Las alegorías de la Fe en el arte occidental

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L. M. Akerman, Las alegorías de la Fe en el arte occidental,  en ATeo, 20 54  (2016) 807-831. 

 La alegoría da forma tangible a una abstracción, es decir, hace visible aquello que es sólo conceptual. Representación de lo invisible, la alegoría nace con el fin de ejemplificar y suele abrigar una intención didáctica.En la historia del arte, se entiende por alegoría a la figura humana que transmite un concepto abstracto. Las alegorías son a menudo figuras femeninas provistas de atributos que contribuyen a identificarlas. (La Justicia, la Muerte...)

En la mitología griega, Pistis  era el espíritu femenino de la Confianza y la Lealtad. Aunque diosa menor, ella pertenecía a un grupo de personificaciones tales como Elpis (Esperanza), Sofrosina (Prudencia) y Carites (las Gracias). Dichas divinidades eran asociadas a la honestidad y la armonía en el ámbito social. Según el mito clásico, Pistis era un espíritu bueno, pero se escapó de la caja de Pandora y huyó al Olimpo, abandonando así la humanidad.

Pistis, por otra parte, fue introducida como Fides en la cultura romana. El Cristianismo,  ligó la idea de Pistis a cuestiones relativas a la Fe.

En Europa, el arte cristiano medieval recurrió frecuentemente a un par de alegorías teológicas al que se conoce en latín como Ecclesia y  Synagoga. En el siglo IX  solían aludir a disputas teológicas entre la Fe católica y la Fe mosaica. Ecclesia colecta en un cáliz la sangre que emana del cuerpo de Cristo. Synagoga suele observar a Jesús en la cruz, aunque en algunos casos mira en otra dirección o se aleja, evitando así ver lo que sucede en el Gólgota. Las representaciones de Ecclesia et Synagoga son numerosas. Comprenden estatuas, vitrales, relieves, manuscritos miniados, objetos litúrgicos, tallas, murales, tapices, mosaicos y pinturas. Más de setenta representaciones del par en cuestión han sobrevivido hasta hoy. Algunas de ellas fueron y continúan siendo restauradas. Existen registros históricos de ellas y no pocas réplicas.

En el siglo XII, el par alegórico tiende a expresar la “teoría de la substitución”, que sostiene que un nuevo pacto  establecido tras la muerte de Jesús en la cruz, por el cual Ecclesia reemplaza a Synagoga. En el arte europeo medieval, Synagoga representa el Judaísmo, mas interpretado como la “antigua” alianza con Israel, mientras que Ecclesia simboliza el Cristianismo, entendido como el nuevo pacto, que queda establecido al morir Jesús en la cruz.

Ambas figuras femeninas son generalmente bellas y elegantes, pero la actitud corporal y atributos de cada una comunican ideas opuestas. Ecclesia aparece erguida y segura de sí misma. Synagoga, cuya actitud corporal, abatida y cabizbaja, transmite pérdida y frustración; ambas transmiten un mensaje de desencuentro y antagonismo. En el arte eclesiástico, la venda que cubre los ojos de Synagoga se supone que indica tanto su “ceguera espiritual” ante “el verbo hecho carne” como su propia incapacidad de percibir la “luz que emana del Evangelio”.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y conociéndose ya la magnitud de ese factor histórico decisivo que fue “la atrocidad sin precedentes de la Shoá” (el asesinato de dos tercios de las comunidades judías europeas en manos de los nazis y sus colaboradores), las autoridades de la Iglesia católica, reunidas en el Concilio Vaticano II, elaboraron un documento fundamental para la reanudación de las relaciones entre el Catolicismo y el Judaísmo. Aprobada en octubre de 1965 por amplia mayoría de votos, la declaración Nostra Aetate promueve desde entonces el diálogo entre ambos credos y toma como punto de partida el respeto mutuo y la cooperación interreligiosa.
Consistentes con los contenidos de la declaración Nostra Aetate, estas premisas son evocadas en Synagoga y Ecclesia de Nuestro Tiempo. Realizada en estilo clásico, la obra de Koffman consta de dos alegorías de la Fe, ambas sedentes y augustas en carácter. Cada una de ellas porta su respectiva corona. En su regazo, Synagoga presenta abiertos los rollos de la Torá. Por su parte, Ecclesia exhibe, también abierto, el libro del Evangelio,  como auténticas compañeras de estudio. La proximidad de las figuras es aquí celebrada por una distendida actitud corporal que sugiere a su vez una relación cordial y armoniosa. Cada una de las alegorías se interesa por el texto portado por su compañera. La posición de los rostros de ambas, así como aquella de los soportes donde figuran sus Textos Sagrados, contribuyen todos a comunicar que Synagoga se interesa por el Evangelio en tanto que Ecclesia vuelve su mirada en dirección a la Torá. Realizada para el aniversario de la declaración Nostra Aetate, la escultura Synagoga y Ecclesia de Nuestro Tiempo celebra el reencuentro de quienes creen en la palabra de Dios y dialogan a partir de la amistad y el respeto mutuo. Durante su visita pastoral a los Estados Unidos, el Papa Francisco meditó ante esta imagen y la bendijo ante una multitud, conmovida por tan noble gesto.
El autor al comentar esta obra la pone como ejemplo entre  el diálogo interreligioso porque  la obra le recuerda al espectador que católicos y judíos no son ya ajenos, sino que comparten logros pasados y desafíos tanto presentes como futuros.


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