El refectorio de Santa Clara de San Damián

 

El refectorio de Santa Clara

Vittorino Facchinetti, O.F.M., Los Santuarios Franciscanos. Tomo II: Asís, en la Umbría. Barcelona, Biblioteca Franciscana, 1928, pp. 100-119.


Otro lugar que conmueve profundamente el alma de los piadosos visitantes del santuario de San Damián, es el antiguo refectorio, que se conserva casi como estaba en el tiempo en que servía de cenáculo a las pobres religiosas. 

En las paredes ennegrecidas y en el pavimento desgastado vénse vivas las huellas de siete siglos de historia. También los toscos tableros de la mesa, carcomidos, son todavía los que sirvieron a Clara y a sus hijas para su frugal comida; una pequeña cruz de madera amarilla incrustada señala el puesto que solía ocupar la santa Abadesa.

Aquí, en el año 1228, Gregorio IX, encontrándose en Asís, quiso visitar, según es costumbre, a las santas Damianitas para hablar con ellas de cosas divinas, y sucedió el prodigio registrado en el capítulo XXXIII de las Florecillas: «Mientras se hallaban así entretenidos en divinos razonamientos, Santa Clara hizo preparar las mesas y poner el pan en ellas, para que el Santo Padre lo bendijera. Concluido el coloquio espiritual, Santa Clara, arrodillada con gran reverencia, le rogaba tuviera a bien bendecir el pan que estaba sobre la mesa. Respondió el Santo Padre:

-- Hermana Clara fidelísima, quiero que seas tú quien bendiga este pan y que hagas sobre él esa señal de la cruz de Cristo, a quien tú te has entregado enteramente.

-- Santísimo Padre, perdonadme -repuso Santa Clara-; sería merecedora de gran reproche si, delante del Vicario de Cristo, yo, pobre mujercilla, me atreviera a trazar esta bendición.

-- Para que no pueda atribuirse a presunción -insistió el Papa-, sino a mérito de obediencia, te mando, por santa obediencia, que hagas la señal de la cruz sobre estos panes y los bendigas en el nombre de Dios. 

Entonces, Santa Clara, como verdadera hija de obediencia, bendijo muy devotamente aquellos panes con la señal de la cruz. Y, ¡cosa admirable!, al instante apareció en todos los panes la señal de la cruz, bellísimamente trazada. Entonces comieron una parte de los panes, y la otra parte fue guardada en recuerdo del milagro. El Santo Padre, al ver el milagro, tomó de aquel pan y se marchó dando gracias a Dios, dejando a Santa Clara con su bendición».

El refectorio de las Clarisas está ahora ocupado por los Menores, que habitan el convento y custodian el santuario. Los devotos pueden verlo por una pequeña ventanilla abierta en el coro. No es raro el ver dentro a cualquier pintor afanoso de reproducir aquel ambiente sugestivo y poético, imaginándose tal vez sentadas en la parca mesa y atentas, más que al alimento del cuerpo al sustento del espíritu, a las inocentes comensales.

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