Las catacumbas romanas no eran escondites cristianos

Este texto forma parte de un artículo publicado en el número 462 de la revista Historia y Vida


Las catacumbas romanas no eran escondites cristianos


Julián Elliot01/09/2023 07:00

Catacumbas de San Sebastiano, Via Appia Antica, RomaAGE Fotostock

El Imperio romano dio permanentes muestras de tolerancia religiosa en sus cinco siglos de historia. No solo permitía la práctica de cultos propios a los habitantes de las naciones conquistadas, sino que incluso los adoptó en la capital. Algunos, como el culto egipcio de Isis o el persa de Mitra, tenían una aceptación masiva entre los ciudadanos de Roma, que a menudo fusionaron estas importaciones con las divinidades de su propio panteón (al fin y al cabo, la religión romana era, en una parte importante, la asimilación de la griega).

A pesar de esta permisividad romana, el Imperio prohibió periódicamente lo que consideró una extravagante ramificación del judaísmo. En esta aversión por el cristianismo influía una enorme ignorancia sobre sus creencias y actividades reales, pero también poderosas razones de Estado.


Los fieles a Jesús fueron acosados desde mediados del siglo I d. C., cuando su religión irrumpió públicamente en Roma, hasta principios del IV, fecha en que el emperador Constantino autorizó y favoreció el cristianismo hasta convertirlo en el oficial de facto. A lo largo de ese largo período, el escenario característico de la Iglesia primitiva fueron las catacumbas. Pero no eran su único espacio, ni cumplieron funciones que se siguen malinterpretando hoy.
Fuera de la ciudad

Las catacumbas, contemporáneas de las persecuciones del cristianismo a manos del Imperio, se empezaron a excavar en Roma con un único objetivo de carácter práctico. Eran simples cementerios. Por eso, y no por otra cosa, se construyeron todas, cada una de las 69 descubiertas hasta la actualidad, fuera de la ciudad. El emplazamiento lo dictaron los hábitos funerarios de la civilización romana, no la clandestinidad inicial del cristianismo. Los muertos, para las leyes latinas, debían estar apartados de los vivos.

Hasta mediados del siglo II, la Iglesia sepultó a sus difuntos en los mismos lugares en que lo hacía la mayoría pagana. Empleaba necrópolis como la situada en la colina Vaticana o las que se encontraban junto a las calzadas consulares, más numerosas. Este fue el destino que corrieron, por ejemplo, los restos de los apóstoles Pedro y Pablo. Los del primero fueron trasladados al cementerio romano donde hoy se levanta su basílica. Los del segundo, a una antigua necrópolis localizada junto a la Via Ostiense. Algunos cristianos de los comienzos, pocos, fueron enterrados en terrenos donados por particulares a su parroquia.

Las catacumbas de Roma.Frank Bach

Las catacumbas clásicas nacieron de este tipo de cesiones. Por ejemplo, las de San Calixto o las de San Sebastián, excavadas junto a la Via Apia. No fueron las autoridades romanas, sino los cristianos primitivos, quienes separaron sus tumbas de las distintas a su religión. La explicación se encuentra en una combinación de cuestiones teológicas y pragmáticas.

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