¿Cuál es la enfermedad que más veces aparece citada en la Biblia?




Pedro Gargantilla Médico y divulgador científico 

¿Cuál es la enfermedad que más veces aparece citada en la Biblia?


12.05.2023 | https://www.muyinteresante.es/salud/60413.html


En la Biblia podemos distinguir cuatro aristas relacionadas con el ejercicio de la medicina: metafórica, taumatúrgica, ética y técnica. En un sentido metafórico Cristo se presenta a sí mismo como médico, una afirmación que repetirán san Pedro y los primeros escritores cristianos.

En un aspecto más taumatúrgico fueron muchos los que, en aquella época, atribuían la génesis de una dolencia física a un pecado cometido por el enfermo o sus padres. Jesús lo explica de una forma muy distinta: “ni él ni sus padres han pecado, sino que esto ha sucedido para que las obras de Dios sean en él manifiestas”.

La enfermedad a la que más páginas dedica la Biblia es a la lepra. 
Foto: Istock/duckycards

Con el cristianismo aparece la concepción de amor por el prójimo, que entronca de alguna forma con la ética médica. Para los griegos philanthropía incluía el amor a la naturaleza y la tendencia a la perfección del propio ser. La innovación del cristianismo es incluir en ese concepto el “amor a la persona”, el mandato de amar al otro como a sí mismo. Las consecuencias inmediatas son dos: el deber religioso de ayudar al enfermo y la condición igualitaria del tratamiento (no hay diferencia en la asistencia médica entre griegos y bárbaros, hombres libres y esclavos, pobres o ricos).






Por último, para un cristiano primitivo la medicina era un arte —teckhné— inventada por el paganismo griego, por lo que la actitud podía ser repulsión, fidelidad incondicionada o adopción reflexiva. De esta forma, no deben extrañarnos que los más antihelénicos rechazasen la prescripción de medicamentos, admitiendo únicamente la curación a través de la oración y el exorcismo.
La lepra, maldición bíblica

La enfermedad a la que más páginas dedica la Biblia es a la lepra, una patología que en la Antigüedad englobaba diferentes enfermedades de la piel. Para conocer la primera descripción tenemos que remontarnos hasta el siglo V a. C., época en la que fue acuñada por Hipócrates y a la que se refería como lesiones cutáneas de aspecto escamoso.

Mycobacterium leprae. Foto: Istock/Dr_Microbe

Los hebreos tenían un vocablo genérico para referirse a las enfermedades cutáneas: tsara´ath, un término en el que estaría englobado la lepra. Por eso no debe sorprendernos que en el Antiguo Testamento podamos leer: “muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo”. Muy posiblemente lo que el autor de este párrafo quiere decir es que había muchos enfermos con lesiones cutáneas, las cuales no eran necesariamente lepra.

El libro en el que hay mayor número de referencias a esta enfermedad es el segundo libro del Antiguo Testamento (Levítico), que dedica dos capítulos completos (13 y 14) a describir con exactitud los distintos tipos de lepra, a distinguirla de otras afecciones y a relatar las medidas que se deben adoptar con el enfermo.

Además, allí aparecen descritos los signos que deben tener en cuenta las autoridades religiosas para determinar que el enfermo está curado, lo cual subraya nuevamente la idea de que los diagnósticos no eran exactos, pues hasta hace apenas unas décadas se trataba de una enfermedad que carecía de tratamiento.
Muerte en vida

La lepra bíblica era considerada una enfermedad del cuerpo y del alma, por eso el término “leproso” no solo significaba que la piel había sido destruida, sino que el paciente había sufrido un castigo divino. Por ello no debe sorprendernos que cuando aparecen referencias a la desaparición de las lesiones no se utilice la palabra “curar” sino “limpiar” y es que, de alguna forma, la lepra era un signo de impureza y suciedad.

Cuando la lepra era diagnosticada el sacerdote se desplazaba hasta la casa del enfermo y le conducía a la iglesia, en donde se entonaban cantos religiosos. Allí el paciente se recostaba en una sábana de color negro, como si estuviera muerto. Finalizada la ceremonia le acompañaba hasta la puerta al tiempo que le explicaba: “ahora mueres para el mundo, pero renaces para Dios”.

A continuación, era acompañado hasta los límites de la ciudad y se le recitaban una serie de prohibiciones de obligado cumplimiento: entrada en las iglesias, molinos o cualquier reunión de personas. También se le negaba lavarse las manos o ropas en cualquier arroyo, así como deambular sin el traje de leproso. Así mismo, tenía prohibido mantener relaciones sexuales con otra persona que no fuera su esposa, acercarse a niños o jóvenes e, incluso, caminar en la misma dirección del viento.

Luego se le proveía de un pequeño menaje: una capa gris o marronácea, zapatos, una campana para advertir de su proximidad, dos sábanas, un bastón, una taza, un cuchillo y un plato. A partir de ese momento debía vivir solo y desamparado, en compañía de otros leprosos y de su mujer, siempre y cuando ella no solicitase el divorcio.

En el Nuevo Testamento disminuye el número de referencias a la lepra y, generalmente, las alusiones están en relación con algún milagro realizado por Jesús. Así, en el Evangelio de San Mateo se nos cuenta que: "Jesús extendiendo la mano le dijo: 'Quiero, queda limpio', y al instante quedó curado de su lepra”.

En el Evangelio de San Lucas se menciona la parábola del rico Epulón, en cuya mesa o cerca de ella había un mendigo –Lázaro- que era leproso y que comía las migajas que caían al suelo. Cuando ambos murieron, el rico fue al infierno y el pobre al cielo. De aquí nació la idea de llamar a la lepra como “mal de San Lázaro” y que las edificaciones medievales en las que fueron recluidos estos pacientes se conociesen como “lazaretos”.

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