LA RELIGIÓN COMO UNA DIMENSIÓN DE LA CULTURA.



Camarena Adame, M. E., & Tunal Santiago, G. (2009). LA RELIGIÓN COMO UNA DIMENSIÓN DE LA CULTURA. Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences, 22(2),1-15.


"...la vida social no puede concebirse sin una dimensión religiosa, ya que a través de ella es posible analizar el estatus moral que rige una sociedad, así como la cosmovisión que se guarda en torno de ella, lo que brinda una identidad única a los habitantes que en ella residen. Mediante términos como los de sagrado, profano, mito, rito y otros, podemos encontrar la manera en que se configura la identidad de una sociedad en términos de un comportamiento moral, es decir, podemos encontrar su trascendencia en la historia y en la configuración del mundo, por lo que son aspectos de la vida social humana de gran relevancia.

A modo de resumen, podemos decir que no hay religiones buenas o malas, o menos válidas e inválidas, simplemente son distintas, así como las sociedades y, por tanto, todas merecen ser consideradas. El problema de las sociedades es que no aceptan formas alternas de pensamiento, ni reconocen, comprenden y respetan la diferencia; después de todo, el ser humano es distinto en cualquier lugar del mundo.

La cultura y la religión no son dos esferas distintas de la vida social, sino que forman parte de un constructo general que define la edificación de las sociedades, es por tal razón que el estudio de sus interrelaciones nos ayuda a entender de forma más precisa las dimensiones de la cultura, en tanto que la religión es una creación y recreación humana que es concebible únicamente y gracias a la sociedad misma. La religión cobra fuerza como fenómeno cultural debido a que ésta ayuda a construir la personalidad en la infancia y a asegurar la cohesión social a través de la configuración de un ethos colectivo.

La importancia del estudio de la religión como una dimensión cultural se debe a que ésta es la reproducción de los agentes culturales de una deidad que refleja de forma idílica las características inherentes de los seres humanos y en la que se polariza la acción social por medio de un constructo simbólico en el que Dios aparece como perfecto e ilimitado, mientras que en el otro polo se encuentran las personas como seres falibles y limitadas. La construcción anterior nos habla de que la religión se presenta como un mecanismo humano para enfrentar el miedo que produce una vida de incertidumbre. Ello alude a dos mundos: el de los consensos artificiales o real y el espacio simbólico de la vida cotidiana expresada en una religiosidad, en el cual el cientista social deberá explorar para avanzar en los estudios culturales que comenzaron analizando sólo la parte objetiva de la vida, descuidando la construcción simbólica o el espacio de la vida cotidiana.

Pese a que algunos consideran que en el contexto de la globalización las expresiones de lo hierofánico tenderán a desaparecer, nosotros apostamos a que más bien la fe, lo sagrado, lo profano, las significaciones, los símbolos, los mitos, los ritos, los tabúes, la magia y otras expresiones religiosas se van a reconfigurar, e incluso podría incrementarse el número de creyentes, en tanto que las nuevas tecnologías de información permitirán la transmisión de valores y simbolismos religiosos como nunca antes se había podido lograr. Todavía más, la aldea global no contempló la resistencia al proceso de debilitamiento de las estructuras culturales locales, es decir, las prácticas religiosas que con la tendencia de una reterritorialización cultural, identitaria y simbólica de un mundo posmoderno quedaron mucho más fortalecidas que en el pasado.

Debemos asumir que la religión acompaña a las sociedades como un elemento sustancial en la configuración del individuo y de su propia identidad, de tal forma que las maneras en que se presenta y se organiza es lo que le dará el carácter de una estructura y de una entidad que formulará parte del accionar social. Por lo anterior, asumimos que tan importante es el fenómeno religioso para la sociedad, que de él depende gran parte el accionar moral, el pensamiento de los agentes culturales y la cosmovisión que se guarda en torno suyo, elementos con los que da una identidad única e irrepetible a los grupos sociales.

Como pudimos observar, el fundamentalismo y los extremos irreconciliables son una falta de entendimiento y hasta una manipulación de lo que se entiende por los otros. Desde el inicio de la humanidad, nos hemos encontramos ante una situación de intensas fricciones y roces que han permanecido hasta la actualidad con distintos matices. El modo de acumulación global nos plantea la necesidad de convivir con formas de vida completamente distintas a las que hasta antes de la década de los años ochenta del siglo XX conocíamos. Irónicamente, pese a que el mundo global supone los sistemas de comunicación más efectivos y más desarrollados que la humanidad jamás haya visto, asistimos a una falta de comunicación efectiva, lo que supone malentendidos interculturales que pueden generar grandes catástrofes entre los seres humanos. Lo anterior nos lleva a preguntarnos lo mismo que Touraine ¿podemos vivir juntos?ps://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18111430003

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