LLorar la muerte
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Llorar la muerte.
Todo tiene su tiempo y así hay momentos para reír y momentos para llorar porque son necesidades humana, reflejo de su condición psicosomática. El no hacerlo desnaturaliza al hombre aunque se ha considerado como una debilidad.
Para el teólogo, “el llanto verdaderamente humano solo puede nacer del corazón de una criatura no redimida que espera y cuenta con la redención”. (p.35) “Es la solidaridad con el prójimo elevada como súplica a Dios”, porque el que ama llora, por sí mismo y por el amado, y al existir dolor y muerte, llorarán los hombres y Dios llorara con ellos.
Llorar se puede interpretar como oración (en la Biblia y la historia primitiva del cristianismo), como desconfianza en la inmortalidad (Platonismo) o como debilidad (estoicismo).
El cristianismo piensa que llorar es derramar el alma ante Dios, y así aparecen diversos personajes que lloran ante Él, e incluso el mismo Jesús llora por Jerusalén, por el amigo muerto que conmovido lo resucita, llora ante su propia muerte que como hombre comparte el destino de los hermanos. También lloran sus discípulos tras la muerte en la cruz. El llanto de Cristo y el llanto de sus discípulos muestran el amor de Dios a los hombres y de los hombres a Dios.
El teólogo se pregunta si el mismo Dios, viendo sufrir a su Hijo, no ha derramado lágrimas por él y no se ha compadecido (padecido con él). Si se piensa en Dios solo desde la categoría de ser es imposible sus lágrimas porque es inmutable; pero si se piensa como persona, es el más capaz de compasión y de dolor, porque Persona es constitutivamente relación a otro, es amor, es solidaridad, es compasión.
Muchos Padres de la iglesia como Orígenes, San Bernardo han presentado a Dios como compasivo… Dios se compadece apiadándose: no carece de entrañas.
En el momento actual se reclama la integración del sufrimiento en el ámbito divino aunque aún no se ha presentado una reflexión sistemática de asociación de ambas perspectiva: la inmutabilidad y eternidad por un lado y la temporalidad y sufrimiento por otro.
Llorar es lo que el hombre puede hacer cuando no tiene más recursos, y pone a prueba la fidelidad de Dios, las entrañas de Dios que ha prometido que nunca olvidaría al hombre, y el llorar no tiene nada que ver con la edad, ni la cultura, ni el poder económico.
El hombre se conmueve ante la Virgen de la Soledad, recuerda las bienaventuranzas donde se afirma que los que lloran serán consolado. Y ese llanto es una oración de quien deposita su confianza en Dios, que incluso nos ha dado las lágrimas como recurso para buscar consuelo.
Hay que llorar la muerte del ser amado como oración del Dios compasivo, como súplica a Dios personal que nos ama.
Llorar la muerte.
Todo tiene su tiempo y así hay momentos para reír y momentos para llorar porque son necesidades humana, reflejo de su condición psicosomática. El no hacerlo desnaturaliza al hombre aunque se ha considerado como una debilidad.
Para el teólogo, “el llanto verdaderamente humano solo puede nacer del corazón de una criatura no redimida que espera y cuenta con la redención”. (p.35) “Es la solidaridad con el prójimo elevada como súplica a Dios”, porque el que ama llora, por sí mismo y por el amado, y al existir dolor y muerte, llorarán los hombres y Dios llorara con ellos.
Llorar se puede interpretar como oración (en la Biblia y la historia primitiva del cristianismo), como desconfianza en la inmortalidad (Platonismo) o como debilidad (estoicismo).
El cristianismo piensa que llorar es derramar el alma ante Dios, y así aparecen diversos personajes que lloran ante Él, e incluso el mismo Jesús llora por Jerusalén, por el amigo muerto que conmovido lo resucita, llora ante su propia muerte que como hombre comparte el destino de los hermanos. También lloran sus discípulos tras la muerte en la cruz. El llanto de Cristo y el llanto de sus discípulos muestran el amor de Dios a los hombres y de los hombres a Dios.
El teólogo se pregunta si el mismo Dios, viendo sufrir a su Hijo, no ha derramado lágrimas por él y no se ha compadecido (padecido con él). Si se piensa en Dios solo desde la categoría de ser es imposible sus lágrimas porque es inmutable; pero si se piensa como persona, es el más capaz de compasión y de dolor, porque Persona es constitutivamente relación a otro, es amor, es solidaridad, es compasión.
Muchos Padres de la iglesia como Orígenes, San Bernardo han presentado a Dios como compasivo… Dios se compadece apiadándose: no carece de entrañas.
En el momento actual se reclama la integración del sufrimiento en el ámbito divino aunque aún no se ha presentado una reflexión sistemática de asociación de ambas perspectiva: la inmutabilidad y eternidad por un lado y la temporalidad y sufrimiento por otro.
Llorar es lo que el hombre puede hacer cuando no tiene más recursos, y pone a prueba la fidelidad de Dios, las entrañas de Dios que ha prometido que nunca olvidaría al hombre, y el llorar no tiene nada que ver con la edad, ni la cultura, ni el poder económico.
El hombre se conmueve ante la Virgen de la Soledad, recuerda las bienaventuranzas donde se afirma que los que lloran serán consolado. Y ese llanto es una oración de quien deposita su confianza en Dios, que incluso nos ha dado las lágrimas como recurso para buscar consuelo.
Hay que llorar la muerte del ser amado como oración del Dios compasivo, como súplica a Dios personal que nos ama.
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