Clima espiritual del siglo XIII



In: S. Bara Bancel (ed.), Mujeres, mística y política. La experiencia de Dios que implica y complica (Col. Aletheia 11), Editorial Verbo Divino, Estella 2016.

Haciéndose eco de la nueva sensibilidad y del deseo de una vida evangélica y pobre como la de los apóstoles, a lo largo del siglo XIII van a florecer nuevas formas de vida espiritual y religiosa en medio del mundo. 

Así, junto al desarrollo de la vida urbana y sus nuevos modos de organización, va emergiendo también un nuevo clima espiritual, que promueve una vivencia de la fe más personalizada, aunque los ritos siguen siendo muy importantes.

Por un lado, a comienzos del siglo XIII aparecen las Órdenes Mendicantes (franciscanos y dominicos), que, en sus ramas masculinas, institucionalizan las búsquedas de los nuevos tiempos: una vida apostólica, de acción y contemplación, en medio de las ciudades; desde la libertad de elección (ya no admiten niños «oblatos» y elevan la edad mínima de ingreso a la Orden8); con una organización 

donde las decisiones se toman entre todos (en sus capítulos locales, provinciales o generales) y cargos de gobierno electivos y temporales; con el deseo de configurarse con Cristo y de imitar su vida, y su pobreza, a nivel personal y también institucional: 

sin admitir rentas, con una predicación itinerante y viviendo de la mendicidad. 

Sin embargo, en la rama franciscana, la interpretación de cómo vivir el ideal de pobreza dio lugar a grandes tensiones e incluso divisiones entre los franciscanos conventuales y los franciscanos espirituales, defensores de una pobreza sin glosa. Y algunos llevaron la defensa de la pobreza hasta tal extremo que derivaron en un grupo muy crítico con la institución eclesial, los fraticelli, declarados heréticos por el papa Juan XXII, en su bula Cum inter nonnullos, de 1323.


Por otro lado, a lo largo del siglo XIII el entusiasmo religioso da lugar a nuevas formas de vida laicales, apoyadas y promovidas también por las nuevas Órdenes Mendicantes: mulieres religiosae, es decir, mujeres devotas, pero no enclaustradas, entre las que se encontraban beatas, beguinas y reclusas (mujeres que desean una vida eremítica y la practican en un núcleo urbano, recluidas en una celda al lado de una iglesia o de una muralla); la Orden de Penitencia (hombres y mujeres que vivían su seguimiento evangélico en sus casas, ya casados o célibes, especialmente en Italia, y cuya regla se remonta a 1221); y las órdenes terceras mendicantes".

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús