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Gaudí, el “arquitecto de dios”

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“Un signo visible del Dios invisible”. Así definió Benedicto XVI el significado profundo de la Basílica de la Sagrada Familia, el templo y símbolo de la ciudad de Barcelona, que visitó y consagró en noviembre de 2010 y que desde la inspiración de Antoni Gaudí, su creador, sigue cobrando hoy altura. El objetivo actual es completar la construcción del singular templo de piedra en 2026, año del centenario de la muerte del arquitecto catalán, cuya dimensión espiritual también avanza en el Vaticano. La Congregación para las Causas de los Santos tiene en estudio el proceso de beatificación y prepara la Positio, el estudio sobre la vida, la práctica de las virtudes y la fama de santidad de Gaudí, que determinará si el llamado “arquitecto de Dios” será proclamado beato, paso previo a la santidad.
Con ese fin trabaja la Asociación Pro-Beatificación de Antoni Gaudí, constituida en 1992 en Barcelona y encabezada por el arquitecto José Manuel Almuzara Pérez, que impulsa la difusión de la obra del arquitecto catalán. Gaudí dedicó 43 años de su vida a la construcción del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Los últimos diez años, incluso, vivía allí mismo para supervisar directamente las obras. Introdujo como novedosa concepción alusiones a la naturaleza, a través de la representación de animales y plantas, como una advertencia de que “nada de este mundo nos resulta indiferente”, proclama que hoy el papa Francisco mantiene viva en su encíclica Laudato si, el documento programático de su pontificado.
La causa de beatificación fue iniciada por un grupo de laicos animados por el padre Ignacio Segarra, doctor en derecho canónico e ingeniero industrial, fallecido en 2003. Mientras predicaba un retiro en Riudoms, durante la Semana Santa de 1992, en tiempos en que el papa Juan Pablo II llamaba a promover la vida de laicos como modelos de santidad, el sacerdote leía en sus ratos libres una biografía del singular arquitecto, escrita por su amigo Josep M. Tarragona, y se preguntaba: “¿Cómo es posible que nunca se haya intentado iniciar el proceso de beatificación de Gaudí, ese catalán cristiano que vivió en grado heroico las virtudes humanas y cristianas?”. Segarra dio el puntapié inicial y, así, surgió un proceso que la Iglesia de Barcelona acompañó, a través de los sucesivos arzobispos.
El proceso de beatificación superó en pocos años la fase diocesana en Barcelona y Gaudí fue proclamado siervo de Dios. Hoy se tramita en la Congregación de las Causas de los Santos, en el Vaticano.
“Actualmente se está revisando la Positio, el estudio sobre la vida, la práctica de las virtudes y la fama de santidad. Una vez concluida e impresa, se entregará a la Congregación y será sometida, primero, al estudio de los consultores historiadores y, luego, a los teólogos”, explicó el padre Josep M. Blanquet, que sigue la marcha del proceso por encargo del arzobispo de Barcelona, cardenal Juan José Omella. El arzobispo Omella encomendó a la Asociación Pro Beatificación poner sobre la mesa “los profundos valores espirituales y la fe de Gaudí”.
Su antecesor y hoy arzobispo emérito de Barcelona, el cardenal Lluís Martínez Sistach, acompañó a Benedicto XVI en la consagración de la Sagrada Familia como basílica menor en la visita de 2010 y dedicó un detallado libro a mostrar cómo el templo es en sí mismo un ícono para la Iglesia del siglo XXI y “un diálogo entre fe y cultura”.
Un gran místico
“Francisco nos dijo que Gaudí era un gran místico y nuestra premisa es hacerlo conocer cada vez más como arquitecto, como cristiano y como hombre”, resumió Almuzara, confiado en el avance del proceso de beatificación.
La asociación que preside Almuzara, un auténtico trotamundos “gaudiano”, recurre a conferencias, exposiciones, publicaciones y recopilación de testimonios y gracias recibidas por intercesión del genio catalán para difundir la doble dimensión espiritual y artística del “arquitecto de Dios”. Cerca de la tumba de Gaudí, en la capilla de la Virgen del Carmen emplazada en la cripta del templo, se reciben donaciones de los visitantes, a través de una alcancía. Más de 5 millones de personas visitan anualmente la basílica (15.000 por día) y se contagian del clima religioso que envuelve a la más emblemática obra del artista catalán.
Gaudí nació en Reus (provincia de Tarragona), el 25 de junio de 1852, y al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial, si bien algunos autores ubican su nacimiento en Riudoms, distante cinco kilómetros, donde su padre, que ejercía la profesión de calderero, tenía una modesta finca. De niño tuvo una salud débil y sufrió de fiebre reumática. A los 24 años había perdido a tres de sus hermanos menores y a su madre, lo que lo llevó a forjar su temple. Cursó el bachillerato con los Padres Escolapios de Reus y en 1868 se radicó con su hermano Francesc en Barcelona, ciudad que atravesaba un proceso de transformación. No sin esfuerzo, se graduó de arquitecto y aún antes de recibirse participó de un proyecto para restaurar el Monasterio de Poblet, junto con sus compañeros Josep Ribera y Eduard Toda.
Gaudí frecuentaba a sacerdotes y obispos que reflejaban el pensamiento más avanzado en la Iglesia de su tiempo, como José Torras i Bages, de la diócesis de Vic; Pedro Campins Barceló, de Mallorca; y Juan B. Grau Vallespinos, de Astorga, según narra Juan Bassegoda Nonell, director de la Cátedra Gaudí entre 1968 y 2000. Así fueron surgiendo obras de carácter religioso, como el Colegio Teresiano (1888), el Palacio Episcopal de Astorga (1887-1893) y la capilla de la Colonia Güell (1898), entre otras creaciones arquitectónicas, a lo que sumó luego su participación en la restauración de la Catedral de Mallorca (1903-1914), para adaptarla a la nueva liturgia. Entre 1881 y 1890 colaboró con el arquitecto Joan Martorell en la fachada de la Catedral de Barcelona y en la iglesia de los jesuitas, sobre la calle Caspe. Además, intervino en el diseño de un templo para el monasterio benedictino de Villaricos, en Almería.
Gaudí utilizó las cruces de cuatro brazos en una torre de 35 metros en la casa de campo de Bellesguard (1909) y en la Casa Battló (1907), donde incluyó los anagramas de José, María y Jesús, la Sagrada Familia, entre otras referencias a la Biblia y a la tradición cristiana incluidas en su obra. La Casa Milà, conocida como La Pedrera, conserva grabadas en sus columnas leyendas marianas inscriptas por su creador, en una esquina del Passeig de Gracia.
El artista fue considerado en su tiempo un innovador. Comenzó a los 31 años, en 1883, su obra cumbre, aún inconclusa: el templo de la Sagrada Familia. Al tomar a su cargo el proyecto del arquitecto Francisco del Villar, comenzó con los trabajos de la cripta, a la que le imprimió un estilo neogótico inconfundible, tarea que le demandó nueve años. En 1891 se iniciaron las obras del ábside, un conjunto consagrado a la Virgen María, y en 1899 se colocaron las primeras esculturas de ángeles en la fachada del Nacimiento de Jesús. El frente que evoca la Pasión comenzó a levantarse en 1954 y 20 años después se colocaron los campanarios de este sector. En 1986 se avanzó con las naves y luego llegó el turno de la bóveda central. En 2002 comenzaron los trabajos de la fachada de la Gloria, proyectada por Gaudí como la “más grande y monumental”.
Comprometido con la fe
Con los años, Gaudí desarrolló el hábito de la comunión diaria y los ayunos cuaresmales. En 1894, el obispo Torras i Bages le impidió continuar un ayuno de 40 días, con el argumento de que debía preservar su salud. Eran continuas, además, sus visitas a la Catedral de Barcelona y al Oratorio de San Felipe Neri, donde conversaba con su director espiritual, el padre Agustín Mas. Por las singulares características de sus obras, incorporadas al estilo cultural de Barcelona, Gaudí estaba convencido de que “la curva es la línea de Dios y la recta, la de los hombres”.
El arquitecto Almuzara y su equipo reunieron testimonios que reflejan la fuerte conmoción que suscitó la accidentada muerte de Gaudí, el 10 de junio de 1926, tres días después de ser atropellado por un tranvía, cuando salía del templo de la Sagrada Familia rumbo al oratorio de San Felipe Neri, cerca de la Plaza Urquinaona. Fue llevado al Hospital de la Santa Cruz, un centro asistencial de beneficencia cristiana. Más de 3000 personas acompañaron el cortejo que lo despidió, entre los que se destacaban obreros que trabajaban en la construcción del templo y alumnos de la Escuela de Arquitectura.
El mismo año de su muerte, una editorial de Barcelona publicó el libro Antoni Gaudí. La seva vida. Les seves obres. La seva mort (“Antoni Gaudí. Su vida. Sus obras. Su muerte”), que reunía textos de 17 escritores sobre el genial artista catalán. El historiador y religioso español Manuel Trens, director del Museo Diocesano, lo bautizó allí “el arquitecto de Dios”. Y Josep Francesc Raffols argumentó que “fuera de la fe, Gaudí siempre sería incomprendido”.
Llamado “arquitecto genial y cristiano consecuente” por Benedicto XVI, Gaudí apenas pudo ver una de las 18 torres que planificó en el diseño de la Basílica de la Sagrada Familia, cuya construcción está hoy terminada en un 70 por ciento.
Para el año 2022 está previsto que se complete la torre dedicada a Jesucristo, que tendrá una altura de 170 metros y superará los 157 metros de la Catedral de Colonia (Alemania), los 137 metros de la Basílica de San Pedro (Vaticano) y los 110 metros de la Catedral de Saint Paul (Londres). También se avanzará para terminar ese año las torres que honrarán a la Virgen María y a los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Cuatro años más tarde, en 2026, se aspira a colocar las últimas piedras de la fachada principal y las torres dedicadas a San Pablo, San Pedro, Santiago y Andrés, a cien años de la muerte del creador de la basílica.

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