Tierra Santa, centro de la espiritualidad de Francisco


LOS FRANCISCANOS:
AMOR AL SANTO SEPULCRO

por Fr. Artemio Vítores, OFM
Vicario de la Custodia de Tierra Santa

https://www.franciscanos.org/tierrasanta/vitores.htm 

Tierra Santa, centro de la espiritualidad de Francisco

Aunque no lo sabemos con certeza, es probable que san Francisco haya visitado el Santo Sepulcro, como relatan antiguas crónicas franciscanas, según las cuales, en su encuentro con el Sultán, en 1219, éste le dio todas las facilidades para poder visitar el Santo Sepulcro: «El Sultán... dio orden que él y todos sus frailes pudieran ir libremente a visitar el Santo Sepulcro, sin pagar ningún tributo». Dicen además que Francisco vuelve a Italia después de haber estado en Jerusalén: «Visitado el Sepulcro de Cristo, volvió apresuradamente a la tierra de los Cristianos» (Ángel Clareno, Crónica de las siete tribulaciones, II, 1). 

No visitar el Santo Sepulcro estaría en contradicción con el espíritu del Santo. Francisco tenía necesidad de sentir en su corazón las mismas emociones y las mismas vibraciones que había sentido y experimentado Cristo. No es inimaginable sospechar que Francisco, en su deseo de imitar radicalmente a Cristo hasta el martirio, quisiera terminar su vida en la misma Tierra en la que el Hijo de Dios había consumado su sacrificio de amor. 

Se comprende también así que los recuerdos de Tierra Santa quedaran impresos en su corazón y se convirtiesen en experiencia de vida. 

Es el caso de la evocación que hizo en Greccio del nacimiento de Dios, el «Rey pobre» y tierno como un niño, en Belén. La impresión de las llagas en La Verna es la imitación de la crucifixión de Cristo en el Calvario, y el Cántico de las Criaturas es el himno al mundo renovado por la resurrección de Cristo y que ahora ha sido reconciliado con Dios gracias a la Redención de Cristo. Greccio y La Verna, Belén y Jerusalén forman en Francisco una unidad inseparable: la imitación radical de Cristo. La vida de san Francisco no se entiende fuera de Cristo y de Tierra Santa, como afirma Benedicto XVI: 

«Su tierno abrazo al Niño divino en Greccio, su contemplación de la Pasión en La Verna, su vivir, según la forma del santo Evangelio, su opción por la pobreza y su búsqueda de Cristo en el rostro de los pobres, todo se basa en un amor total a Jesús». 

Enamorándose de Cristo halló Francisco el rosto de Dios-Amor, de quien se hizo apasionado cantor, como un auténtico «juglar de Dios».

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