Revolución biológica
Revolución biológica
Con Darwin se produjo una gran revolución
científica con la teoría de la evolución y en el momento actual esta gran revolución se da con los descubrimientos en el terreno
de la Genética, Bioquímica y
Neurología.
A) Teoría de
la evolución
Darwin llegó a la conclusión de que todas las
especies vivientes surgen por evolución, a partir de unas primeras unidades
vivas primigenias. Esta evolución es progresiva y el mecanismo que lo regula es
la selección natural. Las ideas científicas de Darwin, al igual que Newton en
el siglo anterior, cambiaron la visión del mundo: uno con la imagen de la
naturaleza como mecanismo y Darwin con la imagen de la naturaleza como proceso
dinámico. Los avances en ciencias físicas, químicas, biológicas y
en la tecnología cambió la sociedad del siglo XIX, siendo la biología la
que influyó más en el pensamiento.
Esto tenía unas consecuencias muy importantes para el hombre
ya que el hasta ahora rey de la creación, resultaba ser un descendiente de
animales. Además, la imagen de una creación inicial y completa desde su inicio
no tendría cabida en esta teoría,
y por último, planteaba grandes problemas a las ideas teológicas
indiscutidas hasta este momento,
como son la creación, el monogenismo, la inerrancia de la Biblia…
La teoría del evolucionismo de Darwin tuvo como
precursores a Linneo y Lamarck, teoría que produjo reacciones en los teólogos porque veían en esas ideas
una amenaza a la autoridad en la Biblia, pero fue Darwin quien expresó
dicha teoría combinando diversas ideas: primero las variaciones aleatorias,
segundo la lucha por la supervivencia y por último la supervivencia de los más
aptos, sosteniendo que la selección natural es el principal, aunque no único
factor determinante de la dirección del cambio evolutivo.
En el libro “El origen del las especies”[1]
ofrece una argumentación del evolucionismo causando respuestas desiguales entre
los científicos, teniendo tantos
seguidores como detractores. Las consecuencias de su teoría abrían dudas
en el plano científico, biológico, filosófico y social.
Pero, sobre todo, en el concepto de naturaleza hasta este
momento imperante, ya que de naturaleza estática, inmutable, pasará a ser
caracterizada por el desarrollo y el cambio, en convertirse en un complejo con
fuerzas interactivas y orgánicamente interdependiente, cobrando más vida la
interacción del individuo con el entorno y también supuso la extensión del
gobierno de la ley a nuevas áreas de la naturaleza, ya que el papel del azar
fue considerado como incluido en las leyes estadísticas. Y un punto muy
importante fue que los seres humanos estaban incluidos en la naturaleza.
Esto produjo un debate teológico
fundamentalmente en cuatro puntos:
1.
el
desafío a las Escrituras,
al literalismo bíblico, produciendo divisiones, ya que algunos literalitas la
rechazaban de plano y otros, su visión de las Escrituras les permitía aceptar
la teoría
2.
el
desafío de la idea de diseño, ya que con la teoría de la evolución la adaptación de las
estructuras orgánicas a funciones útiles no necesitaba de un plan preconcebido
3.
el
desafío al estatus de la humanidad ya que esta teoría parece cambiar la idea de superioridad del hombre
respecto a las demás especies
4.
su
actitud ante el futuro era optimista, expresando la relación entre las normas éticas y la evolución, y el
llamado darwinismo social.
Todos los organismos descienden de uno o varios sistemas que surgieron
espontáneamente. Todas las
especies derivan unas de otras por selección natural. La teoría inicial de la
evolución de Lamarck y de Darwin, están en el momento actual
explicadas basándose en la genética
y la biología molecular. La versión moderna del neodarwinismo sostiene
que la evolución es el proceso responsable de la variación de la frecuencia de los genes en el conjunto
genético. Los genes de una población constituyen un conjunto de genes;
cualquier gen que se origina en ese conjunto genético es resultado de una
mutación o error aleatorio en el proceso de copia de genes. Una vez producida
la mutación se extiende por medio de la reproducción sexual y se recombina en
el conjunto genético. La selección
natural se traduce en el distinto éxito que alcanzan los organismos en la
supervivencia y reproducción.
Esta teoría tiene unas evidencias
paleontológicas así como biomoleculares con los conocimientos científicos
actuales.
A
mediados del siglo XX surgen la teoría del equilibrio puntuado de Stephen Jay
Goul y Niles Eldredge, donde se afirma que la evolución no es
gradual sino que ha habido grandes
períodos de estabilidad seguidos de cambios evolutivos. También ha
surgido la teoría del neutralismo de Motoo Kimura afirmando que los cambios
evolutivos se deben a la deriva genética de mutaciones que serían neutras desde
el punto de vista natural. Posteriormente se presentan las objeciones a esta
teoría, mostrando el Creacionismo y el Diseño inteligente.
La Comisión Teológica Internacional en su escrito titulado “Comunión
y Servicios. La persona humana creada a imagen de Dios” del 23 de julio de
2004 establece su postura respecto a estas teorías.
Luis Oviedo, al estudiar el evolucionismo expresa que al
celebrarse los 200 años de Darwin, los creyente más rigurosos, pueden sentirse
provocados por la celebración, entre otros motivos porque se
creen superiores ante cualquier crítica racional. Pero Darwin fue un genio,
puso un hito en la ciencia no sólo en la antropología y la biología sino porque
da paso a un modelo de pensamiento que dinamiza el conocimiento.
Según
este mismo autor[2]
es importante el conocimiento del
evolucionismo porque afecta a la
fe, a la conducta religiosa y a la compresión de lo divino. Esta visión
presentada por el profesor es interesante porque afirma que la teoría
evolucionista es pertinente para la teología ya que estimula el conocimiento y
porque manifiesta la existencia de una orientación cristiana abierta a la
ciencia y a lo más positivo humano para tener una fe madura.
Al hablar de creacionismo inmediatamente se
piensa en la creación y surgen movimientos de pensamiento que rechazan la
evolución afirmando sólo el origen de todo lo creado de la nada. Pero no son teorías enfrentadas. Tarsicio
Jánez Barrio[3] sostiene
que ya San Agustín hablaba de un universo en expansión:
“Es incuestionable el hecho de la
evolución, así como la admisión de una realidad previa de la cual partir, sea
creada o no. Pero luce cuestionable el mecanismo de la evolución en clave de
“selección natural” cuando se la entiende como netamente naturalista. El
evolucionismo darwinista no tiene fundamento suficiente para afirmar que las
especies evolucionan de modo totalmente aleatorio y sin finalidad definida. Los
mas recientes descubrimientos socavan los cimientos del darwinismo (J. Enrique
Cáceres-Arrieta), y nos hablan de un Diseñador creando el universo de la nada
en un tiempo finito y aceptando la evidencia del Big-Bang (William Lane Craig).
Otros
tipos de evolucionismo, aunque rechazan la teología , admiten sin embargo, la
te- leomonía que no es incompatible con la tesis agustiniana del “creacionismo
evolutivo”. En estos tipos de evolucionismo si cabe una tendencialidad
antrópica como la defendida por Agustín, a través de sus razones
seminales-causales y de los distintos modos de creación derivados de aquel
“simul et in ictu” creacional.
Las distintas creaciones virtuales, también simultáneas y derivadas de
la creación propia “ex nihilo”, no implican que sean efectivas “simul” también
las especies o prototipos. Una cosa es el hecho de la creación simultánea y
otro el de su real y existencial efecto en el tiempo.
En
esta idea encontramos la fundamentación para defender un creacionismo evolutivo
a lo agustiniano, que podría sintonizar con otros evolucionismos al estilo de
X. Zubiri, K. Rahner, Pedro Lain Entralgo,…”
San Agustín presenta distintos modos existenciales de las cosas:
“De un modo están, pues, los seres en el Verbo
de Dios, en el que no son hechos, sino eternos, cual modelo causal-ejemplar. De
otro, en los elementos del mundo en los cuales todas las cosas creadas al mismo
tiempo están como seres futuros. De otro en las cosas, que según las causas
creadas simultáneamente, no se crean ya a la vez, sino que cada uno aparece en
su propio tiempo (la vida del hombre y los hechos milagrosos). De otro en las
semillas visibles (ordinaries), en las que de nuevo vienen como a repetirse las
causas primordiales originadas de las cosas que existieron según las causas que
creó. Dios primeramente (Ib.6,10,17). En estos dos últimos modos cabe incluir
la intervención del hombre.
Pero cuando se habla de creacionismo no se
entiende en este sentido, sino se
aplica creacionismo a la creencia, inspirada en dogmas religiosos, según la
cual la tierra y cada ser vivo que existe actualmente proviene de un acto de
creación por un ser divino de
acuerdo con un propósito sólo conocido por ese ser. Por extensión a esa
definición, el adjetivo “creacionista” se ha empezado a aplicar a cualquier
opinión o doctrina filosófica o religiosa que defienda una explicación del
origen del mundo basada en uno o más actos de creación por un Dios personal,
como lo hacen, por ejemplo, las religiones del Libro.
Por ello, igualmente se denomina creacionismo a
los movimientos pseudo-científicos y religiosos que militan en contra del hecho
evolutivo. Para detectar su origen es necesario retroceder hasta la Edad Media
donde se designaba en teología que cada alma es objeto especial de creación por
Dios. Fue en 1929 cuando el biólogo Harol W. Clark defendió como creacionista la obra de George MaCready Price
quien la propulsó.
Se
puede hablar de creacionismo clásico, que niegan la evolución humana; de
creacionismo científico, que trata de postular la anti -evolución por
razonamientos científicos, de diseño inteligente cuya principal actividad consiste en negar en mayor o menor
medida la validez e importancia de las explicaciones evolutivas sobre el origen
de las estructuras biológicas, para concluir que es necesaria su creación por
intervención directa de un ser inteligente, hoy prácticamente desechado por no seguir el método
científico y, el evolucionismo
pro-evolución que cree en la existencia de un creador y un propósito, pero
acepta que los seres vivos se han formado a través de un proceso de evolución
natural, postura ésta seguida por la Iglesia Católica. También se habla de
generación espontánea, pero con
los experimentos de Pasteur se ha
rechazado totalmente esta teoría.
En 1908 Panspermia sugiere la hipótesis donde
las semillas o la esencia de la vida prevalecen diseminadas por todo el
universo y que la vida comenzó en la Tierra gracias a la llegada de tales
semillas a nuestro planeta, adheridos a algunos meteoritos, que después
evolucionaron.
La teoría más extendida en el ámbito científico
establece que la vida evolucionó
de la materia inerte entre hace 4.400 millones de años y 2.700 millones de
años. En la actualidad se admite las ideas propuestas por Alexander Ivanocich
Oparin quien sostiene la evolución desde
moléculas orgánicas agrupadas para formar sistemas cada vez más
complejos. En los océanos habría gran cantidad de compuestos orgánicos que se
unían y creaban una membrana que les separaba de la sopa donde se encontraban
inmersas y de las demás moléculas orgánicas existente
en ese caldo, pero mantenían relación con ellas ya que podían incorporarlas o
soltarlas en un momento determinado. Esta teoría fue probada científicamente
por Staley Miller en 1953, y
actualmente está más actualizada
por Robert Shapiro para quien la
vida pudo evolucionar a partir de reacciones químicas, de la interacción antes
que de la construcción, o más bien generación espontánea “de primera
generación”.
Es
más fácil imaginar una célula creada a partir de la unión de diversos procesos
bioquímicos previos que termina por “crear” sus replicantes, que un
replicante termine por “crear” su
célula.
Ante la gran revolución que significó el
evolucionismo, ideas contrarias al
pensamiento imperante en la época,
se produjo reacciones enfrentadas en el ámbito católico contra ella, no
sólo en ambientes populares, sino en algunos científicos católicos, aunque
la Iglesia, quizás todavía con el pensamiento anclado en Galileo, rehusó en
esos primeros momentos pronunciarse ni en sentido positivo ni negativo contra
esta teoría a pesar de lo relevante que era para los contenidos de Fe.
Santiago Collado González[4] hace un
recorrido sobre la posición del Magisterio de la Iglesia frente al
evolucionismo explicando los tipos de intervenciones que ha tenido respecto al
tema. Una de ellas ha sido el modo con que se deben leer las Sagradas
Escrituras, distanciándose de las posturas beligerantes y del Creacionismo
Científico, doctrina defendida sobre todo por los protestantes americanos.
El
Santo Oficio, competente para condenar doctrinas contrarias a la Fe no se
pronunció, aunque sin condena expresa, se declaró en uno de los decretos del Concilio de Colonia de 1860 que el hombre ha sido creado
directamente por Dios.[5]
En
el papado de León XIII se debatió sobre esta teoría, con posturas normalmente
contrarias, pero se actuó con mucha prudencia, aunque sí se condenaron algunos
libros que la defendían.
En el siglo XX se fue admitiendo la
compatibilidad de las teorías evolucionistas con la doctrina católica y en la encíclica Humani Generis[6]
de Pío XII, publicada el 12 de agosto de 1950 se realizó la primera declaración
explícita.
El magisterio de Juan Pablo II y el de
Benedicto XVI han presentado su posturas. Juan Pablo II se refirió en numerosas
ocasiones a la relación entre ciencia y fe. Respecto al evolucionismo en 1986, el 16 de abril dijo que se
podía admitir científicamente pero que el alma espiritual ha sido creada
directamente por Dios. En un mensaje, a los miembros de la Academia Pontificia
de las Ciencias del 22 de octubre de 1996, afirmó lo siguiente:
“Teniendo en cuenta el estado de las
investigaciones científicas de esa época y también las exigencias propias de la
teología, la encíclica Humani Generis consideraba la doctrina del
«evolucionismo» como una hipótesis seria, digna de una investigación y de una
reflexión profunda, al igual que la hipótesis opuesta. Pío XII añadía dos
condiciones de orden metodológico: que no se adoptara esta opinión como si se
tratara de una doctrina cierta y demostrada, y como si se pudiera hacer
totalmente abstracción de la Revelación a propósito de las cuestiones que esa doctrina
plantea. (…) Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica,
nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que
una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto
paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de
descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de
ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados
independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo
en favor de esta teoría” (n. 4).
Benedicto XVI ya manifestó su interés por estos
temas antes de ser Papa. Esto quedó reflejado en una serie de homilías sobre
los primeros capítulos del Génesis que posteriormente se publicaron en un libro
titulado “Creación y pecado” en 1985. Siendo ya Papa, quiso dedicar un
encuentro, como los que solía mantener con sus alumnos universitarios durante
su etapa académica, al tema de la relación entre Creación y Evolución. También
ha hecho múltiples declaraciones sobre este tema en diferentes discursos. El
inicio del tercer milenio ha visto
resurgir el debate ciencia-fe y, en particular, el de la
creación-evolución. No siempre las intervenciones han estado en consonancia con
lo expuesto por el Magisterio de la Iglesia. Las afirmaciones del Pontífice, en
continuidad con Juan Pablo II y el Magisterio anterior, destacan la no
existencia de contradicción entre la visión bíblica y los nuevos conocimientos científicos. Más que
contradicción hay una complementariedad que supone un enriquecimiento mutuo.
En estas intervenciones Benedicto XVI ha puesto
un cuidado especial en salir al paso de las interpretaciones materialistas, que
han sido difundidas abiertamente por algunos autores. Una expresión de este interés
del Papa fueron las palabras pronunciadas en la homilía del comienzo de su
pontificado:
“No somos el producto
casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un
pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada
uno es necesario” (24 de abril de 2005).
Gracias a los avances de las Ciencias, la
Teología puede explicar mejor que es ser creatura en un mundo creado, la
eliminación de un Dios tapa agujeros, la existencia del mal… Polkinghorne[7]
una vez descrito la formación del universo, el origen de la vida y la aparición
del homo sapiens en la forma actual escribe:
“Esta es, a grandes
rasgos, la historia del mundo que la ciencia nos cuenta. Contiene algunas
especulaciones, en particular en la Cosmología de los primeros momentos y
algunas carencias, en particular en relación con el origen de la vida, pero me
parece que hay buenas razones para tomar en serio el conjunto de lo que se nos
cuenta. El discurso teológico de la doctrina de la creación debe de estar en
consonancia con esta descripción”.
En una conversación con Francisco Ayala[8]
sobre la evolución del hombre aclaró todos estos conceptos y las dudas que
podían surgir sobre los valores morales. Ayala,
afirmó que estos valores morales
vienen principalmente por las tradiciones culturales mientras que la
capacidad de la moralidad viene principalmente de la herencia genética. Afirma
que no hay contradicción necesaria entre la ciencia y las creencias religiosas;[9]
el conocimiento científico no puede contradecir las creencias religiosas,
porque la ciencia no tiene nada definitivo que decir a favor o en contra de la
inspiración religiosa, la realidades religiosas o los valores religiosos.[10]
Son parcelas diferentes de la realidad.
[1] El origen de
las especies —título original en inglés: On the Origin of Species— es un libro de Charles Darwin publicado
el 24 de noviembre
de 1859, considerado uno de
los trabajos precursores de la literatura
científica y el fundamento de la teoría de la biología evolutiva.
El título completo de la primera edición fue On
the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of
Favoured Races in the Struggle for Life —El origen de las especies por medio de
la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha
por la vida—. En su sexta edición de 1872,
el título corto fue modificado a The Origin of Species —El origen de las
especies—. El libro de Darwin introdujo la teoría científica
de que las poblaciones
evolucionan durante el
transcurso de las generaciones
mediante un proceso conocido como selección natural.
[3] T. JÁNEZ BARRIO, «San Agustín frente a Darwin: Creacionismo
evolutivo de las “razones seminales», en Apuntes
Filosóficos 35 (2009) 11-49.
[4] S. COLLADO
GONZÁLEZ, «Breve recorrido
histórico sobre la posición del Magisterio de la Iglesia frente al
evolucionismo», en Temas de Actualidad
Familiar (2010) 95-111.
[5] “Ciertamente se trata de una condena
explicita del origen evolutivo del hombre, pero con matices. No se condenaba el
origen evolutivo sin más, sino solamente a quienes afirmaban que ese proceso
evolutivo había tenido lugar espontáneamente, es decir, sin el concurso de la
acción divina. Se discutía en este caso sólo el origen del cuerpo y no el alma,
para la que, por supuesto, se suponía la exigencia de una acción especial
divina. Hay que señalar, además, que dicho concilio no tenía autoridad
dogmática y que tampoco contó con el reconocimiento de Roma. Lo que sí refleja
bien esta reunión es el clima teológico en el que la Iglesia recibe al
darwinismo. Pero aunque dicho clima fuera contrario e, inicialmente, los
manuales de teología criticaron las teorías evolutivas, sus autores no pudieron
dar argumentos de autoridad en el ámbito católico. Entre 1877 y 1900 los
manuales, en sus ataques a la evolución, sí hacen referencia a supuestas
intervenciones directas de la autoridad de Roma, pero la fuente era siempre La
Civiltà Catolica. Las referencias a la autoridad siempre eran indirectas y no
citas concretas de intervenciones del magisterio que, de hecho, no se
produjeron en ese tiempo”.
[6] “Dando una mirada al mundo moderno, que
se halla fuera del redil de Cristo, fácilmente se descubren las principales
direcciones que siguen los doctos. Algunos admiten de hecho, sin discreción y
sin prudencia, el sistema evolucionista, aunque ni en el mismo campo de las
ciencias naturales ha sido probado como indiscutible, y pretenden que hay que
extenderlo al origen de todas las cosas, y con temeridad sostienen la hipótesis
monista y panteísta de un mundo sujeto a perpetua evolución. Hipótesis, de que
se valen bien los comunistas para defender y propagar su materialismo
dialéctico y arrancar de las almas toda idea de Dios” (n. 3)…“
[7] J. POLKINGHORNE, La fe de un físico. Reflexiones teológicas
de un pensador ascendente, Estella 2007 pp113-116.
[8] Conversación que aparece en la revista Eolución, 7
2 (2012) En ella el profesor afirma que la evolución cultural es mucho más
eficiente como adaptación al ambiente que la evolución biológica. Es más rapida
porque puede extenderse a toda la humanidad en menos de una generación. Habal
de mutaciones culturales como diseñadas y no resultados de azar y sin remplazo
necesario.
[10] Ibid
p. 180.
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