Inteligencia Artificial y nuevos retos para la Sociología

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 Formas de consciencia, Inteligencia Artificial  y nuevos retos para la Sociología 

 

Ángel Belzunegui-Eraso    



 Belzunegui-Eraso, A. (2020): “Formas de consciencia, Inteligencia Artificial y nuevos retos para la Sociología”, methaodos. revista de ciencias sociales, 8 (1): 91-102. http://dx.doi.org/10.17502/m.rcs.v8i1.350 



Resumen 

En el presente texto se presenta la aparición de nuevas realidades sociales en concomitancia al desarrollo de determinados avances tecnocientíficos, particularmente derivados de la biotecnología, la bioingeniería y la Inteligencia Artificial. Estas nuevas realidades se concretan aquí en la emergencia de otras formas de consciencia, una de tipo robótico y otra de tipo antiespecista, que pueden dar lugar a que el género humano conviva con sujetos/objetos no humanos con el reconocimiento de determinados niveles de consciencia emocional. Este hecho plantea nuevos retos para todas las ciencias, y concretamente para la sociología al tener que incorporar nuevas dimensiones analíticas y una nueva conceptualización que amplía la ya empleada para denotar las clásicas formas de interacción social. En el artículo se apuesta por la necesidad de investigar más decididamente en el terreno de los sujetos/objetos emergentes y de las relaciones que los humanos tendrán que establecer con ellos en una sociedad basada cada vez más en las decisiones de la tecnociencia. 

Palabras clave: inteligencia artificial, especismo, sociología, consciencia, tecnociencia. 




Conclusiones 

Lo expuesto anteriormente nos permite recuperar las tareas pendientes que tiene la sociología del Siglo XXI en forma de problemas fundamentales que deben guiar su trabajo e interés. A la manera mertoniana, algunos de estos problemas tienen que ver con el desplazamiento de los focos de interés intelectual asociados a la metamorfosis de la que habla Ulrich Beck. Autores como Pelegrí, Arias, Murata y Souto (2020) han puesto de relieve la importancia del cuestionamiento ético de la conversión de los físicos humanos en ciborgs o, dicho de otra manera, cómo las transformaciones que vienen a futuro tienen que ser pensadas desde una ética que asegure cuestiones elementales como la seguridad, la accesibilidad y la no discriminación. 

Si, como sostiene Lamo de Espinosa: “La perplejidad ante la emergencia de una nueva sociedad europea a partir del Siglo XVIII fue la experiencia fenomenológica constitutiva de la indagación social, y así toda la sociología ha sido desde entonces una teoría de la modernización, una teoría de la destradicionalización y del tránsito” (2018: 359), en estos momentos históricos podríamos estar en el umbral de una nueva y creciente perplejidad ante la emergencia de un nuevo ser fundante de una emergente sociedad en la que, por primera vez en la historia, el ser humano compartiría la creación de inteligencia, y él mismo se robotizará (a manera de un cíborg). Puede que estemos originando ante nosotros un orden social nuevo, cualitativamente nuevo, aunque sea difícil ahora probarlo. Este orden incluiría plantearse, entre otras cosas, la otorgación de derechos de alguna clase a las máquinas inteligentes más si estas tienen algún tipo de consciencia y pueden padecer sufrimiento o experimentar determinadas emociones. De la misma forma, esta ampliación de derechos afectaría a otras especies animales cambiando de forma radical la relación establecida de los humanos con otros seres sintientes, no por un criterio de condescendencia hacia la vida, sino por la asunción de que otros seres generan y desarrollan capacidades emocionales que no tienen por qué expresarse en los mismos códigos que utiliza el género humano. 


En definitiva, los desarrollos tecnocientíficos del Siglo XXI cuestionarán de manera categórica muchos de los esquemas sociales, así como los modelos descriptivo-explicativos que pretendan aprehenderlos. Las sociedades del futuro se están modelizando en la actualidad en laboratorios informáticos y biotecnológicos, espacios de los que las ciencias sociales y humas han sido excluidas. Es por ello que la sociología, como ciencia social, tiene que pasar por un proceso de alfabetización respecto de los hallazgos que se están produciendo en ciencias experimentales como las hemos señalado y, más allá, trabajar con un programa methaodos fuerte que genere hipótesis contrastables sobre el impacto que ya están teniendo dichos hallazgos para los individuos y las sociedades. La idea central, como señala Otero (1998), es que la ciencia es y funciona como una institución social y, por consiguiente, ha de ser susceptible de ser abordada, en términos explicativos de las ciencias sociales. Esto es, siendo la ciencia un hecho social ha de poder ser explicada en términos de categorías sociológicas. Al respecto, Bloor (1981) consideraba que la explicación de la ciencia y sus implicaciones sociales debía competer no solo a la sociología, sino a otras ciencias sociales. Es, pues, prioritario que la sociología (con preferencia asistida de otras ciencias sociales) recurra al examen del propio proceder científico para dar cuenta del denominado conocimiento científico y para describir y explicar los factores sociales que acompañan la actividad científica, desde la formulación de las hipótesis a la selección de los objetos de estudio, de las teorías de las que se nutren los científicos a los datos que elaboran y cómo son interpretados. 

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