Características que definen a la persona desde el cristianismo Intimidad
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INTIMIDAD
En este sentido, “el valor principal y absoluto es la gracia de Dios, que es participación de la vida misma de la Santísima Trinidad y presencia de Dios en el alma, mediante la observancia de los diez Mandamientos, de la Ley moral, la oración y los Sacramentos.” (Lasanta P. J., Diccionario de Teología y Espiritualidad de Juan Pablo II, 1997, pág. 379)
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Patricia A. Vega Miranda (Sor María Reina)“Características
que definen la persona” Ensayo Académico, Universidad de los
Hemisferios, Facultad de Artes y Humanidades
Carrera: Estudios Humanísticos Quito, Mayo 2016
Algunas ideas de este artículo:
CARACTERÍSTICAS QUE DEFINEN LA PERSONA: INTIMIDAD
La Vida Divina de la Santísima Trinidad impresa en cada persona, permite desvelar en parte su misterio inescrutable al inhabitar nuestra interioridad, y haciéndola capaz de exteriorizar (apertura) a los demás la riqueza de su insondable bondad y con verdadera entrega (donación) y libertad de espíritu.
“Por la gracia santificante habita en la mente toda la Trinidad, como dijo Cristo: Vendremos a él y haremos morada (Jn. 14,23) (…)
De dos maneras está Dios en un ser. Primera, como causa agente. Así está en todos los seres que creó. Segunda, como el objeto de una operación está en el que ejecuta. Esto es propio de las operaciones del alma, ya que lo conocido ha de estar en el que lo conoce, y lo deseado en quien lo desea. De este modo está Dios especialmente en la criatura racional que lo conoce y ama actual o habitualmente. (I, 8, 3).” (José A. Martínez Puche, 2003, pág. 430)
El claustro de la intimidad, lleno de pensamientos, amores, deseos, decisiones, anhelos, sentimientos, etc., inicia una travesía en la búsqueda de lo trascendental.
En ese interior se entiende ser personal.
En ese interior se entiende ser personal.
Fray María Rafael Arnaiz, un monje trapense de este siglo (1911-1938) nos entrega a Cristo encarnado en su propia vida
La participación en la gratuidad de la vida íntima de Dios (…) se forma el hombre interior, el hombre nuevo. “(…) En el hombre interior a quien habla Dios (…) en el que habita Cristo (…) y hayamos conocido la sobreeminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser llenos de la plenitud de Dios. (Sermón 53, 15).” (O.S.A., 2003, pág. 371)
A nivel personal, comunitario y eclesial se pueden desarrollar diversas espiritualidades en el ir haciendo camino y síntesis de vida, al unificar la Antigua Alianza (preparación), y la realidad de la Buena Nueva (plenitud). Con la ayuda de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, se verifica la existencia de espiritualidades católicas específicas con diverso criterio, entre ellas:
- Doctrinal o según la preferencia dada a alguna verdad de Fe.
- Ascético práctico o devocional de alguna virtud a imitación de Cristo.
- Antropológico. Se toma en cuenta la personalidad del Fundador.
- Estados y profesiones (religioso, laical, monacal, literatos, etc.).
- Histórico-cronológico. Fundación con alguna finalidad.
- Por alguna gracia especial de Dios (sobrenatural).
- Fundaciones de Ordenes o Congregaciones Religiosas (Franciscana, Agustiniana, Ignaciana, Salesiana, de la Unidad, etc.).
Cada espiritualidad, es decir la ciencia que estudia y enseña los principios y la práctica de la piedad al servicio de Dios, constituye el factor determinante de la vocación a una u otra fundación, ya que su vida e historia ayuda decisivamente a quienes la siguen a su perfeccionamiento o santidad por caminos diversos.
“La Palabra es la interpelación que reclama: Si Cristo ha muerto por mí, la clave de quien soy es Él…se encuentra en Él. Sólo Él me puede decir quién soy, pero no en mi propio hablar, sino en el suyo (…) uniéndome a Él, reclamándole (…) en esa reclamación se despliega la intimidad personal.” (Polo, 1997, pág. 156)
La vida sacramental en el cristiano es la efusión sobreabundante del Espíritu de Dios en la persona. Por ello el crecimiento progresivo de la Vida de la Gracia, no es sólo fruto del esfuerzo personal, sino sobre todo del influjo del Espíritu Santo (Rom. 8, 2; 10, 11-13; Gál. 5, 25; Jn. 6, 63), por esta razón se habla de una progresiva espiritualización, vida espiritual o ascesis, a través de la cual se puede alcanzar la perfección sobrenatural. Esta ascesis adquiere eficacia en el plano eclesial porque de ello depende la santificación de todo el Cuerpo Místico (Ef. 4, 15-16), sustentado por la Cabeza de Cristo (Jn. 15, 1-117), la cual inicia con el Bautismo.
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