Manera católica de comprender la inmutabilidad divina

Maxlmlno Arias Reyero,Dios en la teología actual Teología y Vida, Vol. XXXIV (1993), pp. 209-214

"Hay una manera católica de comprender la inmutabilidad divina.


1. La infinita perfección de Dios no es la manifestación de algo estático, sino de algo viviente. Dios es vida y vida eterna. Esta vida es eternamente activa: se da, se recibe.

2. Esta suma perfección da lugar a la misericordia, a la compasión. Estas no son producidas por falta de perfección, sino por la perfección del ser divino. La compasión de Dios no se debe a la imperfección de su naturaleza o a que alguien provoque en El esta "herida", sino a la plenitud de amor paterno.

3. No se puede poner en Dios la mutabilidad, el movimiento, tal como se da en el ser humano, es decir, para alcanzar lo que no tiene. Hay que utilizar la analogía. Se ha de negar en Dios todo movimiento como el que afecta al ente limitado a una forma, tiempo y espacio. Pero se pueden decir de modo analógico el movimiento de la vida divina (darse, recibir, acoger), sin que ello implique imperfección.

4. En cuanto a la Encamación de Jesucristo, la distinción entre persona y naturaleza es un principio luminoso. La Encarnación muestra a modo humano que el Verbo existe totalmente para el Padre. Pero en este vivir para el Padre no hay una confrontación Padre-Hijo, sino un total acuerdo: el Hijo ha recibido del Padre todo lo que es y tiene. El existir del Hijo para el Padre corresponde la del Padre para el Hijo. Un vivir para el Padre implica, ciertamente, el vivir sin egoísmos, en la más pura obediencia. Y esta es la respuesta a la vida del Padre que da al Hijo, sin egoísmo, todo lo que El es. Al asumir la naturaleza humana, Jesucristo no cambia su modo de ser Hijo, sino que lo hace patente y lo transmite a su humanidad. Se podría decir, con la teología tradicional, que lo que cambia aquí es la naturaleza humana, que asume el principio de la obediencia, de la filiación.

5. Por otra parte, en la muerte de Jesucristo se trasluce la existencia del pecado, no ya como límite creatural, sino como negación, como alejamiento de Dios. Jesucristo supera este alejamiento por una entrega total. Supera la situación de esclavitud y lejanía por la de filiación y cercanía. Pero no en una confrontación con el Padre, sino en una aceptación de su voluntad. Ciertamente se puede decir que en el mismo Dios hay "algo" que le capacita para dejarse libremente alcanzar por la situación de pecado del hombre y responderle con misericordia. Pero ese "algo" debe considerarse desde la divinidad y no proyectar en la divinidad principios creaturales, sin pasarlos por el tamiz de la analogía.

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