Memorias de Francisca Romero Romero (Alhabia, 1937- )sobre la faena de la uva. Museo de Terque




Corrían los años 1950 en Alhabia, eran los años de mi juventud, años difíciles para todos pero a su vez años felices que hoy recuerdo con mucha nostalgia. El paisaje de mi pueblo era diferente al de ahora, tenía una vega verde llena de parrales. Con el fin del verano, llegaba el tiempo de recoger la uva, el tiempo de la faena. Estos meses tenían algo especial, de ajetreo, trabajo y alegría. A últimos de agosto o primeros de septiembre, corría la voz por el pueblo ¡Han llegado los compradores de uva!. Todos los hombres, jornaleros y propietarios, salían a la plaza o a los bares a ver si les compraban la uva o les llamaban a trabajar.



Las muchachas también buscaban quién las contratase para alguna faena. Las que por suerte estaban en la feria de Almería se venían corriendo. Se echaban casi dos meses de faena. Solían venir compradores de Almería y de Murcia. Por la tarde o la noche se hacían los tratos en los bares. Se vendía la uva a peso o a ojo. Había gente especialista en tasar a ojo los pesos que podía tener el parral. Si se vendía a ojo, se pagaba por adelantado y el vendedor se quedaba tranquilo.

Al principio, la faena se hacía en la propia vega, en los bancales donde se recogía la uva, si había un cortijo se aprovechaba el porche o algún almacén que tuviese. Más tarde, se fueron haciendo las faenas en grandes almacenes, donde se transportaba la uva desde el campo.

Las limpiadoras salíamos del pueblo con nuestra silla, delantal, tijeras, plato o lebrillo pequeño para echar la granuja y nuestro cesto o capaza de avío. En ocasiones, si el dueño no tenía con que llevar la jarcia se repartía entre las limpiadoras y nos hacían acarrear una caja o dos, si había un camión subían a todas apegotás atrás en el cajón lleno de jarcia. Se solía empezar a las 9 de la mañana y se paraba a la 1 para comer, a las 2 nos volvíamos a coger hasta las 6 de la tarde. "En lo alto de aquel cerro / hay un caracol serrano /con un letrero que dice /ya es hora de dar de mano" se cantaba.

Las limpiadoras sentadas en una silla tenían una caja de uva sucia y otra para echar la limpia. Anteriormente cada una se levantaba a tirar la granuja, pero después la costumbre era que un hombre pasara recogiéndola con un cajón. En los almacenes la uva sucia se podía vaciar en una pila y de hay se cogía. Cuando así se hacía, las cajas para la uva limpia se ponían por detrás de la limpiadora. Al limpiar el racimo había que cogerlo con mucho cuidado para que no se rompiera, se le quitaban las podridas, las pequeñillas, las cenizosas, las apedreás o las que tenían el melazo, que era negro y pegajoso. Se tenía especial cuidado en limpiar las uvas atacados por mosco, esas tenían un picazo muy pequeño que a veces se veía poco. Los encargados vigilaban mucho que no se colara ninguna con esta epidemia. 

Los racimos que venían muy apiñados había que mirarlos bien, pues por dentro se le formaban nidos de podridas. También se quitaban las de media luna que era una grietecilla que se le hacia a la uva alrededor del palillo sobre todo cuando llovía. Tampoco se podía embarrilar la uva si estaba algo mojada. Ya limpia, la uva se pasaba a las repasadoras, que iban mirando si había quedado uva picada, sobre todo de mosco. Una vez limpia se volvía a pesar, para ver los kilos justos que debía llevar el barril y se pasaba a envasarlas. Las embarriladoras iban metiendo la uva en los barriles, alternando, capas de serrín de corcho y lechos de uva. Daban golpes al barril con habilidad para que se colara el serrín entre los frutos y así inundara todos los espacios. Junto a la embarriladora se colocaba el serrín de corcho en un orón, del que se iban sirviendo. 

Las más jóvenes de las limpiadoras le pintábamos la marca al barril, o le pegábamos el cromo. Cuando se hicieron cajas, les poníamos los papeles de seda. Para ponerle la marca al barril te lo tumbaban y se le ponía el nombre en la panza y el número del lote, cada lote podía tener 50 o 100 barriles. En la faena de Juan Jurado en Alhabía, recuerdo que estábamos unas 40 limpiadoras, 8 repasadoras y 4 embarriladoras.

Si se estaba cerca del pueblo se acercaban a comer a las casas y si no se llevaban el avío. La comida que se llevaba a la faena solía ser una fritailla o pipirrana, patatas con cebolla, bacalao con tomate, o una tortilla de patatas, entonces los embutidos y las conservas casi nadie los podía costear. Otra comida típica de la faena eran los arenques, se decía en tal tienda han empezado una tina de arenques, y allí acudíamos todas a comprar para el cesto del día siguiente. 

En la hora de la comida, si estábamos en un pueblo forastero, comíamos rápido como los pavos y nos dábamos un paseo por el pueblo, también se aprovechaba para comprar en las tiendas.

A alguna más jovencilla, de vez en cuando les tocaba pasar el pipote por las filas para que bebieran agua. Cuando los dueños eran rumbosos llevaban por las mañanas una botella de aguardiente y una caja de galletas María. Se iba dando una galleta y un trago de aquel aguardiente que rascaba "con la misma copa" a toda la faena.

Cuando las limpiadoras tenían que hacer alguna necesidad se iban levantando por parejas y se perdían por las vegas, para que los cortadores no las vieran, cuando llegaban esas dos se levantaban otras dos y así. A los encargados se les antojaba que tardaban mucho y a veces se irritaban y decían "parece que se os han atrancado los chumbos." Más tarde para evitar que se perdiera tiempo, las echaban a todas sobre las 11 y por la tarde a las 4 y el encargado daba unas palmadas y decía " A la meada, tenéis cinco minutos" y todas salían en desbandada.

En la faena, se pasaba tanto calor como frío. Cuando se hacía en las vegas, en ocasiones, echaban alguna lona sobre los alambres para protegerse, pero otras veces si te cogía en un claro de las parras te pegaba el sol de pleno. También se pasaba frío en los almacenes. Como estabas sentada te liabas las piernas con alguna chaquetilla o te llevabas un brasero que consistía en latas de atún con unas ascuas. Una copla hacía referencia a esto:. "Las mujeres en la faena / todas llevan un brasero / porque dicen que hace frío / y se calienta el lucero". Todos los gastos de la faena corrían a cargo del comprador. Las que más ganaban eran las embarriladoras, después las repasadoras y por último, las limpiadoras. Los hombres ganaban más que las mujeres. Para las jóvenes era una de las pocas oportunidades que tenían de ganar algún dinero durante el año. Este dinero lo empleaban en ropa para ellas y en gastos personales. Se decía este año el dinero de la faena " para el cuerpo" y se compraban unos zapatos, un vestido o un abrigo. Entre todas comentábamos lo que nos íbamos a comprar para el día de la Purísima. Otro año decían "este año pa el cuerpo nada, este año pa el baúl", es decir, se gastaba el dinero en ropa de ajuar, sábanas, toallas o una mantelería que se guardaba en el baúl.

En ocasiones al terminar te echaban un cacharro de granuja para los marranos, como todas teníamos, algunas venían hasta con un saquillo a cuestas. Había mucho ambiente en la faena, lo pasábamos muy bien y nos reíamos mucho entre bromas y coplas. Las limpiadoras les cantaban a las repasadoras y éstas les contestaban, letras de picailla o bromas en las que no se llegaba a ofender. También se le dedicaban algunas a los encargados o a los dueños. Las mas jóvenes les cantaban a las mayores, la copla de la suegra y las mayores a las jóvenes la de la Micaela o la del Polletón. Al terminar la faena se volvía cantando al pueblo. "Las limpiadoras son chuchurrías / quitan las buenas y dejan las podrías. Las empaquetadoras no empaquetan bien, / todos los racimos los ponen al revés. / Oye encargao mira el reloj / no te equivoques que las seis son".

También eran frecuentes en estos días de faena las bromas en las que se buscaba un doble sentido picante con expresiones, como " A mi mujer la tengo con Caparrós". “Fulanico, ¿con quién tienes a tu mujer?" o haciendo un juego entre el corte de la uva y el pene masculino, "fulanico,¿ te la han cortao?", "a menganico se la van a cortar".

Para muchas mujeres el tiempo de la faena era de mucho ajetreo, pues debían compaginar la faena con las tareas de la casa. Muchas de ellas, se levantaban a las 4 o las 5 de la madrugada para traer cántaros de agua o lavar en la fuente a la luz de un candil, hacer la comida o blanquear el rincón. Luego llegaban a la faena con un sueñecico que se quedaban fritas. Recuerdo en la faena de Santiago Martínez, cuando llegaba un taxista de Almería, Miguel Gutiérrez, que traía al dueño. Siempre se daba una vuelta entre las filas de mujeres y les decía " Que, ¿a quién voy a llevar este año?". El taxista apalabra el viaje de novios de las muchachas, que solían pasar la noche de bodas en Almería. Yo fui una de esas muchachas, en 1964 me case y me fui a vivir a Terque, aquel fue mi último año en la faena.

Estos son algunos recuerdos de aquellos días de mi juventud en Alhabía, recuerdos que hoy me vienen cuando voy andando entre sus caminos y cortijos”. 

Memorias de Francisca Romero Romero (Alhabia, 1937- )

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús