Participación de los bienes y función social de la propiedad privada

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El Papa Francisco celebra la misa en la iglesia del Espíritu Santo en SassiaEl Papa Francisco celebra la misa en la iglesia del Espíritu Santo en Sassia  (Vatican Media

Participación de los bienes y función social de la propiedad privada

Francisco, en su homilía del domingo 11 de abril, comentó la usanza de los primeros cristianos de compartir todo. Una mirada a los desarrollos del Magisterio social del último siglo que se enlaza con los grandes Padres de la Iglesia
Noticia de Vatican News

ANDREA TORNIELLI

Los Hechos de los Apóstoles relatan que "nadie consideraba su propiedad lo que le pertenecía, sino que entre ellos todo era común" y esto "no es comunismo, es cristianismo en estado puro". Con estas palabras el Papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada el domingo de la Divina Misericordia, comentó la participación de los bienes implementada por la primera comunidad cristiana.

Varias veces, incluso en tiempos muy recientes, el actual Obispo de Roma ha sido criticado por haber puesto en discusión la intocabilidad del derecho a la propiedad privada y sus palabras han sido asociadas al marxismo y al comunismo. El pasado 30 de octubre, en un mensaje con motivo de la apertura de los trabajos de la Conferencia Internacional de los jueces miembros de los Comités para los derechos sociales de África y América, Francisco había dicho: “Construimos la justicia social sobre la base de que la tradición cristiana nunca ha reconocido como absoluto e intocable el derecho a la propiedad privada, y siempre ha subrayado la función social de cualquiera de sus formas. El derecho a la propiedad es un derecho natural secundario derivado del destino universal de los bienes creados. No hay justicia social capaz de hacer frente a la inequidad que presuponga la concentración de la riqueza”.

El Papa Francisco abordó el tema en dos ocasiones en sus encíclicas sociales. La última en  Fratelli tutti, publicada el 4 de octubre de 2020. En ese texto se recuerdan las posturas contenidas en las encíclicas sociales de Juan Pablo II y Pablo VI. De hecho, leemos en el número 120 de la encíclica que se firmó sobre la tumba del Poverello de Asís: “Vuelvo a hacer mías y a proponer a todos unas palabras de san Juan Pablo II cuya contundencia quizás no ha sido advertida: ‘Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno’ (Centesimus annus, 31)… El principio del uso común de los bienes creados para todos es el ‘primer principio de todo el ordenamiento ético-social’ (Laborem exercens, 19), es un derecho natural, originario y prioritario (Compendio de la doctrina social, 172)”.

“El derecho a la propiedad privada – continúa Francisco en Fratelli tutti  – sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad. Pero sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica”.

Dell mismo argumento se hablaba en el párrafo 93 de la encíclica Laudato si'. Francisco refiriéndose también en este caso al magisterio del Papa Wojtyla y comentando sus palabras, escribió: “El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una ‘regla de oro’ del comportamiento social y el ‘primer principio de todo el ordenamiento ético-social’. La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada. San Juan Pablo II (…) remarcó que ‘no sería verdaderamente digno del hombre un tipo de desarrollo que no respetara y promoviera los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las naciones y de los pueblos’. Con toda claridad explicó que ‘la Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no menor claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los bienes sirvan a la destinación general que Dios les ha dado’. Por lo tanto afirmó que ‘no es conforme con el designio de Dios usar este don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos’. Esto cuestiona seriamente los hábitos injustos de una parte de la humanidad”.

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