EL DESAFÍO DEL TRANSHUMANISMO: CUERPO, AUTENTICIDAD Y SENTIDO Prof. Sara Lumbreras
DESAFÍOS
Primer desafío: El optimismo implícito en el transhumanismo
El transhumanismo es una forma de tecnooptimismo, en el que está implícita una confianza total en la tecnociencia. Asumen que siempre se va a utilizar para el bien y de la mejor manera posible, no sólo para trascender nuestros límites, sino para acabar con los ‘males sociales’. Piensan que, una vez que la tecnología haya conseguido hacer que todo sea abundante –algunos lo definen como ‘la era de la abundancia’-, se acabará la pobreza y la escasez y desaparecerán todos los males sociales como la guerra, el racismo o la envidia.
En la mayoría de los transhumanistas no existe un planteamiento de cómo la tecnología puede utilizarse de manera apropiada de modo que incremente la justicia social, el bienestar, etc. o que se pueda lograr el efecto contrario. La reflexión es necesaria para guiar y controlar los nuevos desarrollos. Una ética de la tecnología basada en la autenticidad puede darnos ciertos criterios, para acometer los retos que nos planteamos en el transhumanismo.
Hace unas semanas tuve el honor de coincidir en una mesa redonda con Adela Cortina. Hablamos de temas bastante cercanos a éstos. Estábamos en la misma mesa con un pensador que se definió como transhumanista y como inmortalista; nos preguntó si nosotras éramos optimistas o pesimistas. Le dijimos ‘no somos optimistas, no somos pesimistas, queremos creer en la esperanza. Pero para poder tener esperanza hace falta ver cuáles son las posibilidades de lo que estamos desarrollando y obrar en consecuencia’, no quedarse en una actitud pasiva.
Es importante destacar que el optimismo está bien, pero que sólo desde la prudencia y desde una esperanza consciente conseguiremos guiar el avance de la tecnología según los valores que escojamos como sociedad.
Segundo desafío: la tecnocracia implícita en el transhumanismo
El segundo desafío es que el transhumanismo asume que la tecnología es la que guía el avance de las sociedades. Pero la tecnología no es suficiente.
El postpoliticismo es una forma de tecnocracia.
Es necesario un diálogo abierto entre saberes, un diálogo interdisciplinar entre tecnociencias y, especialmente, humanidades, en el que se expliciten los valores para aprovechar el potencial humanizador de la tecnología sin sucumbir a sus amenazas.
Debemos mantener en la memoria las experiencias pasadas y la importancia de los principios de subsidiariedad y de prudencia.
Tercer desafío: cuerpo, autenticidad y sentido
Finalmente, el principal reto lo encontramos en su antropología, a la que respondo desde el título de esta conferencia: “Cuerpo, autenticidad y sentido”. Me parecen los tres conceptos fundamentales que tenemos que tener en cuenta cuando evaluamos las propuestas del transhumanismo.
En primer lugar: ¿Dónde queda el cuerpo?
Nos encontramos ante un reduccionismo -bien materialista o bien patronista, es decir, que cree en los patrones como estructura fundamental de la realidad- en el que el cuerpo aparece despojado de su dignidad y el espíritu no existe. Creo que este es el mayor obstáculo en el que nos encontraremos, y es especialmente importante: la persona es un edificio de múltiples dimensiones (física, psíquica, espiritual...) inextricablemente ligadas. Es más, en el propio cuerpo se encuentran portales a la trascendencia. Negar al cuerpo es necesariamente negar a la persona.
El reduccionismo patronista consistiría en que la identidad del ser humano reside en los patrones de conexiones de las neuronas. Hay proyectos que están intentando copiar esas conexiones neuronales. Si yo consiguiera copiar todas las conexiones de mi cerebro en otro cerebro diferenet o en una máquina, incluso en un soporte diferente, esa máquina sería idéntica a mí porque, según estos pensadores, la identidad reside en ese patrón de conexiones. Es decir, al copiar las conexiones del cerebro, se copia la identidad.
Si el cerebro es tan solo un sistema de reconocimiento de patrones, podemos crear un neocórtex digital. Esta mente artificial puede llenarse de contenido volcando las conexiones neuronales de un ser existente, o bien podemos darle experiencias para que aprenda por sí mismo. Si los patrones son iguales, la máquina realizará todas las funciones del cerebro, incluida la consciencia. Éstas son las máquinas espirituales de Kurzweil.
Por tanto, el cuerpo se ve como un mero soporte físico limitado, de este patrón neuronal a mejorar y a superar eventualmente.
Una de las máximas que se proponen los extropianistas es intentar abandonar el cuerpo, porque el cuerpo es lo que está limitando al ser humano. Ellos tienen una especie de antropología gnóstica en la cual consideran que la mente es algo que sí tiene valor pero el cuerpo la está atrapando en un mundo limitado.
Según estas propuestas, el cuerpo ha pasado a ser una commodity, -en inglés es como una “materia prima”- quiere decir que no tiene nada que sea interesante, puedo cambiar una por otra, es decir, es algo susceptible de sufrir cambios. No tiene nada que la diferencie de otra similar Por ejemplo, el oro o el hierro pueden ser una commodity.
Nuestro propio cuerpo ha sufrido ese proceso, se ha comodificado. Hay un autora, Leslie Sharp, que ha trabajado muchísimo el tema de la comodificación del propio cuerpo, no desde la perspectiva transhumanista, sino desde una perspectiva del capitalismo, según la cual el propio cuerpo se ha convertido también en una mercancía. En el transhumanismo esto es incluso más intenso en denostar el cuerpo porque no se considera que haya nada de valor en él, sino sería más deseable cambiarlo por una alternativa mecánica que fuese más fuerte, etc. El ejemplo que más me llama la atención es el de la endogénesis: no se valora el hecho de que el ser humano sea gestado dentro del vientre de otro ser humano; para ellos sería preferible tener una máquina que pudiese hacer la misma misión, en lugar de que el embarazo sea un acto de amor que tiene impacto en toda la vida de la persona.
La dignidad del cuerpo
Es necesario reconocer la dignidad de nuestro cuerpo, que va más allá de ser sustrato material de nuestra consciencia. El cuerpo forma parte de nuestra naturaleza, en la que cuerpo, emoción, pensamiento y espíritu son dimensiones que están íntimamente ligadas. No podemos renunciar a nuestro cuerpo.
El transhumanismo niega al cuerpo la dignidad del ser humano; me parece que es el mayor error que cometen en sus propuestas.
No contempla, al menos en la mayor parte de sus formas, ninguna forma de trascendencia, de tal manera que negar la dignidad del cuerpo es también negar el espíritu. Al despojar al cuerpo de su propia dignidad se está despojando al ser humano. Si no hay cuerpo, ni hay espíritu, al final el ser humano es nada, únicamente un patrón desnudo.
Portales a la trascendencia
A mí me gustaría proponer que dentro del cuerpo existen portales ante la trascendencia.
Pongo un ejemplo para que se vea lo que quiero decir.
La oxitocina es un neuropéptido, una especie de hormona, que media muchas situaciones en el organismo. Todo comportamiento pro-social en todos los mamíferos incluyendo al ser humano tiene algo que ver con esta hormona. Cuando la oxitocina está en nuestro organismo cambia la manera en la que el cerebro va a reaccionar en sus estímulos, ya para siempre.
La oxitrocina facilita los vínculos sociales y también los vínculos madre-hijo. La oxitocina está ligada a la conducta maternal. Por ejemplo, en los estudios con ratas se ha comprobado que, si en las ratas de da un comportamiento determinado como lamer y peinar a las crías, eso genera oxitocina en la madre y en el hijo. Eso hace que una rata que haya tenido un contacto intenso con su madre, acaba siendo mucho más social que otra rata que durante el mismo periodo no ha tenido ese contacto con su madre. Ese efecto es incluso más importante que el efecto de la genética. Y ocurre lo mismo en las personas cuando se establece ese vínculo entre la madre y el hijo.
La oxitrocina aparece asociada a ‘experiencias pico’ (Maslow), en las que se trasciende al individuo (Van Cappellen, 2016).
Es curioso que el momento en el que nace un ser humano, la oxitrocina está a un límite superior de lo más que puede tener un ser humano. Eso sucede en el parto y en periodo de la lactancia. Son comunes las experiencias espirituales durante el embarazo, el parto y la lactancia (Moloney, 2016).
Por una ética de la tecnología basada en la autenticidad.
Otro elemento clave es el de la autenticidad. Hablar de autenticidad es necesario para proteger lo que es más valioso, porque sólo desde esta perspectiva podemos aprovechar el potencial humanizador de la tecnología sin sucumbir a sus riesgos.
No dudo de que dentro de poco tengamos consciencias simuladas. Sin embargo, ¿es una consciencia simulada equivalente a una consciencia real? Cuando los transhumanistas afirman que podríamos simular la consciencia, a nosotros nos parece que una consciencia simulada no tiene por qué ser una consciencia real. Aunque fuese cierto que una máquina fuese indistinguible de un ser humano y pareciese, en todos los sentidos, consciente, ¿implica eso que lo fuera? Una consciencia que emerge de la biología no es equivalente a una consciencia simulada, programada con el objetivo de convencer a un observador. En el transhumanismo se han confundido lo esencial y lo accesorio, la realidad con la apariencia. Parecer consciente no es equivalente a serlo.
No es posible conocer lo que sucede en la subjetividad ajena. Sin embargo, el que sólo podamos percibir la apariencia de subjetividad, consciencia o autonomía no quiere decir que no debamos plantearnos cuándo esta apariencia se corresponde con el fenómeno auténtico. Lo auténtico emerge de la naturaleza subyacente de algo, no viene impuesto.
Planteo que la emergencia, en la que a partir de una estructura subyacente aparecen propiedades nuevas, puede ser una guía a la hora de evaluar esta autenticidad. La perspectiva de la emergencia no descarta que pueda darse, en algún momento, consciencia artificial. Sin embargo, sí acentúa la importancia de al menos intentar evaluar su autenticidad y subraya la relevancia de su origen. La autenticidad es importante cuando evaluamos lo valioso: subjetividad, consciencia, vulnerabilidad, autonomía.
Obviar el problema de la autenticidad banaliza la cyborgización que ya ha comenzado. Cuando se banaliza el proceso de cyborgización se comete la falacia de asumir que cuerpo y artefacto son lo mismo, que memoria electrónica y biología son iguales, que decisión personal y apoyo químico son intercambiables. La memoria en un disco no es lo mismo que nuestra memoria, ligada, trabajada. La memoria externa no está disponible para el pensamiento creativo y o la reflexión crítica. Es necesario recordar para poder imaginar o para poder valorar. Incluso sabemos que el uso de algunas formas de tecnología puede tener efectos adversos sobre nuestra capacidad de atención o de autocontrol.
Los últimos desarrollos en marketing basado en inteligencia artificial ponen estos problemas aún más de manifiesto.
Algunos autores (como Harari) advierten de que la cyborgización y los implantes nos harán hackeables. Ya lo estamos siendo (“Getting ready for the next step”, Lumbreras 2018). Las TIC tienen consecuencias sobre la atención (Valkenburg) o la memoria (Sparrow).
¿Hay sentido en una vida virtual?
La vida virtual que proponen algunos de los transhumanistas, ¿sería una vida auténtica?
¿Qué sentido puede tener una vida simulada? Hedonismo inteligente.
Amor
Conocimiento.
Es necesaria una reflexión abierta sobre estos conceptos para abordar los desafíos del transhumanismo.
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