Comentario al Texto de San Juan Crisóstomo

2º Texto San Juan Crisóstomo.
De los Seis sermones sobre el Sacerdocio. Libro 4º Dios elige a sus sacerdotes
1.- La Gracia que se le confiere al Sacerdote
Porque si alguno considerase atentamente lo que en sí es, el que un hombre envuelto aún en la carne y en la sangre, pueda acercarse a aquella feliz e inmortal naturaleza; se vería bien entonces, cuán grande es el honor que ha hecho a los sacerdotes la gracia del Espíritu Santo. Por medio, pues, de éstos se ejercen estas cosas y otras también nada inferiores, y que tocan a nuestra dignidad y a nuestra salud. Los que habitan en la tierra, y hacen en ella su mansión, tienen el encargo de administrar las cosas celestiales y han recibido una potestad que no concedió Dios a los ángeles ni a los arcángeles. Porque no fue a estos a quienes se dijo: "Lo que atareis sobre la tierra, quedará también atado en el cielo, y lo que desatareis, quedará desatado." Los que dominan en la tierra tienen también la potestad de atar, pero solamente los cuerpos. Mas la atadura de que hablamos, toca a la misma alma y penetra los cielos, y las cosas que hicieren acá en la tierra los sacerdotes, las ratifica Dios allá en el cielo, y el Señor confirma la sentencia de sus siervos.
¿Y qué otra cosa les ha dado, sino toda la potestad celestial? "De quien perdonareis, dice, los pecados, le son perdonados, y de quien los retuviereis, les son retenidos." ¿Qué potestad puede darse mayor que ésta? "El Padre ha dado al Hijo todo el juicio." Pero veo que toda esta potestad la ha puesto el Hijo en manos de éstos. Como si hubieran sido ya trasladados a los cielos, y levantándose sobre la humana naturaleza, y libres de nuestras pasiones, así han sido ensalzados a tan gran poder.
Fuera de esto, si un rey hiciese tal honra a uno de sus súbditos, que a su voluntad encarcelase, o por el contrario librase de las prisiones a todos los que quisiese, ¿no sería éste mirado como feliz, y con respeto por todos? ¿Y el que ha recibido de Dios tanta mayor potestad, cuanto es más precioso el cielo que la tierra, y las almas que los cuerpos, podrá parecer a algunos que ha recibido una honra de tan poca consideración, que pueda, ni aun pasarles por el pensamiento, que a quien se confiaron estas cosas, pueda despreciar el beneficio? ¡Oh, vaya fuera semejante locura!
Lo sería, sin duda, manifiesta el despreciar una dignidad tan grande, sin la cual no podemos conseguir, ni la salud, ni los bienes que nos están propuestos. Porque ninguno puede entrar en el reino de los cielos, si no fuere reengendrado por el agua, y por el espíritu. Y aquél que no come la carne del Señor, y no bebe su sangre, es excluido de la vida eterna. Ni todas estas cosas se hacen por medio de algún otro, sólo por aquellas santas manos, quiero decir, por las del sacerdote, ¿Cómo, pues, podrá alguno, sin estos, escapar del fuego del infierno, o llegar al logro de las coronas que están reservadas?
Estos pues son a quienes están confiados los partos espirituales y encomendados los hijos que nacen por el bautismo. Por estos nos vestimos de Cristo y nos unimos con el Hijo de Dios haciéndonos miembros de aquella bienaventurada cabeza. De modo que para nosotros justamente han de ser más respetables, no sólo que los potentados y reyes, sino aun que los mismos padres. Porque estos nos han engendrado de la sangre y de la voluntad de la carne, pero aquéllos no son autores del nacimiento de Dios y de aquella dichosa regeneración de la verdadera libertad y de la adopción de hijos según la gracia.




Comentario:
San Juan Crisóstomo nació en Antioquía en el siglo IV, en el año 347 mueriendo a la edad de 60 años. Es uno de los cuatro grandes padres de la iglesia de oriente, nombrado Doctor de la Igleisa. Hombre de gran cultura y férreo liderazgo,se llama así, boca de oro, por ser un magnifico orador tanto en sus discursos, como en las denuncias de los abusos de las autoridades y del clero. Es patrono de los predicadores.
Su padre, oficial del ejercito murio despues de su nacimiento y su educación fue realizada por su madre que era cristiana. Se hizo eremita pero por su escasa salud le obligaron a volver a Antioquía, donde fue ordenado sacerdote, y patriarca de Constantinopla y dedicó sus esfurzos a reformar el clero, con poco tacto, por lo que obtuvo muchos enemigos, por lo que fue destituido y deportado.
Para San Juan el sacerdocio es un servicio, dado por Dios gratuitamente, es el más honorable de las profesiones mundanas porque es un ministerio digno de los ángels, instituio por el Espíritu Santo, de carácter sagrado con poder de celebrar la divina liturgia y perdonar los pecados, pero un hombre con fe y gracia divina que necesita esfuerzo humano y santidad de vida. No puede vivir para sí, sino al servicio de la iglesia por la misión encomendad.
Por se ejemplo de su rebaño, tiene que tener madurez y sabiduria , abstinencia, cultura, espíritu de sacrificio, salud fisica y espiritual
Afirma que el poder del sacerdocio no sólo no ofrece alegría, sino que es una esclavitud extrema. En la práctica, el sacerdote sufre como el peor de los siervos. Eso fue un reflejo de la experiencia personal. Por lo tanto, él sugiere que el candidato imagine previamente la grandeza de las responsabilidades y de las dificultades que lo están esperando. La pastoral de las almas, su cuidado, la organización de la Iglesia y su servicio, requieren varios dones espirituales de parte del candidato.
Este Padre destacó por su manera de predicar y también por sus numerosos escritos. Esta producción literaria es extraordinariamente amplia y está compuesta fundamentalmente por sermones, aunque comprende también algunos tratados de importancia considerable y no falta un buen número de cartas. Con respecto al sacramento del Orden, fue constante lucha contra la relajación moral del clero y su concepto sobre este ministerio.
Al comentar el pasaje de Hb 7, 11-28 remarca el sacerdocio eterno de Cristo al afirmar que «si aquel sacerdocio levítico ya era ineficaz, estaba rechazado; en cambio, éste, de Cristo, permanece, puesto que es vigoroso.
Son constantes sus reflexiones que muestran el sacerdocio como un gran don. Se trata de algo tan sublime pues viene del mismo Dios. Para los Padres no hay duda alguna en enseñar que la dignidad sacerdotal se fundamenta en la identificación con Cristo. En este sentido, en la obra de San Juan Crisóstomo confiesa con sinceridad por qué rechazó en un primer momento la ordenación. El motivo era su profunda conciencia de que el sacerdote debe ser santo pues es «embajador de Dios». Dice San Juan Crisóstomo: «Tanto es mayor el empeño y perfección que el trato con Dios requiere. Porque ¿qué tal ha de ser aquel que está constituido embajador ante Dios de una ciudad entera? ¿Y qué digo de una ciudad? De toda la tierra es embajador, y por los pecados de todos ruega el sacerdote a Dios, no sólo por los de los vivos sino también por los de los difuntos, a fin de que a todos sea propicio» .
San Juan Crisóstomo explica con sinceridad la conciencia que tuvo de su propia miseria: «Una vez que pusiera manos a mi ministerio, aun cuando lo desempeñara como un ángel, no bastarían fuerzas humanas para responder a las críticas de cada día; no digamos si por mi inexperiencia y poca edad me viera forzado a cometer mil errores. Pero también de esa acusación he librado ahora a mis electores, como de haber aceptado los hubiera expuesto a mil baldones. Pues ¡qué no se hubiera dicho sobre el caso! Las cosas más altas y veneradas han sido puestas en manos de chiquillos sin conocimiento» .
San Juan Crisóstomo exhorta así a los sacerdotes: «Hagamos todo lo posible para tener el Espíritu Santo en nosotros, para poder ejercer con todo cuidado la gracia que se nos ha confiado a nosotros: actuar los misterios. Grande es la dignidad del sacerdote: A quienes perdonéis los pecados, Dios se los perdonará (Jn 20, 23). Por eso, decía Pablo: obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos (Hb 13, 17), para que de este modo les manifestéis el máximo respeto. Cuida tú de tus cosas y si dispones de ellas correctamente, no te importará la opinión de los demás: si el sacerdote desempeña correctamente su vida, pero no se preocupa con suma diligencia de tu vida y la de todas las almas a él encomendadas, irá con los malos al infierno. Muchas veces el sacerdote claudica, no por su vida sino por causa de vidas ajenas, a no ser que cumpla con todos los deberes que le incumben. Considerando todos esos peligros, procura tratarles con suma benevolencia. Esto significan las palabras de Pablo: Tienen que cuidar de vosotros (Hb 13, 17) y no superficialmente, sino como quienes tienen que dar cuenta a Dios (Hb 13, 17)» .
El Santo Padres enfatiza que el sacerdote debe destacar por la práctica de las virtudes. Esto será un gran estimulo para los fieles. Así como los vicios de los sacerdotes causan un gran daño al pueblo de Dios; al contrario, sus virtudes hacen un gran bien a los fieles. Por eso, San Juan Crisóstomo señala: «Así pues, al modo que las virtudes de los sacerdotes aprovechan a muchos como una exhortación viva a la imitación, así sus defectos favorecen la tibieza en la práctica de la virtud y nos hacen aflojar en el esfuerzo que exige la vida de perfección. De ahí la necesidad de que por todas partes brille la belleza de su alma, para que pueda juntamente alegrar e iluminar las almas de los que los miran» .
De estos texto se comprende la influencia de San Juan Crisóstomo en la teología del sacramento.

El texto presentado es del libro IV de los VI sermones sobre el Sacerdocio, y comenta la gracia que se le confiere al sacerdote
Las idea esenciales del texto son:
1º Excelencia del sacerdocio; Un hombre que puede acercase a la inmortal naturaleza.
2º Es por la gracia y la elección del Espíritu Santo.
3º Tiene el encargo de administrar las cosas celestiales, expresa la misión que tiene.
4º Importancia de la confesión: “atar y desatar”.
5º Si Dios elige a un hombre para darle este honor, es una locura rechazarlo.
6º Importancia del sacerdote en la salvación de los hombres.
7º Por los sacerdotes recibimos el bautismos y nos unimos a Cristo- Cabeza.

Todas estas ideas, de plena actualidad, forman parte de la Tradición y son ratificadas en el concilio de Trento, formando parte del cuerpo doctrinal de la iglesia

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