Cambio cultural y religioso en los años 70








A mediados de los años sesenta se produce un cambio cultural y religioso en las culturas de las sociedades occidentales. La Nueva Era y las corrientes revitalizadoras del catolicismo como la Renovación Carismática representan una fuerte crítica al dualismo de la cultura occidental expresado en la distinción, cuerpo/alma, naturaleza /cultura, individuo /sociedad. Nicolaás Viotti escribe:

“En esas alternativas espirituales “ de síntesis ” resulta fuertemente significativo el tono terapéutico focalizado en el confort psicológico, corporal y espiritual, así como una fuerte impronta en los valores del “cambio de vida” y la “experiencia intensa” como ejes de una redefinición de los criterios modernos del bienestar que sintomáticamente resultan comunes tanto al revivalismo católico como al horizonte de la espiritualidad alternativa (Heelas & Woodhead, 2005; McGuire, 1988; Oliveira, 2004; Phillip, 1992)
Prácticas como la imposición de manos, la oración y la “vivencia” del Espíritu Santo son habituales en un contexto de reducción de la distancia con Dios que ofertan las misas de sanación y los grupos de oración carismáticos. Por otro lado, la meditación, las prácticas centradas en la “nueva conciencia del cuerpo” y en el fluir de la Energía, acompañan un movimiento de integración holística que suele articular aspectos de la vida cotidiana con el ecologismo y la “vida sana” en una enorme diversidad de prácticas alternativas que van desde el yoga, las terapias corporales, el neoshamanismo y los heterogéneos saberes de la autoayuda”.

Se pone el énfasis en el valor del individuo, en la intimidad con lo sagrado. El Espíritu Santo para unos o la Energía para otros, resulta un elemento mediador entre los órdenes de lo humano/no humano y resulta un término vinculado a una economía espiritual y moral, igualitarista e inmanente que se focaliza en el bienestar, la intimidad y lo cotidiano.
Juan Carlos Cortez confirma esta pregunta ya que muchas personas se decantan por estas ténicas porque el fenómeno de la indeferencia religiosa como un complejo estado vital el cual involucra principalmente, aunque no exclusivamente, la dimensión afectivo-relacional de la persona, se manifiesta como fruto de una profunda experiencia de vacío y frustración. Este tipo de indiferencia conlleva una incapacidad para distinguir y adherirse a la propuesta religiosa, debido a una «herida del corazón»; que impide a la persona abrirse al sentido de la vida y a la novedad «asombrosa» de Dios.
La indiferencia, el no creyente sin ser militante contra la idea de Dios es el que prolifera, el más extendido en la sociedad occidental, pero a la vez busca la espiritualidad en diversos medios.



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