Cristo Crucificado del Monasterio de la Encarnación de Granada
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José Antonio PEINADO GUZMÁN, "Las leyendas de apariciones de imágenes en el entorno granadino como ejemplo de patrimonio cultural inmaterial", en El Patrimonio Inmaterial de la Cultura Cristiana, San Lorenzo del Escorial 2013, pp. 651-664. ISBN: 978-84-15659-13-6.
Referencia:
Lazaro Gila Medina, " Patrimonio artístico y vida conventual: una propuesta museística para el monasterio de la Encarnación de Granada", en Quiroga:Revista de Patrimonio Iberoamericano, ISSN-e 2254-7037, Nº. 7 ((Enero-Junio), 2015, págs. 32-44.
Leyenda del Cristo Crucificado del Monasterio de la Encarnación de las Carmelitas Calzadas u Observantes de la capital granadina.
Foto tomada de www.revista de humanidades. com
Imagen atribuída a Alonso de Mena
El autor escribe: "El fraile trinitario Antonio de la Chica Benavides, recoge parte de la leyenda en su conocida obra Gazetilla curiosa allá por 1765".
Las carmelitas cuentan esta historia de esta manera:
Unos personajes extranjeros llegaron al convento, solicitando a
las monjas que les guardasen un cajón hasta su regreso. Pero las monjas, al irse los hombres abrieron el cajón y se encontraron con la talla de Cristo crucificado.
Las monjas, inmediatamente, lo llevaron al coro y lo adoraron toda la noche:
"En sus oraciones se lamentaban de que prontamente, aquella bella
imagen, tendría que partir, puesto que consideraban que, a la mañana siguiente, regresarían aquellos hombres para continuar su camino. Pero el asombro fue aún mayor cuando, como fruto de los ruegos de aquellas mujeres, el Cristo habló diciéndoles: “Tranquilas, yo me quedo con vosotras”. Aquel anuncio, visto por la comunidad como un auténtico milagro, terminaría convirtiéndose en realidad, puesto que nunca nadie volvió reclamando".
Este convento, situado en el Realejo, en la calle Monjas del Carmen, fue fundado en 1508, tercer convento femenino de Granada, después de Santa Isabel la Real, y las Comendadoras de Santiago con el título deNuestra Señora de la Encarnación, bajo la adveración de nuestra señora de la Cabeza.
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