¡QUÉ ES INCREENCIA?

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Increencia

Increencia es un concepto muy usado en la actualidad confundido en ocasiones con ateismo pero ambos indican situaciones diferentes. Las autoridades eclesiásticas católicas lo está utilizando en sus escritos, sermones, documentos y así en las conclusiones de la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Cultura de marzo de 2004, títulado “La fe cristiana al alba del nuevo milenio y el desafío de la no creencia y la indiferencia religiosa” se afirma: “La Iglesia hoy tiene que hacer frente a la indiferencia y a la increencia práctica, más que al ateísmo”, o bien en revistas cristianas como el artículo de Michael Paul Galladher , o el de Juan Martín Velasco , etc. se encuentra el término.


Las creencias religiosas son ideas consideradas como verdaderas por quienes profesan una determinada religión comprendiendo ésta no sólo las creencias sino también la puesta en práctica de las mismas, a través de ciertos actos especiales, como son los cultos o los ritos. Por consecuencia, increencia, palabra formada por in, prefijo negativo o privativo latino usada con el mismo valor en castellano junto a la palabra creencia, significa la falta de creencia, y en este caso, falta de creencia religiosa. La increencia es lo opuesto a la convincción sobre algo, a la seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente. Se utiliza este término, cuyo uso es cada vez más habitual frente a otras palabras más matizadas y de carácter más tradicional y militante, como ateísmo o agnosticismo porque su carácter genérico puede permitir un tratamiento mas global del tema y su apariencia es de mayor neutralidad y objetividad.
Todo hombre es creyente e in-creyente a la vez, porque admite y acepta unas creencias y desecha otras. La pregunta es qué hace más plausibles a unas que a otras. La estructura de plausibilidad de una creencia abarca una serie de procesos complejos y heterogéneos, como son los primeros impactos emocionales de la infancia, o la posición social del grupo creyente. Todos estos impactos emocionales sirven de apoyo al mantenimiento de la creencia, y dado que esta relación entre la persona y la creencia es dinámica y cambiante, sería preferible denominarla "sistema de plausibilidad". Los elementos de este sistema pueden estar en cada caso profundamente interiorizados e individualizados, pero los procesos que los reproducen son sociales. Por tanto, toda creencia necesita de apoyo social.
Ya se ha asegurado que toda creencia se opone a una increencia y así Muguerza al esbozar su profesión de fe del increyente escribe:

“… toda increncia habrá de contra- distinguirse respecto de una creencia, que es lo que a mi me lleva a declararme increyente respecto de la fe cristiana y no respecto de una tradición religiosa como el hinduismo…”

El fenómeno de la increncia está hoy muy extendido porque el hombre ya no busca el sentido de la vida en lo trascendente. Los ateos niegan expresamente la existencia de Dios, los agnósticos afirman que nada puede decirse acerca de Dios, los positivistas pretenden explicar todo lo que concierne al hombre desde la ciencia, los indiferentes no tienen ninguna inquietud religiosa, es decir, en el s. XXI, las personas cada vez más se olvidan de Dios para ocuparse simplemente del hombre.
Enrique Tierno Galván, voz de una nueva clase social liberal, progresista y anteclerical surgida en la transición política entre 1970 y 1999, en el libro ¿Qué es ser agnóstico? escribió:

“Los agnósticos aumentan según disminuyen el número de cristianos trascendentes y de ateos. Está más de acuerdo con las condiciones objetivas de nuestro tiempo que se sea agnóstico y no ateo. El ateo es el resultado de una secularización imperfecta, El agnóstico es el testimonio de la madurez de la secularización. Desde el agnósticismo cabe incluso ser cristiano sin trascendencias”.

¿Qué es lo que ofrece ese cristianismo sin trascendencia?, ¿un cristianismo descafeinado, perdiendo la esencia?, ¿ se pretende deslegitimar la fe?, ¿un cristiano sin dios no es una indiferencia?, ¿no sería sólo un cristianismo cultural? Olegario González de Cardedal afirma que Dios no es un juguete roto como pretendía el “viejo profesor”, Dios es personal e infinito, no es un objeto, ni una promesa, ni una idea. Es una posibilidad abierta a todos los hombres, sin imposición ninguna, respetando la libertad de acogerlo o no acogerlo. González de Cardedal también afirma, que si el hombre baja a los senos de su memoria, de sus deseos y de sus experiencias más secretas, sabe que Dios responde a la necesidad de verdad, de justicia, de sentido y de futuro que constituyen nuestras entrañas. Para él todo hombre que baja al fondo de sí mismo sabe de Dios, y quien sabe de Dios a fondo sabe del hombre.
Pero es cierto que actualmente el hombre no baja a esos senos de la memoria, ni de sus deseos, ni de sus experiencias, está ocupado en otros derroteros y ni ataca a Dios ni lo acepta simplemente porque ni se lo plantea. Estos son los indiferentes, los que viven como si Dios no existiera, no dudan de su existencia porque en su pensamiento no hay un sitio para Dios. En el libro “El hombre sin Dios” se lee:

“no hay más que tres clases de personas: unas que sirven a Dios, habiéndole hallado; otras que se ocupan en buscarle, no habiéndole hallado; otras que viven sin buscarle ni haberle hallado. Las primeras son razonables y dichosas; las últimas son locas y desgraciadas; las del medio son desgraciadas y razonables”.

Hoy producen asombro estas palabras porque no son compartidas en el mundo actual; un mundo en el que, según Trías, el hombre de nuestros tiempos sabe que su concepción de la realidad es tan solo una realidad entre muchísimas otras, y que goza de tanto derecho de sentir y hacer según esta concepción, como cualquier otro hombre según la suya. Esto le produce desarraigo, le crea gran tensión que se ve reflejada en las múltiples situaciones de violencia producidas continuamente. Los cambios acelerados provocan cambios psicológicos, morales, religiosos dando más importancia a la inteligencia práctica y olvidando el pensamiento teórico, entre la moral práctica y la conciencia moral. Se busca la libertad, la individualidad y el éxito propio, sustituyendo el conocimiento que se debería adquirir por los métodos científicos por el de los medios de comunicación, consumista de todos los bienes a su alcance y de los avances tecnológicos, afectando a las relaciones sociales. Ante las preguntas cruciales del hombre, o bien ni se las hace, y sí lo hace, no tiene respuestas que le satisfagan produciendo un vacío interior, cayendo en un nihilismo existencial. Y muchos buscan la espiritualidad. La pregunta es qué clase de espiritualidad busca el hombre del siglo XXI.

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