Fray Pacífico trovador

 

VIVENCIA PRIMERA DEL ALMA DE SAN FRANCISCO:
CABALLERO - TROVADOR - JUGLAR

por Enrique Rivera de Ventosa, OFMCap

[En Selecciones de Franciscanismo, vol. XXIII, núm. 68 (1994) 291-311]

De fray Pacífico nos informan de modo muy preciso los hagiógrafos del Santo. 

Sus referencias hacen notar que fray Pacífico pertenecía a la típica clase de trovadores de las cortes de amor, quienes, sin miramiento a la moral cristiana, celebraban con sus versos los encantos de la belleza femenina. Tuvo éxito en sus canciones. Fue llamado «rey de los versos». Y hasta llegó a ser coronado faustamente por el emperador Otón IV.

Afortunadamente para él se topó con san Francisco en una de las fiestas en que, cerca de San Severino, intervinieron ambos. Predica Francisco desde lo alto del altar. El poeta lo escuchaba con inquietud creciente. Luego habla aparte con el santo quien le amonesta amablemente, haciéndole ver la vanidad de las honras mundanas, al mismo tiempo que le conmina los severos juicios de Dios por su conducta. Con decisión responde entonces al Santo: «¿Para qué más palabra? Vayamos a los hechos. Sácame de entre los hombres y devuélveme a mi Dios». Al día siguiente, el Santo le vistió el hábito. «Por haber sido devuelto a la paz del Señor, le pone el nombre de hermano Pacífico» (2 Cel 106). Con este nombre pasa a la historia franciscana. Ésta nos hace saber que Francisco lo eligió para dirigir la primera expedición de sus hijos a Francia. Allí fray Pacífico funda conventos, llegando a ser Hermano Ministro de la Provincia que en aquella nación se organiza.

Pero seguía sintiendo el álito del trovador, aunque vuelto a lo divino. Esto motivó que, hallándose enfermo y afligido Francisco, éste ruega a fray Pacífico que entone una de sus mejores canciones para aliviarle en su dolor. Fray Pacífico tuvo, con todo, mucho reparo. Temía que una mala interpretación juzgara su canto como una vuelta a sus antiguos devaneos. 

Pero Dios mismo intervino para compensar la negativa del trovador humano. Un ángel etéreo vino con su violín a trovar una canción del cielo para alivio del Santo que tanto sufría en la tierra. Todo lo cual nos habla de que el canto trovadoresco, purificado de escorias y vertido a lo divino, podía impregnar lo íntimo del alma franciscana (2 Cel 126).

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