¿Necesidad de lo "sagrado"?

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Francisco J. Rubio en www.tendencias 21

 La espiritualidad se genera en el cerebro porque las llamadas drogas enteógenas modifican la química cerebral. Esas drogas naturales que se encuentran en la naturaleza y que han servido para acceder a la realidad espiritual, la segunda realidad o la realidad trascendente, modifican la química cerebral y, por tanto, esas experiencias necesariamente tienen que generarse en el cerebro. 

Desde que el ser humano experimentó por vez primera esa “segunda realidad” ha buscado siempre trascender la realidad cotidiana por las razones que antes he expuesto. Y esta búsqueda nunca fue interrumpida, lo que supone que ha sido un rasgo universal que se ha dado en todos los tiempos y en todas las culturas. 

En este sentido hay que mencionar la figura importante en la época en la que los humanos eran cazadores-recolectores, es decir época en la que el ser humano ha pasado más del 90% de su vida sobre la tierra; me refiero a la figura del chamán que, como dice el historiador de las religiones Mircea Eliade, es el especialista en la técnica del éxtasis. 

Mediante técnicas activas, como la percusión de tambores o la danza rítmica, podían entrar en trance. Las técnicas pasivas, también útiles, son el aislamiento, la privación sensorial como por ejemplo la huida al desierto, el ayuno, la meditación o la privación del sueño. Cuando estas técnicas fallaban, el chamán recurría a la droga enteógena. Al chamán se le ha considerado como el mediador entre las dos realidades: la realidad cotidiana y la segunda realidad o realidad espiritual o trascendente. 

Yo he llamado a esa consciencia de la segunda realidad la consciencia límbica, y he supuesto que el cazador-recolector vivía probablemente más tiempo sumido en ese tipo de consciencia. Es la opinión también del filósofo italiano Remo Cantoni, quien en su libro Il pensiero dei primitivi (El pensamiento de los primitivos) hace alusión a la posible existencia en el hombre primitivo de formas de pensamiento que todavía están presentes en el hombre contemporáneo, pero que están relegadas, inhibidas por estructuras cognitivas más modernas. En algunas circunstancias se puede producir una regresión y generarse pensamientos arcaicos. En contraste con la consciencia límbica estaría lo que podemos llamar consciencia egoica, que caracteriza al hombre moderno. 

En el hombre arcaico la tendencia hacia la espiritualidad estaría más marcada que en el hombre moderno. El antropólogo francés Lucien Lévy-Bruhl decía que una característica del hombre primitivo era la participation mystique, la participación mística con los animales y con la Naturaleza en general. 

Desde esos tiempos primitivos, los homínidos han tenido la necesidad de entrar en esa segunda realidad que los ponía en relación con los antepasados fallecidos, los espíritus, los dioses y los demonios. 

Sensación de eternidad y neuroteología 

Consciencia límbica y consciencia egoica, pues, que parecen ser antagónicas por lo que en condiciones normales el acceso a la consciencia límbica no resulta fácil. Pero cuando se accede a ella, la consciencia egoica desaparece y el sujeto se identifica con el universo, la Naturaleza o su dios. 

El escritor francés Romain Rolland, en la correspondencia que mantuvo con el psicólogo vienés Sigmund Freud, sostenía que muchas personas habían tenido esa experiencia espiritual intensa, un sentimiento, decía, que le agradaría designar como sensación de eternidad; un sentimiento como de algo sin límites ni barreras, en cierto modo oceánico. Para Rolland, este sentimiento oceánico tendría el valor de ser la fuente última de la religiosidad. 

Hoy se estudia intensamente el tema de la espiritualidad y la religiosidad en el cerebro y se ha acuñado el término “neuroteología” para ello, término que considero completamente equivocado ya que la neurociencia no busca a Dios en sus estudios sobre el cerebro, sino las fuentes de la espiritualidad. Dios no es ninguna hipótesis científica, ya que según el filósofo austríaco Karl Popper lo que no es demostrable ni falsable no puede ser una hipótesis científica. 

El término “neuroteología” fue acuñado en 1984 por James B. Ashbrook, del Seminario Teológico Evangélico Garret, en Evanston, Illinois, en la revista Zygon. Yo me inclinaría más por llamar “neuroespiritualidad” a este intento de buscar las bases neurobiológicas de las experiencias que llamamos espirituales, místicas, numinosas, divinas, religiosas o trascendentes. 

Antes mencioné el hecho de que la consciencia límbica y la consciencia egoica parecen estar reñidas en el sentido de que la consciencia egoica parece inhibir la consciencia límbica. Efectivamente, el acceso a la consciencia límbica no es fácil y ya hemos hablado de las diversas técnicas que el chamán necesita para poder acceder a ella. También en la filosofía oriental se dice que para acceder a la segunda realidad es necesario eliminar el yo y de esta manera poder desinhibirla. 

Si consideramos la evolución de nuestro cerebro, el sistema límbico o cerebro emocional es filogenéticamente más antiguo que la corteza cerebral. Y aunque hay actividades corticales que no van acompañadas de consciencia, se considera que esa consciencia egoica está ligada a la actividad de ciertas estructuras corticales. 

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