Reseña bibliografica del libro de Olegario González de Cardedal de Ana Rodriguez




Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristianismo y mística. Santa Teresa de Jesús – San Juan de la Cruz, pról. Cecilia I. Avenatti de Palumbo, 2a ed., Buenos Aires, Educa, 2013, 419 pp. 




Por primera vez en su larga trayectoria, el presbítero don Olegario González de Cardedal (1934), doctor en Teología por la Universidad de Múnich, catedrático de Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, Miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y galardonado en 2011 con el Premio Ratzinger – Benedicto XVI, publica un libro fuera de su España natal. Esta obra, titulada Cristianismo y mística. Santa Teresa de Jesús — San Juan de la Cruz, se imprimió por primera vez a finales de 2012, y reúne una serie de artículos que han sido la base del curso “Los místicos abulenses: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz”, que el teólogo dictó a un centenar de personas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina en mayo de 2011, en el marco del proyecto “Miradas del Bicentenario: Hispanoamérica y España, caminos de ida y vuelta”, organizado por la Comisión Bicentenario Patrio (2010-2016). 
Lo que nosotros presentamos en esta oportunidad es la segunda edición de esta obra, en la cual se han corregido algunas erratas e incorporado nuevos capítulos. 
Bajo la temática de la mística, tomada desde una perspectiva teológica cristiana, González de Cardedal ofrece una unidad formada por distintos artículos que se integran y retroalimentan unos a otros. En una nota al final del libro aclara que en su gran mayoría se trata de textos inéditos y que tan solo un fragmento del primer capítulo ha sido presentado como Lección en la XL Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada y publicado en otro ejemplar. Los trabajos, utilizados como base para el curso brindado en la UCA y nacidos en diversas circunstancias y contextos, han sido reescritos y ampliados para su publicación en este volumen. 
Letras, 2014, enero-diciembre, nos 69-70, pp. 170-175, ISSN: 0326-3363170 



Reseñas bibliográficas 


La obra se divide en once capítulos y una Reflexión final, y se estructura en dos grandes partes. La primera de ellas, titulada: “Cristianismo y mística” e integrada por los seis primeros capítulos, es la más extensa en número de páginas ya que ocupa dos tercios del volumen. La segunda, “Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz”, dedica los tres primeros capítulos (7, 8 y 9) a la Santa y los últimos dos (10 y 11) a Juan de la Cruz, con una “Reflexión final” en la que confluyen los puntos principales de la primera y de la segunda parte en gran armonía. El segundo capítulo de la Primera parte (“El Nuevo Testamento y la mística”) y la “Reflexión final” han sido incorporaciones propias de la segunda edición del libro. 
En este último tiempo nos hallamos ante una crisis de la palabra “mística”, utilizada en contextos diversos y con significados diferentes que poco tienen que ver con el sen-tido original de la palabra. La “invasión mística” ante la cual nos encontramos en la actualidad, despierta en González de Cardedal la necesidad de brindar una respuesta teológica al respecto: “Cuando todo es mística, nada es mística” (23) y por lo tanto, en las páginas de este libro encontraremos un recorrido que en una Primera Parte se orienta a definir y delimitar qué podemos entender realmente por mística y si la hay en el Nuevo Testamento, y que, luego, en la Segunda Parte, pone la mirada en aquellos a quienes podemos considerar las dos grandes cumbres de la mística cristiana: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. 
El autor ofrece en los primeros estudios una perspectiva histórica de la palabra “mística”, desde su realidad de adjetivo original, su substantivación en los siglos XVI y XVII, su difusión en el Romanticismo del siglo XIX, hasta su universalización y difuminación en la segunda mitad del siglo XX. Con una rigurosidad destacable recorre la literatura escrita a partir del tema y, especialmente, aquella que ocupa los últimos siglos, en la cual pueden percibirse algunos de los motivos por los que la mística ha cobrado tal relevancia y las consecuencias de este hecho particular. 
En la medida en que la universalización del término viene de la mano de una “volun- tad de verdad espiritual, de interioridad auténticamente religiosa, de superación del positivismo historicista, del moralismo y del intelectualismo” (218) resulta algo posi- tivo. Sin embargo, la trivialización y disolución del término traen como consecuencia una reducción del sentido que equivale, para el teólogo, a su total eliminación. En esta misma línea señalará que, si bien el interés renovado por la mística puede ser una gran oportunidad para la Iglesia, no deja de ser, al mismo tiempo, riesgoso “porque puede llevar a una desfiguración de contenidos esenciales del cristianismo y a proponer como objetivos a conquistar lo que es sólo un don especial de Dios en función de ciertas misiones históricas” (56). 
Letras, 2014, enero-diciembre, nos 69-70, pp. 170-175, ISSN: 0326-3363171 

Para González de Cardedal es quizás más peligrosa aun que el materialismo, la amenaza que proviene de los movimientos gnósticos y esotéricos, que invitan al hombre a una unión con lo Absoluto, desligada de toda relación con la propia historia, su situación real concreta y sus responsabilidades para consigo mismo y para con su prójimo. Es fundamental para el autor dejar en claro, por un lado, que “la dimensión mística del cristianismo es real y de ella tenemos admirables ejemplos en la historia de la Iglesia; pero hay que sumarla con la propuesta doctrinal, moral, comunitaria, litúrgica e institucional” (51). En este sentido, el teólogo destaca el aporte que a mediados de siglo pasado han realizado en la Iglesia personalidades como Hans Urs von Balthasar, Karl Rahner y Henri de Lubac. Dicho aporte ha influido directamente en una renovada y positiva lectura de la mística. 
A partir de lo enunciado y con gran lucidez, nuestro autor se ve en la necesidad de clarificar desde la teología algunas cuestiones, entre ellas, la de diferenciar entre la experiencia originaria del cristianismo —tal como aparece en la Biblia y en los prime- ros textos de la Iglesia—, la experiencia común de los creyentes y la experiencia par- ticular que excede nuestras posibilidades humanas y es recibida como gracia por algunos. A su vez, considera imperativo recuperar el sentido original del término, relacionar y diferenciar la experiencia mística cristiana de otras experiencias y de otras místicas naturales y no cristianas; y tomar algunas fórmulas corrientes y presupuestos que trae consigo el nuevo oleaje místico, para discernir lo que tienen de luz y de sombra a partir del Cristianismo. 
En el capítulo segundo, incorporado en esta edición, se centrará, entre otras cuestiones, en los orígenes permanentes e históricos del Cristianismo, en la persona de Jesucristo, en el lugar de la mística en el Nuevo Testamento y en las figuras de Juan Evangelista y de san Pablo y los rasgos propios de su mística. 
¿Es posible hablar de mística en tiempos de ateísmo? Esta, junto con otras cuestiones, intentará responder en el tercer capítulo, titulado “La mística en la historia espiritual de Occidente”. En este estudio encuentra a Michel de Certeau y a Ludwig Wittgenstein como dos ejemplos paradigmáticos de la difuminación del término en los últimos tiempos. Luego de un recorrido histórico, brindará una definición y descripción de la experiencia mística y distinguirá la palabra de otras tales como: “mistografía”, “mistología” y “mistagogía. Si bien todas ellas están diferenciadas y sólo la primera corresponde a los místicos, verá en los santos Teresa y Juan de la Cruz dos casos máximos, en los cuales la experiencia fue acompañada de interpretación, expresión testimonial y una propuesta de camino a seguir. “La palabra ha otorgado claridad, potencia comunicativa y universalidad a los místicos cristianos” (229), afirmará en un apartado del cuarto capítulo —“La mística en el último siglo”—, en el cual, justamente, destaca la sustancial relación que se establece entre experiencia y palabra en los místicos cristianos. 
El quinto capítulo de la Primera Parte actúa, de alguna manera, como síntesis de los anteriores. Aquí, González de Cardedal, reafirmando su perspectiva teológica e histó- rica, retoma aquellas cuestiones acerca de la mística que resultan fundamentales: qué entendemos por mística y quiénes son sus principales representantes, cuáles son sus elementos caracterizadores, la unión profunda entre la mística cristiana y el Misterio de Cristo, la tensión y relación entre los elementos subjetivos de la experiencia y su relación con la realidad objetiva, la valoración de la mística especialmente en el últi- mo siglo, la visión del Protestantismo, la relación de la mística cristiana con otras for- mas de mística religiosa o filosófica, sus similitudes y diferencias, entre otras. 
Para finalizar, el teólogo ofrece en el sexto capítulo un relevamiento bibliográfico exhaustivo de la literatura escrita sobre el tema a lo largo del siglo pasado, organizada a partir de su fecha de publicación. Desde la década de 1890 hasta el 2012 cita más de cien volúmenes de estudios realizados en torno a la mística, que permiten al lector dar cuenta real del renovado interés que ha tenido el tema en este último tiempo, de las fechas en las que esto ocurre y de los autores fundamentales. 
A partir del capítulo séptimo ingresamos en la Segunda Parte de la obra, la cual —como ya hemos señalado— tiene por objeto fundamental centrarse en las dos per- sonalidades cumbre de la mística española y occidental, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. 
¿Quién fue santa Teresa? ¿Cuál es el núcleo de su espiritualidad? ¿Qué nos dice su persona hoy? Son preguntas que se irán respondiendo a lo largo de los tres capítulos dedicados a la Teresa de Jesús, presentada como una mujer comprometida con su tiempo, en quien se pone de manifiesto de manera ejemplar la síntesis perfecta de acción y contemplación. Mujer auténtica cuyas palabras no se distancian de su expe- riencia y de su vida personal, reflejada en sus tres grandes libros, en los que el teólogo destaca los siguientes rasgos característicos: “realismo humano”, “socratismo cristia- no”, “radicalismo evangélico” (285). Pero en los cuales, ante todo, se nos presenta como clave de su espiritualidad la oración, en la cual “ella se conoció a sí misma, conociendo a Dios; [...] [y] Dios se le dio a conocer y a amar” (292). 
En el capítulo octavo, “Santa Teresa. Oración, mística y modernidad”, el teólogo reflexionará acerca de la importancia de la oración, vista como una clave antropológica y teológica en la vida del creyente y se preguntará acaso si es posible una mística en la que no estén presentes la oración ni el amor. En este estudio se nos presenta a Teresa como una mujer que hizo de la oración el centro de su vida y, en una época en la que esta aparecía amenazada, la ha defendido con pasión, logrando importantes conquistas.

A diferencia de otras místicas orientales y occidentales “en las que Dios no es defi- nido como Amor personal sino como Silencio, Vacío, Ultimidad” (306), y en las que, por tanto, se pone en duda el sentido de la oración, en el Cristianismo, la mística apa- rece como “la forma suprema de realización de lo cristiano y de lo humano” (307), a partir de la cual se conoce y goza de Dios, revelado como un Ser absoluto, personal, y amante. A la experiencia mística a secas que tiene como meta la apertura al Misterio, la mística cristiana agrega el plus de hacernos testigos de una experiencia que es gra- tuita y recibida, a partir de la cual se nos da a conocer “la real humanidad de Dios en Jesucristo, [...] su amorosa cercanía y [...] la comunión que él ha instaurado en nos- otros” (308). 
El último capítulo dedicado a la personalidad de Teresa —“Santa Teresa. Mi itine- rario espiritual a su vera”—, se corresponde con el discurso pronunciado en el Ayuntamiento de Ávila con motivo del Premio Nacional de las Letras “Teresa de Ávila”, otorgado al teólogo en octubre de 2001. En él, González de Cardedal recorre su propia vida y la influencia que ha ejercido la Santa en su formación intelectual y espiritual, ya que, como él mismo afirma, no solo algunos sacramentos imprimen carácter, sino también algunas personalidades. 
“El bosque, la noche y la fuente. San Juan de la Cruz y Heiddeger” y “La lógica del itinerario espiritual de san Juan de la Cruz” son los últimos dos capítulos del libro. El primero de ellos parte de un comentario del libro Holzwege (1949) del filósofo ale- mán, al cual hace dialogar con el simbolismo de la noche, la fuente y el bosque en la poesía de Juan de la Cruz. El segundo recoge la Lección de Clausura en el Congreso Internacional Sanjuanista, dictada en marzo de 2001, en Ávila. En este capítulo con- sidera la experiencia del Santo como un hecho único “irreductible a programa general e indeducible de ningún presupuesto antropológico: la relación misteriosa de Dios con un hombre” (348). A lo largo de sus páginas desarrollará algunos aspectos de la figura de Juan de la Cruz a partir de una división de su vida en cuatro etapas que se van dando no de forma cronológica, sino sucediendo de forma intercalada: 1) la búsqueda de Dios, 2) el encuentro con Él en la experiencia mística inicial, 3) la memoria y heri- da de amor que suscitan nuevas búsquedas, y 4) el momento de “unión, participación, transformación [y] aspiración en Dios” (349). 
La obra concluye con la ya mencionada “Reflexión final”, en la que González de Cardedal parte de la realidad propia y constitutiva de todo hombre, quien a lo largo de su historia ha realizado siempre la pregunta por Dios y se ha sentido interpelado por Él. “Altavoces de esa pregunta, que en el silencio del gozo o del dolor todo hombre ha hecho, han sido los filósofos y los poetas. Altavoces de la respuesta que tantos hombres han oído como dada por el mismo Dios han sido los profetas y los místicos” (383). 
El creciente interés por lo místico ha sido abordado desde múltiples perspectivas en los últimos años: psicológica, filosófica, sociológica, entre otras. Es destacable la palabra clarificadora que brinda González de Cardedal desde la ladera teológica. En una búsqueda profunda por recuperar el sentido original del término, vaciado por su uso en contextos culturales diversos, nos lleva a los fundamentos y al origen. Frente a un misticismo que ha perdido fuerza y que se ha diluido en un sin número de expe- riencias ambiguas considera que, para hablar de mística cristiana, “ante todo hay que volver la mirada a los orígenes y a la originalidad propia del cristianismo: a la figura de Jesús y a los grandes teólogos: Pablo y Juan” (388). No hace esto como un mero afán conservador, sino, justamente, porque es desde allí desde donde la palabra y su sentido son capaces de iluminar nuestra realidad actual. A lo largo de los capítulos cumple su cometido de clarificar y depurar nuestra mirada y nuestra inteligencia para ponernos, finalmente, frente a los más grandes exponentes de la mística, aquellos que han recibido el don de Dios, han sabido interpretarlo y dar cuenta con su vida y su palabra originalísima de la experiencia vivida: Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Las reflexiones en torno a ellos consiguen lo que solo logran los grandes escritores: susci- tar el deseo de acercarnos a sus obras y colmarnos con su belleza. 
Ana RODRÍGUEZ FALCÓN

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