El sayj de Ohanes



En época almohade-nazarí, es decir, en la primera mitad del siglo XIII, se puede percibir todavía la cohesión de estas comunidades frente al Estado. 

Para ello es fundamental el análisis de la figura del sayj o santo, protector de determinados lugares.

 Estos santos, en los lugares en donde  existen o han existido recientemente, como en el Rif de Marruecos, ejercen funciones diversas, tales como mediar en las disputas tribales, a cambio de  lo cual suelen recibir una retribución a modo de ofrenda. 

Se dice que tienen baraka o capacidad de obrar milagros, cualidad que les confiere el propio pueblo, aunque se les considere elegidos por Dios. 

Esto no evita que en las zonas bajo control del Estado y, especialmente, en los centros urbanos, exista la figura del qádí o juez. 

No sólo en las hagiografías sino también en las fuentes históricas los suyüj (plural de sayj) aparecen como defensores de las comunidades  islámicas, en especial de una tributación excesiva así como de los abusos de poder de los delegados centrales. 

En Sierra Nevada había varios que parecen  estar vinculados a corrientes sufíes. Entre 

ellos destacaba uno de Ohanes, Abü Marw.n al- Yuh.nis., que había viajado por Oriente y Norte de Africa antes de regresar a su alquería. 

Su actuación, siempre de parte de los débiles y de los que sufren injusticia, muestra el vigor de las aljamas frente al Estado. 
Así, en una celebración de la fiesta del Mawlid (Nacimiento del Profeta) en Granada, al-Yuh.nis. aceptó las ofrendas de sus conciudadanos, consistentes en hatillos de velas, que eran rociados con agua de rosas y encendidos más tarde. Se negó, sin embargo, a hacer lo propio con las que había entregado el perceptor de impuestos de Granada alegando que cada vez que 
se disponía a encenderla sentía una profunda aversión. 

Siempre al lado de los humildes, aparece junto a los pastores de Lanteira que subían con su ganado a la sierra en verano acompañados por recitadores, rogando entonces ante un posible mal  de ojo que recayera el daño sobre sí mismo. Se muestra sin embargo intransigente con los abusos  de poder y la malversación de fondos públicos que realiza un representante estatal en Guadix, tesorero del trigo, negándose a prestarle el apoyo que éste solicitaba desde la cárcel y que consistía en que su deuda fuera sufragada por la población. 

Su papel político es también significativo cuando la gente de Canjáyar se recogió en el castillo ante las amenazas de un hijo del jefe almohade Ibn Ram.m.. Entonces el sayj aparece como el auténtico portavoz de la aljama, señalando que un acuerdo hubiera sido posible siempre que los musulmanes se hubieran presentado sin un grupo de cristianos y les echa por ello una maldición en la que arderían con el aceite del almajaneque que pensaban utilizar contra la fortaleza. 

La presencia de un contestatario sayj muestra la dualidad Estado-aljamas, así como la fuerza de las comunidades rurales en unas fechas muy tardías. 

No sabemos, sin embargo, nada de estas aljamas en la época almohade-nazarí. 



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