Carlos Beorlegui: Humanos. Entre lo pre-humano y los pos- o transhumano,
THÉMATA. Revista de Filosofía
Nº 59, enero-junio (2019) pp.: 211-216.
ISSN: 0212-8365 e-ISSN: 2253-900X
Carlos Beorlegui: Humanos. Entre lo pre-humano y los pos- o transhumano, Santander/ Madrid, Grupo de Comunicación Loyola (Sal Terrae/UPCO), 2018, 648 págs.
Teodoro Izarra
Una de las características esenciales de nuestra especie es la capacidad, y la necesidad, de preguntarse por su propia identidad. Y si, a lo largo del
tiempo, tal preocupación se ha situado, en un primer momento, en un contexto religioso (etapa teocéntrica), para posteriormente en un contexto comparativo de culturas (etapa antropocéntrica), tras el evolucionismo darwiniano la búsqueda de la esencia de lo humano se ha tratado de solventar en el horizonte de la comparación entre lo humano y el resto de las demás especies vivas (etapa zoocéntrica o biocéntrica).
Así, si hasta no hace mucho se aceptaba el supuesto humanista de la diferencia cualitativa entre los humanos y los demás animales, se va extendiendo cada vez más la pretensión de que la especie humana tiene que diluirse entre las demás que componen la biosfera, por lo que se urge a desbancara los humanos del pedestal de superioridad en que se habían colocado. La pretensión de Carlos Beorlegui, en su nuevo libro recientemente publicado, se centra precisamente en examinar los diferentes capítulos comparativos entre humanos y demás animales (sobre todo, los grandes simios, las especies más cercanas en el ámbito evolutivo), para ver en qué medida estas pretensiones anti-humanistas tienen o no consistencia.
La primera parte del libro (la más amplia, con seis capítulos) se halla focalizada en este análisis comparativo en el ámbito de la genética, de las aportaciones de las neurociencias, de los saberes que nos aportan las vicisitudes del proceso evolutivo, y de la emergencia de la cultura humana en
dicho proceso, así como las peculiaridades de la mente humana y de nuestra estructura comportamental. Las conclusiones que Carlos Beorlegui considera se pueden sacar de estos análisis comparativos es que, aunque en el ámbito genético, neurológico y evolutivo (temas de los tres primeros capítulos) no se pueden sacar conclusiones definitivas, en la medida en que las diferencias entre humanos y demás animales sólo aportan diferencias cuantitativas, no ocurre lo mismo en el ámbito del análisis de la cultura, de las cualidades de nuestra mente (autoconciencia, pensamiento simbólico, lenguaje, etc.), así como de los rasgos específicos que conforman nuestra estructura comportamental (libertad,
capacidad ética y responsabilidad).
Es, por tanto, en el ámbito de estos tres aspectos donde se sitúan las bases que nos permiten seguir defendiendo, en opinión de Carlos Beorlegui, las tesis de un humanismo crítico y renovado, y advertir las debilidades de las tesis de los diversos reduccionismos biologistas.
En definitiva, frente a las tesis extremas que sobre lo humano se suelen presentar y defender, considerándose a veces como las únicas existentes y alimentándose mutuamente en sus disputas (el reduccionismo naturalista y el dualismo espiritualista), la tesis antropológica que propone Carlos Beorlegui es la denominada emergentismo sistémico, que trata de conjugar en la definición de lo humano tanto la continuidad evolutiva de nuestra especie respecto a las demás, como también la ruptura cualitativa o el salto emergente de un modelo nuevo de vida, la humana, consistente
en una nueva estructura mental y comportamental, explicativa y posibilitadora de nuestras específicas cualidades y características.
Resultado de estas características específicas de lo humanoes la capacidad que poseemos de ser conscientes de nuestro específico
lugar en el mundo, de habernos liberado en parte de los constreñimientos biológicos para abrirnos al ámbito de la cultura, y de la capacidad de descubrir las leyes que rigen el universo, tanto en el ámbito de lo físico como de lo biológico y mental. Y no sólo tenemos capacidad de descubrir
las leyes que rigen los diversos ámbitos de la realidad (y también la nuestra), sino que vamos teniendo también capacidad de intervenir en ella, así
como en las estructuras que conforman nuestro genoma.
La extraordinaria e inquietante capacidad de las nuevas tecnologías (nanotecnologías, biotecnologías, ciencias cognitivas e Inteligencia Artificial (IA), así como el manejo de los datos con las capacidades de las máquinas informáticas, los denominados big data) a la hora de intervenir sobre todo en el ámbito de nuestra realidad corpórea es lo que está haciendo pensar a muchos intelectuales y científicos que nos hallamos a las puertas de una nueva etapa de nuestra historia, que denominan post-humana o trans-humana, momento en el que la especie humana habría sido sobrepasada por los ciborgs y las máquinas superinteligentes.
El autor dedica los dos últimos capítulos de su libro a reflexionar sobre los retos que estas nuevas tecnologías, sobre todo las biotecnologías
y la IA, nos están presentando. La problemática que nos plantean estas nuevas e impresionantes potencialidades humanas no sólo se sitúan en el terreno técnico (como es el caso de la clonación humana o de la posibilidad de conseguir la inmortalidad), sino sobre todo en el ámbito de la ética y de las consecuencias sociales y políticas.
A la hora de presentar y justificar razones de peso que permitan diseñar o establecer líneas rojas ante las potencialidades e inercias técnicas, es necesario plantearse de forma rigurosa si podemos apelar a una naturaleza o esencia humana que no sería lícito, desde el punto de vista ético, transgredir ni transformar, así como quiénes serían los encargados, y cuál sería el modo de hacerlo, de definir los ingredientes básicos de esa supuesta naturaleza o esencia de lo humano, al mismo tiempo que la forma de evitar que sean las inercias dela mentalidad capitalista individualista las encargadas de resolver estos retos en beneficio de un libre mercado tecnológico que nos depare una sociedad más injusta y desigual de la que ya vivimos, y en la que sólo una parte de la humanidad pueda acceder a las ventajas (y riesgos, claro está) que estas nuevas tecnologías pueden aportar a la curación de enfermedades y al mejoramiento de lo humano (tanto en lo fisiológico como en las
capacidades cognitivas y morales).
Esta compleja e insoslayable problemática es analizada por Carlos Beorlegui en los dos últimos capítulos, sin la pretensión de presentar fórmulas y respuestas definitivas (porque no las hay), sino más bien resaltando la importancia y complejidad de estos retos, y la necesidad de que la opinión pública (no sólo los científicos y demás intelectuales) reflexionen sobre ellos, con una actitud que se distancie tanto de la frivolidad irresponsable como de un alarmismo incontrolado.
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