LA REAPARICIÓN DE LA IMAGEN DE CRISTO EN LA POSMODERNIDAD





LA REAPARICIÓN DE LA IMAGEN DE CRISTO EN LA POSMODERNIDAD


Pablo López RasoReligião, arte e cultura: multiplicidades convergentes [recurso eletrônico] / José Reinaldo F. Martins Filho, Daniel Carvalho da Silva... [et al.]. – Porto Alegre 2023 (111-165).


"La imagen con la que Cristo reaparece en el arte a partir de la posmodernidad coincide esencialmente con la del Cristo sacrificial, vulnerable y desamparado, representado tradicionalmente por el cristianismo bajo la advocación del Ecce Homo. Es un Jesús que aunque conserva elementos tomados de la apariencia con la que se le suele identificar en el arte occidental, está totalmente desvinculado de la institución eclesiástica y su liturgia. Humilde, indefenso, este Varón de dolores sirve a artistas creyentes y no creyentes tanto para denunciar de manera universal la injusticia y el sufrimiento de las personas, como para reivindicar la dignidad que merecen todas ellas".

 González de Cardenal nos ayuda a profundizar en el sentido del Ecce Homo:

La frase “He aquí el hombre” (Jn 19,5) se refiere por supuesto en primer lugar a Jesús, pero en él a todo hombre. Y en el encuentro entre la debilidad máxima de Jesús y el poder máximo de Pilato han aparecido las relaciones entre la Verdad de Dios y la verdad de este mundo, la fundamentación del poder político en la verdad y la justicia, la responsabilidad de la autoridad en la defensa de los pobres y de los débiles anulada por la cobardía o traición de quienes reducen la verdad a la situación, la justicia a los intereses y el derecho al poder. (GONZÁLEZ DE CARDENAL, 2012, p. 159)

El artista contemporáneo que recupera la imagen de Cristo, no está interesado a priori tanto por expresar su poder divino, como su ejemplaridad humana, resaltando en Él tanto sus virtudes y liderazgo ético, como su vulnerabilidad. Se le considera valiente, humilde e íntegro, pues dice lo que piensa sin temer las consecuencias, y eso es mucho en tiempos de postverdad. Es reconocido como víctima inocente de un destino al que se entrega libre y conscientemente por amor a los demás. Aunque se le identifica con el sufrimiento, se le admira por la misericordia con la que perdona a sus enemigos.

Aunque autores como Martien Brinkman en su obra Jesus incognito. The hidden Christ in western art since 1960 (2013) proponen la permanencia en la cultura contemporánea de un Cristo más latente que evidente, lo cierto es que esa situación en las artes visuales no litúrgicas formó parte más de la superada modernidad -estricta en su exclusión religiosa- que de la reciente posmodernidad desprejuiciada en la que a la imagen de Cristo se le da la oportunidad de emerger restituida, rehabilitada. Del Cristo oculto de la modernidad se ha pasado a un Jesús humano y bondadoso revelado en la posmodernidad, como si hubiera adquirido una nueva advocación otorgada por la sociedad secularizada, pues aunque posee la apariencia del Jesucristo histórico, carece de la intención evangelizadora del Jesucristo sagrado. Incluso en el caso de los Cristos que se desvían más de la apariencia tradicional por su factura expresionista, como el Radiant Baby de Haring o los seres nimbados de Basquiat, el hecho de que no sean identificados como tales no responde tanto a un problema de recepción por parte del espectador como de un nulo interés en divulgarlo por parte de una historiografía artística escéptica con la importancia de la temática religiosa en el arte actual. 
A partir del arranque de este siglo XXI, las imágenes de Cristo que se presentarán en el circuito artístico gozarán de una literalidad histórica que evidencia su identidad.

El Jesús aquí representado -bueno, cercano y frágil- no tiene un objetivo religioso, por lo que su condición divina está atenuada, aunque no del todo ausente. Puesto que la experiencia estética no se queda en el objeto contemplado, sino que éste apela al propio espectador despertando en él nuevas preguntas, lo que paradójicamente podría suceder ante este Jesucristo a priori algo “desdivinizado”, es que acabe desencadenando interrogantes trascendentales en el que lo contempla; tanto de carácter existencial como religioso. Por una parte, observamos que este atrio de artistas gentiles que se aproximan con prevención al Cristo litúrgico, no solo recupera una figura ejemplar; adicionalmente este Ecce Homo secularizado genera una nueva mirada entre el público, una mirada metafísica sobre un mundo en el que existe el sufrimiento y la injusticia, en el que el mal acecha; lo que ineludiblemente conduce al espectador a hacerse la pregunta sobre la existencia. Entonces, su empatía despierta sensibilizándolo, y la emoción que lo humaniza aflora libremente.

Los ejemplos de la imagen del Cristo que hemos analizado provocan un segundo interrogante a partir del existencial. Aunque el resultado de representar a un hombre indefenso o humillado pueda producir sentimiento de piedad y deseo de justicia, lo cierto es que todo aquel que ve a Cristo advierte en Él cierta esencia sobrenatural por muy arreligioso que sea, ya que el mismo libro sagrado que relata el martirio e inminente muerte de la que nos hace testigos la obra, también informa de su posterior resurrección, y si de Él se dice que venció a la muerte, no es difícil que el que lo contempla no se plantee -al menos por un instante y por inaudito que se antoje- la remota posibilidad de redención; abrigar la esperanza de su propia salvación.

 Así, el artista a través de su particular representación de Cristo - consciente o inconscientemente - provoca en el espectador una pregunta de carácter religioso. La pregunta por la existencia del bien absoluto, la pregunta por la existencia de Dios. Por muy secularizado o aparentemente desacralizado que el artista contemporáneo represente la imagen de Jesús, independientemente del espacio en el que ésta se exhiba, lo cierto es que el Cristo resultante siempre tendrá la capacidad de conducir al espectador a atisbar el misterio. Tras la activación emocional, vendrá la espiritual. Como afirma Rina Arya: “El arte es capaz de ofrecernos nuevas posibilidades para pensar la religión (...)" (ARYA, 2011, p. 45).

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