Liibertatis Nuntius. Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación

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Liibertatis Nuntius

Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación 

Dada el día 6 de agosto de 1984 siendo perfecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe el Cardenal Ratzinger y el secretario Alberto Bovone y aprobada por Juan Pablo II.



Consta de una introducción, 11 apartados para terminar con una conclusión donde se recoge lo fundamental del mensaje evangélico.

En la Introducción  se empieza afirmando que el Evangelio es un mensaje liberador sobre todo de la esclavitud del pecado, aunque también de todas las esclavitudes de orden cultural, económico, social y político. Es necesario advertir que algunos caen en la tentación de olvidar lo esencial por lo que es imprescindible reflexionar para descubrir lo importante de lo secundario, para no caer en desviaciones. Afirma esta instrucción que la preferencia por los pobres es una premisa de la vida cristiana. 

Hoy hay una aspiración en todos los pueblos de liberación, que es un deseo universal, sobre todo en aquellos pueblos que conocen el peso de la miseria, basada en la dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, por lo que existe la exigencia de una vida fraterna, justa y pacifica. Existe una aspiración en los hombres de asegurar el mínimo de bienes para su dignidad humana, no tolerándose la profunda desigualdad entre ricos y pobres y la iglesia ha denunciado esta falta de justicia así como la carrera de armamentos que la agrava.

Esta aspiración debe ser iluminada y guiada, ya que hay muchos movimientos políticos y sociales que se nombran portavoces de estos colectivos pero que están atrapados en ideologías que en ocasiones van en contra de la dignidad humana.

Se debe considerar la liberación como un tema cristiano y en consonancia con esta aspiración surge la conocida Teología de la liberación, con un compromiso por la justicia proyectada a los pobres y las víctimas de la opresión, aunque en estas teologías hay posiciones diversas. 

Estas aspiraciones de liberación tienen un fundamento bíblico, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, siendo Cristo el que nos ha librado del pecado y de todas las esclavitudes. Así mismo en las narraciones del Éxodo, en los Profetas, en la bienaventuranzas. Pero la máxima liberación es la del pecado. 

El magisterio de la Iglesia ha respondido al desafío de la opresión y el hambre, recordando numerosas veces el contenido de la Revelación, en encíclicas, en los Sínodos de los obispos, en numerosos Episcopados, siempre apoyándose en la verdad sobre Jesucristo, sobre la Iglesia y sobre el hombre.

No se puede olvidar la labor de numerosos cristianos  en ayudar a los más necesitados, sin que la urgencia de esta empresa haga perder de vista lo esencial, que es la evangelización, ya que si sólo se entiende en su sentido económico y político se quedaría en un evangelio terrestre, siendo la autentica teología de la liberación la que está enraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada. 

En este documento se trata sólo de la teología de la liberación que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia que corrompe el compromiso inicial de los pobres.

Una vez sentado el objetivo se analiza el método seguido por ciertos cristianos que es refugiarse en el análisis marxista, que tiene los instrumentos preparados para aplicarlos al Tercer mundo y a la America Latina, para realizar el estudio científico de las causas estructurales de la miseria, ya que el conocer la situación es una señal de seriedad de compromiso. Pero cuando se habla de estudio científico en ocasiones es necesario examinar la naturaleza epistemológica, que es precisamente lo que le falta a la teología de la liberación.

En el caso del marxismo pone como presupuestos para la lectura social la estructura filosófica-ideológica, su lucha de clases y su interpretación totalitarista. Y aunque en la actualidad el pensamiento marxista se ha diversificado, sus tesis fundamentales no son compatibles con la concepción cristiana del hombre y de la sociedad, ya que el ateísmo y la negación de la persona humana, de su libertad y de sus derechos están en el centro de la concepción marxista. 

Cuando se utilizan métodos de análisis tomados de otras ciencias esto tiene sólo un valor instrumental ya que el criterio último y definitivo de verdad no puede ser otro que un criterio teológico. Y aunque el análisis marxista se revista de verosimilitud, hoy impiden un análisis verdaderamente riguroso de las causas de la miseria.

La visión totalizante de este análisis, hace que las teologías de la liberación acepten posiciones incompatibles con la visión cristiana del hombre, ya que junto al análisis se impone el combate revolucionario cayendo en una praxis y verdad partidista fundada en la violencia y en amoralismo político, negando el carácter trascendente entre el bien y el mal que es el principio de moralidad.
Se identifica la lucha de clases en las prácticas religiosas,  en el motor de la historia llegando a identificar Dios y la historia, negando la realidad teologal a la fe, a la esperanza y a la caridad. 

En cuanto a la Iglesia la reduce ya que se tiende a ver en ella sólo una realidad interior de la historia, quedando como Iglesia de clase, la iglesia del pueblo oprimido que hay que concientizar en vista de la lucha liberadora organizada, con las consecuencias negativas que se deducen, como dudar de la estructura sacramental y jerárquica de la iglesia, se denuncia a la iglesia como clase dominante...
  
Por este motivo su contenido es decretado falso. Es difícil establecer un verdadero dialogo con algunos teólogos de la liberación, porque no aceptan la jerarquía por estar al lado de los opresores, la doctrina social es rechazada, se busca una nueva hermenéutica para la relectura de ña Escritura, viendo en el Exodo sólo la liberación política, olvidando que la misión fundamental de Cristo es la liberación del pecado. 

También olvidan el magisterio de la Iglesia, aunque conservan las fórmulas de fe pero con una nueva significación, así mismo se rechaza la Tradición, reduciendo la figura de Jesús como un símbolo para los oprimidos, y también cambian la realidad sacramental. 

Cuando la iglesia denuncia estas desviaciones no quiere decir que se olvide de la miseria de los pobres, sino que el Evangelio de la Misericordia debe dar respuesta a esta llamada de amor. Pero se debe trabajar en comunión con sus obispos y con la iglesia, acogiendo su palabra  y entendiendo que la promoción humana y la liberación autentica solo se puede entender a partir de la tarea evangelizadora tomada en su integridad, cuyo pilar es Jesucristo, concibiendo la dignidad de la persona humana como creada por Dios a su imagen y semejanza sin utilizar la violencia porque esta engendra más violencia y degrada al hombre. 

Estas instrucciones alertan la difusión que se está haciendo de estas teologías de liberación en círculos poco preparados, por lo que los pastores deben vigilar la catequesis y la formación, para que se ala verdadera formación.

Estas instrucciones terminan con una conclusión con las palabras de Pablo VI: “ Confesamos que el Reino de Dios iniciado aquí abajo en la iglesia de Cristo no es de este mundo, cuya figura pasa, y que su crecimiento propio no puede confundirse con el progreso de la civilización, de la ciencia o de la técnica humana, sino que consiste en conocer cada vez más profundamente las riquezas insondables de Cristo, en esperar cada vez más fuerza los bienes eternos, en corresponder cada vez más ardientemente al Amor de Dios, en dispensar cada vez más abundantemente la gracia y la santidad entre los hombres. En este mismo amor el que impulsa a la iglesia a preocuparse constantemente del verdadero bien temporal de los hombres. 

Sin cesar de recordar a sus hijos que ellos no tienen una morada permanente en este mundo, los alienta también, en conformidad con la vocación y los medios de cada uno a contribuir al bien de su ciudad terrenal, a promover la justicia, la paz, y la fraternidad entre los hombres, a prodigar ayuda a sus hermanos, en particular a los más pobres y desgraciados. La intensa solicitud de la iglesia, Esposa de Cristo, por las necesidades de los hombres, de sus alegrías y esperanzas, por sus penas y sus esfuerzos, nace del gran deseo que tiene de estar presente entre ellos para iluminarlos con la luz de Cristo y juntar a todos en El, su único Salvador. 

Pero esta actitud nunca podrá comportar que la iglesia se conforme con las cosas de este mundo ni que disminuya el ardor de la espera de su Señor y del Reino eterno”.

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