pues explotarlos es más caro que desecharlos. Son el famoso y nuevo lumpen-proletariat descripto fielmente por Karl Marx
.
¿Podemos imaginar un niño muerto, digamos un niño de 4 años muerto, tendido en la sala de nuestra casa, sin vida a causa del hambre o una enfermedad curable como una gripe sencilla?
Pues así mueren en la actualidad 20.000 niños por día. No uno ni doscientos: veinte mil.
Sin embargo, la agenda política mundial está puesta en estimular el crecimiento de los más ricos, aplicar planes de ajuste a los más pobres, reducir los salarios mínimos, las pensiones y jubilaciones, aumentar la presión fiscal y dejar a los desclasados a la intemperie.
Aquí nos encontramos con el fenómeno de la filosofía de la Historia que podría ser la llave maestra que nos muestre el porqué de tanta desidia. Los líderes de ultraderecha ganan elecciones de Europa; en las elecciones para el Parlamento Europeo, el neonazismo —que propone un nuevo exterminio de judíos, de negros, de migrantes, de homosexuales, de incapaces— suele recibir más del 30 por ciento de los votos.
El mensaje no debe pasar inadvertido: al menos un tercio de la sociedad europea es nazi —no en el sentido hitleriano, sino en el sentido filosófico y cultural más profundo—; las propuestas de exterminar migrantes o masacrarlos tienen muchísimo éxito.
El presidente Donald Trump intenta una expulsión masiva de millones de mexicanos en medio de un discurso discriminatorio, misógino y belicoso. Una vez más hablamos de jerarquias raciales, como si existieran.
La única explicación posible es que las guerras militares del siglo XX fueron ganadas por las democracias, pero la guerra cultural la ganó el nazismo. Secretamente, seguimos odiando alprójimo como si nos quitara algo.
La Historia es una vez más el calidoscopio de Schopenhauer: Los dibujos son distintos pero los pedacitos son siempre los mismos.
Hay en la oscuridad del horizonte una inesperada luz encendida: he mencionado al papa Francisco.
Curiosamente, quien quiera conocer la agenda precisa de los derechos humanos hoy, debe leer las expresiones doctrinarias del pontífice y sus discursos habituales. Digo curiosamente porque no se trata de un líder revolucionario tercermundista ni de un movimiento estudiantil exitoso: es la doctrina de una de las instituciones más conservadoras de la historia; y sin embargo las preocupaciones que Francisco expresa a diario son las que debemos tener, y por eso las
comparte: la miseria pertinaz, los desplazados, la mortalidad fácil, la transa y venta de personas, el negocio de la guerra, el curso actual de lo que el Papa llama la tercera guerra mundial vivida en pedacitos, la destrucción del ecosistema, las migraciones desesperadas, entre otras delicias.
Ustedes pueden confrontar dos documentos pontificios extraordinarios que no tienen precedentes: La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium y la Carta Encíclica Laudato si; en
el primer documento verán cómo Francisco explica que la economía mata; y en el segundo advertirán un profundo llamado a preservar la tierra, las especies, la vida que nace y crece, los recursos naturales, el agua, el aire. Y sobre todo a evitar las guerras.
Francisco lo expresa así: la única forma de ganar una guerra es no librarla.
Escribió Verlaine que un hombre que cuida su jardín también está salvando el mundo. Con pequeños actos podemos poner en marcha la serie de las infinitas cosas. Nadie sabe qué sombras arrojará la vida que edifica.
Quien entendió este proceso fue Baudrillard, que —siguiendo a Ciorán—, expresó que nunca se sabrá por qué una mariposa que se detiene sobre una campana de plomo en el lejano oriente puede dar comienzo a un terremoto, es decir, jamás entendemos cuál es la verdadera causa del efecto.
Por eso narrar la historia es fascinante, y vivirla es angustiante. Atribuimos a causas presuntas hechos en ocasiones azarosos. De algún modo trató de decirlo Chesterton cuando escribió Si alguien sueña que atraviesa un jardín de rosas y arranca una, y al despertar la rosa está en sus manos, entonces … ¿qué? Roto el infinito sistema racional, nos queda lo mejor de nosotros: la intuición, la imaginación y la estética, que son las formas psicoanalíticas de la verdad
.
La tarea es compleja: vivimos una era hiper-comunicada en la cual el saber y el conocimiento fueron reemplazados por un impostor ilustre: una masa móvil de información descartable formada por tonterías animadas que fluye por canales cibernéticos. Es el hipnotismo nuevo de la sociedad de control que masifica y aplasta la voluntad y el saber con una catarata de comunicación inútil y despersonalizada que va nadando en la Internet. Ya no se trata de la verdad, el amor o la libertad, sino de satisfacer la ansiedad instantánea de comunicarse con un ser o una noticia virtual; el espejismo cura la soledad inmediata, pero condena a los hiper-conectados desde muy niños, a una incapacidad olímpica para relacionarse seriamente con el otro y desarrollar esa abstracción que en el siglo XX llamábamos inteligencia.
No es sólo el final de la poesía, sino también la fulminación de la libertad individual. La sociedad del siglo XXI está esclavizada de
un modo peor: es una esclavitud fluyente como un preso que lleva una pulsera magnética. Las personas creen que son libres (como en La Naranja Mecánica) porque pueden conectarse a algo: a la TV, a la Internet, a la comunicación celular, a los psicotrópicos, a las drogas duras o al alcohol.
Cualesquiera de esas cosas son lo mismo y da igual: juntas, generan una sociedad hipnoide cuya imbecilidad fundamental consiste en no advertir de ningún modo posible que está siendo controlada y observada por un flujo informativo idiotizante que no sólo es ensordecedor: también es único.
No hay otra voz que la que se oye y no se puede oír otra cosa. Es ésta la época del pensamiento único en tránsito continuo, la sociedad postrada por la masa informativa fluyente, y la inmovilizaciónante la novedad instantánea, que es reemplazada minuto a minuto por otra novedad absurda que es obligatorio conocer. Cualquier discusión, confrontación o protesta es aplastada de inmediato por una novedad insignificante cuya dimensión aparente puede liquidar la capacidad
de inteligir.
La gigantesca sombra de un maestro nos recuerda el deber de sentir que este camino no es un jardín de rosas. Alfredo Orgaz —que renunciara famosamente a la Corte Suprema de Justicia de la Argentina por cansancio moral — solía señalar que nada había más triste que escribir sobre derechos humanos, ya fuera un artículo o un tratado multilateral; en cualesquiera de los casos significaba que verdades muy sencillas para la historia de la humanidad como no matar, no torturar o evitar la miseria, requerían de complejas exposiciones teóricas.
Con respetar los Diez Mandamientos sería suficiente, sin tanto alboroto ni organismos internacionales costosísimos.
Si habláramos claramente, terminaríamos por entendernos todos.
Estos desafíos recuerdan una bella plegaria laica escrita por Bertold Brecht:
Señor, yo no te voy a pedir lo que todos te piden porque seguramente de eso no te queda nada.
Yo no te voy a pedir la tranquilidad del alma ni la del cuerpo, ni siquiera la fortuna y tampoco la salud; eso te lo piden tantos que seguramente no te queda nada. A mí , a mí dame lo que te sobra, lo que se te rechaza: yo quiero la intranquilidad y la tormenta, la insatisfacción y la pelea. Pero dámelos para siempre, que yo esté. seguro de tenerlos para siempre, porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo de nuevo".
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