¿Por qué triunfó el franciscanismo en su época?

 K. EsserFrancisco de Asís y los Cátaros de su tiempo, en Selecciones de Franciscanismo n. 13-14 (1976) 145-172.]

 En tiempos de Francisco la cristiandad está llena de movimientos de reforma de una Iglesia evidentemente muy alejada del ideal cristiano. ¿Cuál es la clave del éxito, cristianamente hablando, del movimiento franciscano en su tiempo y de la permanencia de su irradiación?

La mejor respuesta a esta cuestión la presta la comparación del movimiento franciscano con los movimientos proféticos y reformadores de su tiempo.

 También éstos eran radicales en su realización del Evangelio y eminentemente populares. Recordemos tan sólo a Joaquín de Fiore, los Valdenses o Pobres de Lyon y los Humillados, edificantes desde tantos puntos de vista, y a los mucho más extravagantes cátaros en sus diferentes versiones

 Lo que hace de algunos de estos reformadores unos herejes es, en primer lugar, su incapacidad para operar una adecuada síntesis cristiana -en ellos hay ideas y valores cristianos que separados de su tronco se han vuelto locos, como decía Chesterton-, y, en segundo lugar, su tendencia a proponer una alternativa de la Iglesia existente. 

San Francisco propone el ideal de la pobreza para hacer realidad el ideal evangélico, íntegramente asumido desde la más personal experiencia de Dios y la más incondicional adhesión a Jesucristo que es su centro. 

San Francisco, por otra parte, no se propone construir ninguna nueva Iglesia, sino reparar la única Iglesia posible, la Iglesia de Jesucristo edificada sobre los Apóstoles. «En su tiempo -escriben dos eminentes franciscanistas- muchos cristianos y comunidades querían vivir según el Evangelio, pero sin la mediación de la Iglesia...; la gracia de Dios preservó a Francisco de ese error» (K. Esser - E. GrauRespuesta al amor. El camino franciscano hacia Dios. Santiago de Chile, Cefepal, 1981, p. 106).

 Muestras de su adhesión permanente a la Iglesia son su sumisión a los obispos y su búsqueda de la aprobación de la fraternidad por el Papa; su respeto a los sacerdotes, aún los más indignos (EP 10 y 54; 2 Cel 146), su renuncia a predicar sin su autorización; su exclusión con severidad de los hermanos que no aceptan este credo (1 R 19), es decir, que no sean y vivan y hablen como católicos; su esfuerzo porque todo en su fraternidad se haga en la Iglesia y esté fundado en ella (K. Esser). Esta fidelidad, que ha sido descrita como un «apego sentimental y visceral a la Iglesia»,( M. MollatLa pobreza de Francisco, en Concilium n. 169 (1981) 343) muestra que Francisco se adhiere a ella desde el mismo impulso que le lleva a adherirse al Señor en su persona, en su pasión y en su Eucaristía.


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