Sagradas escrituras respecto a la naturaleza en la Edad media

  Disalvo, S. (2016). Natura litterata. La naturaleza en la poesía hispánica medieval y su contexto latino y románico. Olivar, 17 (26), e011. 

 Las Sagradas Escrituras, también con respecto a la naturaleza, son una fuente inagotable de poesía y símbolos que, a su vez, se enriquecen permanentemente con vertientes clásicas, patrísticas y tardoantiguas. 

El resultado es la síntesis poética de las litterae clericales de la Alta Edad Media, primero latinas y después románicas. Así fluyen los topis  referidos a Natura y sus elementos, que desembocarán más tarde en todos los jardines poéticos de los siglos XIII y XIV, desde la  Razón de amor atribuida a Lupus de Moros y el vergel alegórico de Gonzalo de Berceo hasta el  Roman de la rose.

 En este sentido, al tratar sobre la producción textual monástica, el estudioso benedictino Jean Leclercq (1965. Cultura y vida cristiana. Iniciación a los autores monásticos medievales, trad. A. M. Aguado A. M. Masoliver, Salamanca: Sígueme. [ed. original Initation aux auteurs monastiques du moyen âge. L’amour des lettres et le désir de Dieu, 2ª ed., Paris: Cerf, 1963, 1957] p.73. advierte en un comentario marginal:

"Todos los temas utilizados tienen un origen bíblico, lo que no excluye el que se recurra, en determinados casos, a reminiscencias literarias clásicas, así, para hablar de la felicidad del cielo, se evocará el locus amoenus, la edad de oro, el Elíseo, cuya descripción por Píndaro y Aristófanes dejaron huellas en el neoplatonismo de san Agustín y, especialmente por mediación suya, en la literatura medieval. Sin embargo, la inspiración primaria viene de la Sagrada Escritura".

Por su parte, Umberto Eco aseverará que la lectura medieval del mundo “como agregación de símbolos” constituía la realización más cabal de lo que se había postulado en el De divinis nominibus del Pseudo-Dionisio Areopagita, vale decir, el modo de “poder elaborar y atribuir nombres divinos (y con ellos moralidades, revelaciones, reglas de vida, modelos de conocimiento)” (Eco, U. 1999,  Arte y belleza en la estética medieval, Barcelona: Lumen. 87-88). 

El autor italiano continúa:

En este punto, lo que se llama indiferentemente simbolismo o alegorismo medieval toma vías diferentes. Diferentes por lo menos para nuestros ojos que buscan una tipología manejable; pero estos modos, en la realidad, se compenetran continuamente, sobre todo si se considera que, por sobrenúmero, también los poetas tenderán a hablar como las Escrituras 

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