Filosofía de la espiritualidad Conciencia de sí mismo 2
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El Búho No 17
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
Publicado en www.elbuho.aafi.es2019
FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78
El Búho No 17
Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
Publicado en www.elbuho.aafi.es2019
FILOSOFÍA DE LA ESPIRITUALIDAD
Antonio Sánchez Millán ansamillan@gmail.com 61-78
2. No estamos hablando de nada extraño, inaudito, nada alejado, más allá de lo que hay. Nada iluminado. Irracional, en el sentido de que vaya contra la razón, absurdo para el entendimiento. Nada contra la razón, en todo caso contra el racionalismo, que es una creencia. Pero también -si se quiere- contra el vitalismo, que es otra creencia. Solamente las ideas y las creencias pueden ser irracionales, ir contra una lógica particular en una situación determinada. Nunca son irracionales las potencias, las capacidades, las cualidades, que únicamente son. Hablando de la racionalidad: ésta forma parte de la mente, pero la mente no es lo único que hay.
Está el cuerpo, está la mente con sus razonamientos, comparaciones, asociaciones, sus clasificaciones, pero también, a través de la mente, la vida del espíritu.
Estamos hablando de algo que puede ser entendido, discernido, algo consciente y dador de sentido. La conciencia de sí mismo.
Pues la dimensión espiritual del ser humano uno mismo la vive. Las emociones se sienten
en el cuerpo, pero los sentimientos los somos.
Un sentir que no cambia tanto, que no difiere tanto, que nos identifica más acá de las evoluciones y variaciones de la conciencia mental.
La vida del espíritu puede experimentarse y compartirse.
Es nuestra parte más intersubjetiva.
Eso común y universal de nosotros, que a veces encontramos, se nutre de nuestra parte espiritual, y es capaz de conectarse de individuo a individuo, con todo el cosmos.
También, aunque parezca muy complicado, usando las palabras. Indicando así al menos una dirección.
Esa parte tan desconocida y repudiada -en nuestra cultura moderna- de nosotros mismos, que siempre está presente, operando.
¿Cómo, si no, podríamos comunicarnos entre nosotros cualquier relatividad, cualquier duda? ¿Cómo lo sabríamos, que algo es dudoso o que es relativo? ¿No estamos apelando continuamente a algo común y universal en nosotros mismos? Las paradojas y las aporías moran en el nivel de la mente.
Sólo necesitamos situarnos en nuestro centro; centrarnos para ver.
De ahí han surgido las más valiosas y creativas aportaciones filosóficas; no ha sido del nivel mental, que es subsidiario y herramienta para la manifestación existencial de lo que realmente somos.
Está el cuerpo, está la mente con sus razonamientos, comparaciones, asociaciones, sus clasificaciones, pero también, a través de la mente, la vida del espíritu.
Estamos hablando de algo que puede ser entendido, discernido, algo consciente y dador de sentido. La conciencia de sí mismo.
Pues la dimensión espiritual del ser humano uno mismo la vive. Las emociones se sienten
en el cuerpo, pero los sentimientos los somos.
Un sentir que no cambia tanto, que no difiere tanto, que nos identifica más acá de las evoluciones y variaciones de la conciencia mental.
La vida del espíritu puede experimentarse y compartirse.
Es nuestra parte más intersubjetiva.
Eso común y universal de nosotros, que a veces encontramos, se nutre de nuestra parte espiritual, y es capaz de conectarse de individuo a individuo, con todo el cosmos.
También, aunque parezca muy complicado, usando las palabras. Indicando así al menos una dirección.
Esa parte tan desconocida y repudiada -en nuestra cultura moderna- de nosotros mismos, que siempre está presente, operando.
¿Cómo, si no, podríamos comunicarnos entre nosotros cualquier relatividad, cualquier duda? ¿Cómo lo sabríamos, que algo es dudoso o que es relativo? ¿No estamos apelando continuamente a algo común y universal en nosotros mismos? Las paradojas y las aporías moran en el nivel de la mente.
Sólo necesitamos situarnos en nuestro centro; centrarnos para ver.
De ahí han surgido las más valiosas y creativas aportaciones filosóficas; no ha sido del nivel mental, que es subsidiario y herramienta para la manifestación existencial de lo que realmente somos.
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