Santa Catalina de Bolonia





Santa Catalina de Bolonia



Pieza del mes - Enero 2019 - Museo Santa Clara 


Santa Catalina de Bolonia

Gaspar de Figueroa (atribuido)

Óleo sobre madera

19 x 13 cm

Siglo XVII








Catalina de Bolonia (1413-1463) nació en Ferrara, Italia, en el seno de una de las familias más importantes de la corte de los Este: los Vigri. Por su cuna Catalina fue desde tierna edad dama de compañía de la princesa Margarita de Este. Alrededor del año de 1420 inició su vida monástica, cuando entró como novicia al convento dominico del Corpus Domini, en su ciudad natal. En 1453, se trasladó a la ciudad de Bolonia, donde fundó el convento clariano del Corpus Domini, del que fue abadesa hasta el año de su muerte. La santa fue reconocida como una de las grandes autoras franciscanas del Renacimiento. La mayor parte de su pensamiento está expuesto en Le Sette Armi Spirituali (Las siete armas espirituales) obra compuesta entre 1438 y 1456. Este texto, que servía como guía de estudio a las novicias italianas, resume las visiones místicas de la santa y, mediante una narración alegórica, explica cuáles son las armas necesarias para combatir los vicios que pueden aparecer en la vida de una monja.



Su hagiografía Lo Specchio di Illuminazione (El espejo de la iluminación), escrita por sor Illuminata Bembo, explica cómo la santa fue muy afecta a la figura de Cristo, pues según ella esta imagen y sus diferentes símbolos eran los únicos sujetos dignos de adoración, veneración y estudio. Esta razón explica por qué en algunas de sus representaciones destaca una cruz, que la santa de Bolonia sostiene como símbolo de devoción a Jesús.


Por lo general, las representaciones de esta santa la muestran con los hábitos franciscanos y la vestimenta de abadesa. En algunos casos, la monja italiana puede llevar en brazos al Niño Jesús, atributo que alude a la visión mística que tuvo Catalina en una Nochebuena, en la que la Virgen se le apareció y le entregó a su Hijo. En otros casos, se la representa acompañada de san José o con un fuego que sale de su pecho. En otras iconografías suyas, como en el caso de este óleo presente en el Museo Santa Clara, se la observa abrazando una cruz y acompañada por un ángel.


La presencia de la santa en el antiguo templo de las clarisas se debe a que su figura fue entendida como un modelo ejemplar para la rama femenina de la Orden franciscana al resumir en su figura los valores fundamentales de esta orden Es importante señalar que el proceso de beatificación de Catalina no se inició sino hasta el siglo XVII y continuó hasta la centuria siguiente, lo que ayuda a entender por qué su figura se extendió a lo largo de estos siglos en la América colonial.

Santa Catalina de Bolonia, la monja que lleva más de 500 años sentada en una silla
Su cuerpo exuda líquido y tiene un perfume muy especial

Quien visita Iglesia del Corpus Domini en Bolonia (Italia) se sorprende al ver el cuerpo de una monja sentada en una silla. Es el cuerpo incorrupto de santa Catalina de Vigri o Bolonia, quién fundó allí mismo un ramo de las clarisas en Bolonia. Gracias al relato escrito de una de las clarisas, llamada Illuminata Bembi, que fue una testigo ocular podemos conocer los hechos curiosos que se acaecieron posteriormente a su muerte, hechos milagrosos que reafirmaron la santidad en vida de Catalina.

Estas son las palabras de sor Illuminata: “Cuando la fosa estuvo lista y bajaron el cuerpo, que no había sido colocado en un ataúd, este emanaba un perfume de indescriptible dulzura, llenando el aire todo a su alrededor. Las dos hermanas, que descendieron a la tumba, movidas de compasión por su rostro bello y radiante, lo cubrieron con un paño y colocaron una tabla aproximada de unos pocos centímetros por encima del cuerpo de manera que los terrones de tierra no la tocara».

Sin embargo, lo fijaron tan torpemente que cuando la fosa fue llenada el rostro y el cuerpo fueron igualmente cubiertos de tierra. Las hermanas, a menudo venían a visitar el cementerio, lloraban, rezaban y leían en la tumba, y siempre notaban el dulce olor que lo rodeaba. Como no había flores o hierbas aromáticas junto a la tumba, sino solo tierra seca, estaban convencidos de que el aroma provenía directamente de la tumba. Se dice que cuando los pueblerinos supieron de lo que sucedía, empezaron a acercarse a la tumba para pedirle un favor a la santa sobre todo los enfermos, que milagrosamente sanaban.

A los dieciocho días de su fallecimiento las religiosas con permiso del obispo decidieron desenterrar a santa Catalina, querían darle una mejor sepultura colocándola en un ataúd .

Y esto es lo que sucedió, como lo relata sor Illuminata: “Cuando encontramos el cuerpo y limpiamos el rostro, notamos que había sido aplastado y desfigurado por el peso de la tabla de madera que había sido colocada sobre él. La colocamos en un ataúd, y estábamos a punto de sepultarla de nuevo, pero un extraño impulso nos impulsó a colocarla temporalmente debajo del portal. Y fue entonces cuando la nariz aplastada y todo el rostro gradualmente recuperaron su forma natural. La difunta retornó blanca, bella, intacta, como si todavía estuviera viva, sus uñas no estaban ennegrecidas y ella perfumaba deliciosa… Pasando de la palidez a un color de ámbar incandescente, exudó un líquido aromático que a veces parecía agua límpida, y a veces una mezcla de agua y sangre”

Fue entonces que las religiosas decidieron colocar su cuerpo en la capilla, prepararon una silla para acomodarla, pero su cuerpo estaba distendido. Cuentan que la madre superiora sabiendo que ella nunca faltó al voto de obediencia, le ordenó que se plegara para que pudiera estar en la silla, y milagrosamente se plegó. Ocurrió en 1463.

En 1712 el papa Clemente XI la canonizó y se narra que periódicamente las religiosas debían cortarle el cabello y las uñas porque continuaban creciendo, a parte de tener que cambiar sus vestidos de cuando en cuando, ya que exudaba líquido.

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