Festival para solicitar la protección de los campos contra Robigus.


Festival para solicitar la protección de los campos contra Robigus.



La deidad Robigus

Divinidad que representa la roya, el tizón o verduguillo del grano en el cereal, enfermedad provocada por un hongo que ataca el grano especialmente durante las primeras fases de crecimiento; nefasto para la agricultura si se produce. De hecho, el nombre robigo es la denominación de la propia enfermedad, así como del moho o la herrumbre. Por ello, se considera que la propia deidad que produce la enfermedad puede impedir su manifestación o propagación. Robigus es una deidad que puede considerarse negativa o perniciosa para los campos.

A Robigus se le considera un indigitamenta –manifestación- de Marte, tanto dios guerrero como señor del suelo patrio romano. El género de esta divinidad es ambiguo, aunque para la mayoría de los autores es masculino (Robigo sería su nombre en femenino).

Para los autores antiguos este Marte en realidad era Quirino, divinidad guerrera de los sabinos. De hecho, el festival fue fundado por Numa Pompilio, el gran rey romano de origen sabino, durante el decimotercero año de su sabio reinado.



Los sacrificios

Al amanecer, en un altar adecuado en Roma, el flamen quirinalis realiza un doble sacrificio para apaciguar o atraer la simpatía de Robigus: un cachorro de perro y un cordero lechal. Con las entrañas se realizan los augurios pertinentes.

Al atardecer, partiendo de Roma, una procesión liderada por el flamen quirinalis se dirige a una arboleda consagrada a Robigus en el quinto miliario de la via claudia, muy cerca del puente Milvio. Curiosamente, el bosquecillo sagrado recibe el nombre de bosque del Viejo Moho. Imprescindible es que todos los participantes y oferentes se atavíen con ropas del blanco más puro posible.

Una vez allí, se arrojan al fuego del altar la sangre y entrañas de los animales sacrificados, mientras el sacerdote recita una antigua plegaria y se quema incienso. A su vez se realiza una libación de vino.



Ovidio en sus Fasti (libro IV 910-935) nos clama tal oración:

“Tizón inmundo, respeta las plantas de Ceres, y que su tallo ligero se cimbree en la superficie de la tierra. deja tú crecer los sembrados, fertilizados por los astros propicios del cielo, hasta que vengan en sazón para las hoces. Tu poder no es liviano: los trigales a los que tú pusiste tu marca, los da por perdidos el colono entristecido. Ni los vientos ni las lluvias dañan tanto el trigo ni tan pajizo se pone, quemado por el pétreo hielo, como cuando el sol calienta los tallos acuosos. Entonces es el momento de tu cólera, dios temible. Abstente, por favor, y aparta tus manos tiñosas de las cosechas y no dañes los cultivos: ya es bastante que tengas poder para dañarlos. No abraces los tiernos trigales, sino el duro hierro: destruye antes lo que puede destruir a otros. Más útil será que asaltes las espadas y las armas que hacen daño; ninguna necesidad hay de ellas; el mundo se halla en paz. Que resplandezcan ahora los almocafres y el duro escardillo y la corva reja, utensilios del campo. Que la dejadez enmohezca las armas, y si alguien intenta desenvainar la espada, note que queda frenada mucho tiempo. Pero a Ceres no la ataques, y que el colono pueda siempre cumplir con tus votos en tu ausencia"



Es importante que las víctimas a sacrificar sean de pelaje rojizo, estando este color asociado a Robigus, al grano del cereal cuando está maduro –e incluso a la herrumbre-. Es un color que destaca sobremanera en el sacrificio: la sangre y las exta–entrañas- lo son; en contraste con el blanco de las vestimentas sacrificales del flamen y de los que le acompañan en procesión para asistir al solemne evento.

Este rito religioso tiene en realidad similitudes con actos más asociados a la magia y la superstición, como el sacrificio de un perro, animal que rara se emplea cuando está asociado a divinidades –salvo aquellas de carácter infernal o ctónico-.

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