Mulieres religiosae y su vinculación con los cenobios del Reino de Sevilla en la Baja Edad Media1

 



 Mulieres religiosae y su vinculación con los cenobios del Reino de Sevilla en la Baja Edad Media

Silvia-María Pérez-González; Juan Carlos Arboleda Goldaracena

Recibido: 18 de mayo de 2021 / Aceptado: 16 de julio de 2021

En Esp. mediev. 45 (2022)¡: 219-236 

Resumen. El propósito de nuestro trabajo es aproximarnos al estudio de algunos colectivos de mulieres religiosae, concretamente emparedadas, beatas, terceras y honestas y su relación con los miembros de distintas órdenes religiosas en el reino de Sevilla a fines de la Edad Media. 

En los últimos años ha aumentado el interés historiográfico y de investigación sobre estos grupos de mujeres, aunque casi siempre desde una perspectiva institucional. 

En este caso, nosotros queremos centrarnos en el establecimiento de una serie de vínculos con distintas comunidades monásticas y conventuales que permitieron a estas mujeres ir más allá de su concepción como personas enclaustradas. 

Conocer los detalles de las vidas de estas mujeres es posible gracias a los ricos fondos de protocolos notariales conservados en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla y el Archivo Municipal de Jerez de la Frontera.

Palabras clave: religiosidad femenina laica; emparedadas; beatas; terceras; órdenes religiosas.


6. Conclusiones

La existencia de grupos de mujeres que decidían vivir su religiosidad de una manera particular –en sus propios hogares o constituyendo comunidades, pero deliberadamente separadas de otros grupos religiosos, como las órdenes monásticas y conventuales– fue un fenómeno muy frecuente en el cristianismo medieval y se manifestó también en el sur peninsular con la llegada de los contingentes cristianos a los nuevos territorios conquistados. Con ejemplos concretos del reino de Sevilla durante la Baja Edad Media, hemos pretendido acercarnos a esta realidad que aún presenta muchas posibilidades de investigación, pero que cuenta con el impedimento de unas fuentes documentales muy escasas para el período estudiado.

Las motivaciones de estas mujeres para desvincularse institucionalmente de las comunidades canónicamente establecidas podían ser variadas y en muchos casos, al tratarse de decisiones estrictamente personales, escapan al alcance de la documentación histórica disponible para el acercamiento a estos fenómenos. En un primer lugar, claro está, encontraríamos el deseo particular de mantener su individualidad personal y económica, algo que en muchas ocasiones perdían al ingresar en una orden religiosa. En otros casos, como hemos podido documentar, la adopción de alguno de estos modos de vida correspondía a la voluntad de otras personas que tenían poder de decisión sobre estas mujeres. Y tampoco puede descartarse el hecho de que muchas mujeres eligieran estas formas de vida por la imposibilidad material de hacer frente a la dote que se exigía para su ingreso en un convento.

En cualquier caso, y al igual que sucedía con el resto de laicos, estas mujeres establecieron en muchas ocasiones unos lazos muy estrechos con personas pertenecientes a comunidades monásticas y conventuales que les eran más o menos próximas. Dentro de este tipo de relaciones destacan las establecidas con los conventos masculinos, que eran las mayoritarias, algo que puede explicarse precisamente por el hecho de que su opción vital las había alejado de las comunidades religiosas femeninas –a las que, en principio, podrían tener acceso– y esto se siguió manifestando a lo largo de su vida. Dentro de los vínculos establecidos entre las mujeres pertenecientes a los distintos grupos que conforman la religiosidad femenina laica y los cenobios, podemos destacar aquellos relacionados con la muerte y la vida en el más allá, como las donaciones con o sin contraprestación (generalmente a cambio de la celebración de honras fúnebres); las mandas testamentarias que establecen la sepultura en distintos conventos o monasterios; los nombramientos de albaceas testamentarios entre miembros del clero regular; o la prestación de servicios a las comunidades de frailes, generalmente relacionadas con la conservación de la iglesia conventual. Todas estas 


actuaciones les permitieron mantener con el clero regular estrechas relaciones materiales y espirituales que favorecieron un destacado desarrollo de una vida religiosa y espiritual.

Estas mujeres vivieron su religiosidad en un marco concreto –el del cristianismo bajomedieval– que las impulsaba a establecer contactos de diversa índole con personas pertenecientes al clero regular, que era el colectivo que en muchas ocasiones actuaba de nexo de unión entre las altas instancias de la jerarquía eclesiástica y el pueblo llano, un fenómeno que se acentuó sobre todo con el establecimiento de las órdenes mendicantes y su enraizamiento en los marcos urbanos. De esta manera, creaban no solo lazos puramente humanos, basados en relaciones económicas o materiales, que eran las que abundaban, sino también espirituales, viviendo estos vínculos como una vía para acceder a otras formas de religiosidad o vida religiosa de las que podían nutrirse y enriquecerse. Estos vínculos con el clero regular actuaron, al mismo tiempo, como vasos comunicantes entre lo seglar y lo eclesial, por lo que las mujeres estudiadas se enriquecieron y enriquecieron la religiosidad bajomedieval. Con sus inquietudes rompieron muchos modelos que eran impuestos desde las jerarquías eclesiásticas al laicado, que no solo calla y paga, sino que también se reivindica dentro del pensamiento religioso y la religiosidad.

Desde el punto de vista de la espiritualidad, queremos destacar la labor intercesora y orante que estas mujeres desarrollaron, en el ejercicio de una función intercesora ante la muerte y el más allá. Por otro lado, el hecho de contar con un padre espiritual evidencia el desarrollo de una vida espiritual interior que bien pudiera estar basada en la oración o en la disciplina de los sacramentos, entre otros aspectos. Por último, las relaciones entre estas mulieres religiosae y los conventos y su clero regular ponen de manifiesto una especial sensibilidad religiosa hacia el monacato. Pero ello, no es óbice para el desarrollo de una vida parroquial que abordaremos en futuros trabajos, y que nos permitirá establecer parámetros comparativos para determinar una u otra inclinación.

En definitiva, las mujeres protagonistas de este artículo no formaban parte de los grandes linajes andaluces, no vivían en ricos palacios ni fueron objeto de atención por alguna fuente cronística de la época. Todas ellas son merecedoras de visibilidad histórica por su singularidad y excepcionalidad. Las emparedadas, beatas y honestas que protagonizan este trabajo tuvieron el arrojo suficiente como para romper con el destino que la sociedad de su época reservaba a las mujeres: el matrimonio y la maternidad. En contra de los patrones femeninos al uso, renunciaron a toda tutela masculina con la responsabilidad vital que ello conllevaba y buscaron los medios necesarios para sustentar materialmente esa independencia. 

Por tanto, estamos ante un conjunto de mujeres que ya en el siglo XV y a comienzos del XVI desarrollaban unas pautas de vida individual, basadas en la independencia económica y personal, que son propias de las mujeres de nuestro tiempo. Pero ellas hubieron de implementarlas en una sociedad que les requería otras funciones, muy posiblemente en contra de las autoridades masculinas de su familia, y teniendo como opositor a un sector de la Iglesia, especialmente dentro del clero secular, que veía en estas mujeres religiosas, que se negaban a vivir en la claustra, como un peligro para su programa en el que los laicos debían cumplir sin excepción las normas definidas por la jerarquía eclesiástica. La presión de esta para invalidar los valores que representaban los colectivos de mujeres sueltas las obligará a optar por la institucionalización, que terminaría por imponerse en la Edad Moderna, reconvirtiéndose en conventos de órdenes segundas, o, valientemente, a continuar desarrollando su religiosidad fuera del canon, pese a las descalificaciones globales, muchas de ellas reflejadas en la literatura, e, incluso, de persecución por parte de las altas instancias eclesiásticas.

7. 


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