Redefinición de la práctica jurídica y auge de la ciencia

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Nuestro mundo sería impensable sin la Biblia y sus intérpretes

(National Review)-

 Publicado por George Weigel en National Review.


El cristianismo reconfiguró la práctica jurídica y la orientó en la dirección que hoy reconocemos en el Occidente democrático. Al insistir en que los veredictos se basen en las evidencias más que en las pruebas físicas o en el testimonio de los familiares, los concilios eclesiásticos del primer milenio, como varios de los Concilios de Toledo, redefinieron el derecho penal de una manera que apunta a las normas de justicia y a los conceptos de jurisprudencia que esperamos en las sociedades democráticas del siglo XXI.

Los concilios eclesiásticos del primer milenio también condenaron la idea de que el mundo natural era la morada de los espíritus o semidioses. Este juicio teológico tuvo importantes implicaciones para el desarrollo de la ciencia. Si el mundo natural no está misteriosamente ordenado (y desordenado) por diversos poderes sobrenaturales, sino que se comporta según sus propias leyes naturales, entonces está abierto a un riguroso examen empírico: el tipo de examen que hizo posible lo que más tarde se conocería como el método científico. (A algunos les parecerá curioso que dos de las ideas científicas más importantes de los últimos siglos -la teoría genética moderna y la teoría del big-bang sobre los orígenes del universo- se iniciaran con el trabajo de sacerdotes católicos: el monje agustino checo Gregor Mendel y el belga Georges Lemaître. Sin embargo, esto no tiene nada de extraño. Lejos de ser el enemigo de la ciencia -una patraña promovida por muchas leyendas negras- el cristianismo ayudó a hacer posible lo que conocemos como «ciencia» al desacralizar el mundo natural).

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