APOLOGÉTICA EN TEILHARD
Las cookies de este sitio se usan para personalizar el contenido y los anuncios, para ofrecer funciones de medios sociales y para analizar el tráfico. Además, compartimos información sobre el uso que haga del sitio web con nuestros partners de medios sociales, de publicidad y de análisis web.
.
Si queremos definir la obra de Teilhard, podemos decir con él que es una apologética, es decir, la reflexión de un hombre de ciencia sobre su fe, con la finalidad de ver si pueden armonizarse y de qué modo la ciencia y la fe. En Esbozo de una dialéctica del espíritu (Oeuvres 7, 1946), el mismo Teilhard propone su obra como una "apologética". Expone además los tiempos sucesivos de esta "apologética" o, si se prefiere, de esta "dialéctica". Su primer objetivo es derribar la barrera que, desde hacía cuatro siglos, no dejaba de levantarse entre la ciencia y la revelación, entre la Iglesia y la ciencia. En un mundo dominado por la ciencia, Teilhard se dedica a reconciliar la visión religiosa y la visión científica del universo. En este sentido, escribe mons. de Solages, "se presenta como el mayor apologista del cristianismo desde Pascal". C. Cuénot afirma más todavía: Theilhard "ha elaborado una apología del cristianismo, cuya fuerza de demostración puede compararse y es quizá superior al pensamiento de l Pascal, de l Newman, de Maurice l Blondel".
.
Si queremos definir la obra de Teilhard, podemos decir con él que es una apologética, es decir, la reflexión de un hombre de ciencia sobre su fe, con la finalidad de ver si pueden armonizarse y de qué modo la ciencia y la fe. En Esbozo de una dialéctica del espíritu (Oeuvres 7, 1946), el mismo Teilhard propone su obra como una "apologética". Expone además los tiempos sucesivos de esta "apologética" o, si se prefiere, de esta "dialéctica". Su primer objetivo es derribar la barrera que, desde hacía cuatro siglos, no dejaba de levantarse entre la ciencia y la revelación, entre la Iglesia y la ciencia. En un mundo dominado por la ciencia, Teilhard se dedica a reconciliar la visión religiosa y la visión científica del universo. En este sentido, escribe mons. de Solages, "se presenta como el mayor apologista del cristianismo desde Pascal". C. Cuénot afirma más todavía: Theilhard "ha elaborado una apología del cristianismo, cuya fuerza de demostración puede compararse y es quizá superior al pensamiento de l Pascal, de l Newman, de Maurice l Blondel".
Teilhard quiere conducir a los hombres de ciencia a reconocer que la unidad convergente de la evolución no tiene sentido más que si se admite no sólo el hacia-delante del progreso, sino también el hacia-arriba que lo dirige desde el comienzo. Teilhard introduce así la idea de trascendencia, y también la idea de finalidad, que le reprocharán los científicos. Más aún, piensa Teilhard, sin la fe en un sentido y en una salida de la vida, el hombre no puede seguir viviendo y actuando. Teilhard prepara así el camino hacia la aceptación de Cristo, único capaz de garantizar el porvenir del hombre. Sólo el cristianismo es también capaz de dar un sentido al universo en vías de evolución. Teilhard quiere llegar a."cristificar" la evolución. Su proyecto, en definitiva, es mostrar al hombre de ciencia que la evolución del universo encuentra en Dios, y últimamente en el cristianismo, .una coherencia que constituye un criterio de verdad. Sin embargo, Teilhard no quiere saber nada de una conclusión "copiada" de fuera. Concibe la revelación y la fe como una respuesta inesperada y plenamente satisfactoria a una misteriosa llamada venida de las profundidades del cosmos y del hombre; en esto coincide con l Pascal y con I Blondel.
El esfuerzo de aproximación y de comprensión que se les, pide a los cristianos no es ciertamente pequeño. Para reconquistar posiciones perdidas frente a la mentalidad moderna, se necesita algo más que una revisión: se necesita una conversión total. No sin razón, el cristianismo ha sido acusado de lesa humanidad, de antihumanismo. Demasiados cristianos han dado la impresión de que, para ser cristianos, había que oponerse al progreso. La Iglesia, "aunque acepta verbalmente ciertos resultados y ciertas perspectivas del progreso..., parece no creer en ellos" (Oeuvres, 9,165166). Para reconciliar la ciencia con el cristianismo se necesita volver a pensar en el sentido cristiano del trabajo, del progreso, de la investigación, del esfuerzo humano. Porque el Dios salvador es también el Dios creador. La Iglesia tiene que aceptar con magnanimidad el mundo del progreso y creer de verdad en él. "Sumergirse para emerger y suscitar. Participar para sublimar. Es la ley misma de la encarnación. Creo que el mundo moderno no se convertirá a las experiencias celestiales del cristianismo más que cuando previamente el cristianismo se convierta (para divinizarlas) a las esperanzas de la tierra" (ib, 165). Ya en 1923 decía: "Creo en un absoluto, el cual, hic el nunc, sólo se nos manifiesta a través de Cristo... Ésta es toda mi apologética y no concibo ninguna otra" (Lettres a Léontine Zanta, París 1965, 53). Al hombre del siglo XX, apasionado por un universo del que descubre su duración y su espacio infinitos, le propone la figura del Cristo cósmico, abismo de grandeza en todas las direcciones. En 1943 escribía: "Por Super-Cristo no quiero decir ni mucho menos otro Cristo, un segundo Cristo diferente del rimero y mayor que él; entiendo mismo Cristo, al Cristo de siempre, que se nos descubre bajo una figura y unas dimensiones más grandes" (Oeuvres 9,208).
Comentarios
Publicar un comentario