La Cruz en La Alpujarra

La rebelión morisca y su martirologio en la Alpujarra: manifestaciones crucíferas 
Valeriano Sánchez Ramos

La introducción de la cruz en La Alpujarra, como en todo el reino de Granada, tuvo matices muy interesantes desde la Toma, cuyas connotaciones simbólicas, no cabe duda, influyeron en la masa morisca. 

Tanto que la rebelión de 1568 supuso un revulsivo sin precedentes en panorama cruzado, por cuanto configuró un modelo específico basado en el martirologio, y que debe distinguirse del resto de cruces erigidas. 

Un caso de otro tipo sería la Cruz de don Juan de Austria, levantada en Padules, y que recuerda donde se situó el campo del hermano del rey durante su campaña por la comarca. 

Fue frecuente que muchas cruces de guerra adquirieran esta connotación, como ocurre con la cruz que se levantó en Bayárcal, en donde a finales del siglo XVIII se recordaba cómo en otra rebelión padeció martirio el capitán Granizo, por haber salido con tropa y armas a los sarracenos rebeldes y le quitaron la vida más debajo de un barranco de primera agua, más abajo del puerto dicho de La Ragua. (…) 

Aún hoy se conserva la cruz donde los moriscos quitaron la vida a dicho capitán Granizo. 

Dado que la muerte del militar fue en acción de guerra, es evidente que la Cruz de Granizo no puede catalogarse como cruz martirial, si bien la mentalidad popular -tan imbuida por la religiosidad alpujarreña- acabó catalogándola de esta índole. No debió ser la única. 

Las cruces martiriales y sus manifestaciones constituyeron, en fin, una fenomenología genuina, como se advierte en nuestro estudio. Su peso específico, rodeado de un halo providencialista, influyó no sólo en el resto de cruces conmemorativas de la rebelión, sino en otras levantadas antes y después del alzamiento, aún cuando tuvieran un origen diferente. 

Cabe aludir igualmente a las festividades que en torno a la cruz se realizaron la comarca -evidente en Canjáyar y Santa Cruz de Marchena- y que en algún otro caso, se constituyó en patronazgo, como  en Murtas -donde tiene ermita207- y Pampaneira. 

Esta última localidad sus fiestas se singularizan por la presencia de diablillos y un zapeo de zorra. 

Similar organización, aunque en honor a la Virgen de la Cabeza, se realiza en Capileira, en cuyo penúltimo día asistían los diablillos con un gran número de estandartes que se cruzaban entre sí para hacer llamativas figuras en el Barranquillo de las Cruces. 

Y es que había que huir del maligno, aquel que podía engañar en el camino de perfección a imitar, cual mártir. Un libro devoto de 1688 bien advertía cómo los mártires son los heroes del cristianismo (…). 

Fiestas con diablillos en torno a cruces y martirios, con su zapeos, todo un tema de investigación. 

El topónimo del aludido barranco, por otro lado, no es único, sino recurrente en la geografía alpujarreña, como el Peñón de la Cruz, en Jorairátar, y tantos otros que habría que catalogar. Toda una geografía que hilvana una cosmovisión enraizada desde la conquista que tuvo un enorme revulsivo en el martirio, y que rezuma prácticamente todos los actos de la religiosidad. La ánimas benditas y sus trayectos bien ubicados en la geografía sacralizada de los municipios, por su intercesión muestran al cristiano el camino de la cruz. 

De hecho, en Adra, localidad bajo patronato de un santo agustino vinculado a la muerte y a las ánimas, su fervor no se resistió a elaborar en 1697 las reglas en su cofradía, añadirle el título crucífero: “Cofradía de san Nicolás de Tolentino y santa Cruz”. 

En definitiva, estamos ante las breves pinceladas -como advertíamos en la introducción- de una fenomenología de mayor calado. Una cuestión, no nos cabe la menor duda, que arranca en el siglo XVI y que, dentro de un contexto granadino global, tuvo su cénit en el centuria siguiente.


No fue un recurso literario el usado por el anónimo escritor, sino una realidad constatada que nuestro estudio demuestra. Con este propósito afianzamos la idea de una manifestación muy genuina que, transciende el mero comportamiento popular y que, a nuestro modo de ver, incide directamente en una categorización propia, alejada de un modelo localista. 

Dicho en pocas palabras, las cruces alpujarreñas se convierten en un elemento de la tradición comarcal, tanto en su iconología, expresión artística y devocional; en suma, en un rasgo definitorio e interpretativo desde la óptica de la historia de la cultura. 

Una imagen visual alpujarreña en constante redefinición del urbanismo y el paisaje, así como del propio espacio y, por supuesto, del pensamiento político y social; los cuales no excluyen en ciertos casos el debate -e inclusive el polemista- hasta la actualidad. 

Un panorama de sencillos monumentos, muchos desaparecidos y otros tantos desvencijados y abandonados, que requieren comprenderse desde el profundo signifi cado cultural e histórico que atesoran. Ellos evocan una artisticidad popular que, sin la menor duda, responde a una historia de las mentalidades -como nos hemos esforzado en explicar- que, lejos de conocerse todavía, está por escribir sus mejores capítulos. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús