El cristianismo ante las grandes religiones

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El cristianismo ante las grandes religiones

La Iglesia en sus orígenes establece conexión con la filosofía y no con las otras religiones o la política. Posteriormente, cuando ya estaba afirmado el cristianismo en el mediterráneo se dieron dos postura bien  de apertura hacia otras creaciones como  san Justino (más tarde seguida por los católicos que ven continuidad de la revelación en la naturaleza y la razón) o bien como  Tertuliano que ven un contraste ( los protestantes, que hacen una lectura negativa de las demás religiones).

Esa postura inicial del cristianismo,  cuando ya es la religión del imperio, va a cambiar a una postura más negativa subrayando los aspecto más negros (sacrificios humanos, superticiones, prostitución de los templos).

En la época de los grande descubrimientos se percataron que todos los pueblos conquistados no conocían a Cristo y por tanto no se salvaría, pero esta idea no era coherente con la imagen de un Dios misericordioso, que trajo la salvación para todos.  Se cambia de orientación y se empieza a pensar que se salvarían si seguían la ley natural, se habla de bautismo de deseo… Fue el Concilio Vaticano II con la constituciónLumen Gentium (lo bueno y verdadero que hay en esas otras religiones se consideran como  preparación del evangelio), la Gaudium spes(lo analiza bajo la perspectiva cristológica)   y la declaración Nostra Aetate (lo verdadero y bueno de ellas son reflejo de las semillas de Cristo   sin caer en un relativismo), quien abordan este problema. 

En ciertos sectores posconciliares se dio un salto al considerar las diversas religiones como  caminos ordinarios para la salvación queridos por Dios, siendo todas las religiones igualmente válidas.   A esta postura pluralista de la religión ha respondido la Iglesia con dos documentos fundamentales: El cristianismo y las religiones(1996) y el Dominus Iesus para justificar el anuncio misionero del la Iglesia, nacido del mandato de Cristo y un deber para el prójimo, para mostrarle el tesoro que Dios nos legó.  La Iglesia da testimonio de fe y a la vez se esfuerza en dar razón de ella, por haber sido agraciada y tiene el deber de darla a conocer a todos.