LOS RETOS DE LAS CIENCIAS A LA CONCEPCIÓN CRISTIANA DE LO HUMANO



CARLOS BEORLEGUI, LOS RETOS DE LAS CIENCIAS A LA CONCEPCIÓN CRISTIANA DE LO HUMANO

ESTUDIOS ECLESI.STICOS, vol. 97, n.m. 381-382, septiembre 2022, 395-421, ISSN 0210-1610, ISSN-e 2605-5147

DOI: 10.14422/ee.v97.i381-382.y2022.004




RESUMEN: La idea que los humanos tenemos de nosotros mismos ha ido cambiando de forma continua, debido a la acumulación de conocimientos que nos aportan las diferentes áreas del saber, sobre todo las ciencias. Frente a quienes defienden que los avances científicos están suponiendo un desmoronamiento del modelo antropológico cristiano, este trabajo defiende que los enfrentamientos y discrepancias no se dan tanto entre las ciencias y la teología cristiana, sino entre interpretaciones filosóficas reduccionistas de los datos científicos y las afirmaciones centrales del ideal cristiano del ser humano. Así m.s que darse un conflicto irresoluble entre ciencia y fe, entre ellas se da un di.áogo fructífero, que las purifica y enriquece.

PALABRAS CLAVE: ciencia; teología; conflicto; contraste; convergencia; emergentismo




CONCLUYENDO

La primera evidencia a la que llegamos, tras las reflexiones anteriores, es que los conflictos y desencuentros entre los avances científicos y la concepción cristiana de lo humano hay que situarlos no tanto entre ciencia y teología, sino entre ciertas interpretaciones filosóficas de los datos científicos y las propuestas teológicas. De ahí  que los diversos investigadores científicos llegan a conclusiones muy diferentes a partir de datos cient.íicos similares, proponiendo posturas encontradas (conflicto, el contraste y la convergencia) al conjugar la ciencia con la antropología filosófica y la fe. 
Si la primera postura se inclina por el enfrentamiento radical entre ciencia y fe, y la segunda defiende la no oposición entre ambas, al situarlas en niveles de realidad y de comprensión diferentes, la tesis de la convergencia considera que en la relación entre ciencia, filosofía y teología hay que conjugar la distinción entre sus enfoques epistemológicos con su necesaria complementariedad y diólogo.

Así, a la hora de entender la historia de la vida y del universo, y el puesto de los humanos en ella, la convergencia se desmarca tanto de la concepción mecanicista cerrada, propia de la teoría del conflicto, como de la tesis de un diseño inteligente divino cerrado, como propone la postura del contraste, para proponernos la historia del universo y de la vida como un relato dramático abierto, en proceso de realizaciçon.

 Eso significa que el universo se halla en una creación continua, como la ciencia actual nos indica, dejando en los humanos mucha tarea por delante. Esta sería la versión que J. F. Haught da al principio antrópico narrativo que, en armonía con los datos cientíicos, considera que .nuestro universo es una mezcla exquisita de accidente, reglas gramaticales predecibles y tiempo, los tres elementos esenciales de cualquier relato. 
Lo que esto significa es que el universo sigue lo que podríamos denominar el “principio antrópico narrativo” (PAN).
 En esta interesante y plausible interpretación del universo, se nos hace ver la conjunción de accidente, ley y tiempo, de forma que la ciencia y la fe se presentan como dos formas diferentes, pero no excluyentes, de leer e interpretar el sentido del relato cósmico, con la vida y los humanos dentro. La ciencia investiga, siguiendo la propuesta de J. F. Haught, el alfabeto, el vocabulario y la gramática narrativa., mientras que la fe y la teología .buscan el sentido del relato.

En definitiva, es evidente que la idea que tenemos de la condición humana, tanto desde las ciencias como de la filosofía y la fe ha ido cambiando sin cesar a lo largo de los siglos.
 Esto ha producido .últiples tensiones entre los diversos saberes con los que los humanos se esfuerzan por clarificar y definir su identidad. Pero está claro que, en medio de estos cambios y tensiones, la concepción cristiana de lo humano, en su núcleo más esencial, no es incompatible con los avances de las ciencias, sino que más bien el diálogo abierto con ellas y con las diversas propuestas filosóficas que se suscitan, le está sirviendo para afianzar lo que llamábamos la dimensión funcional de la imagen cristiana de lo humano, al mismo tiempo que para actualizar y clarificar la base óntica, esto es, las mediaciones científicas y filosóficas en las que necesita apoyarse y consolidarse. Desde este punto de vista, es evidente que la relación entrciencia, filosofía y teología no solo no es incompatible, sino necesaria y una ocasón de mutuo enriquecimiento.






En palabras de Juan Pablo II al jesuita G. Coyne, siendo director del Observatorio Vaticano: "La ciencia puede purificar a la religión del error y la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de la idolatí.a y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer".: cita tomada de Leandro Sequeiros. .Puede un cristiano ser evolucionista?, o. c., p. 17.

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