“La censura eclesiástica y la vulgarización de la Escritura. 1471-1605”.

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La autora italiana Gigliola Fragnito (profesora de historia en la universidad de Parma) publicó en 1997, proclamado el año de la Biblia por la Iglesia, La Biblia a la hoguera (editor Il Mulino) subtitulado: “La censura eclesiástica y la vulgarización de la Escritura. 1471-1605”.

Parece algo remoto –más de cuatro siglos– pero por cierto no lo es.

Fragnito realiza un meticuloso y profundo trabajo de investigación histórica de dignísima y valiosa lectura, revelando hechos y desarrollos que hoy –quizá no tanto antes– pueden dejar estupefactos a sus lectores.
La reforma católica (más conocida como “contra reforma”) no fue precisamente el período más feliz para la sacra escritura, sobre todo en su difusión traducida a lenguas “vulgares” (algunos de los entonces idiomas europeos). En este año de la misericordia en el que Francisco viajará a Suecia para recordar el aniversario del inicio de la mayor ruptura de la unidad cristiana, con Martín Lutero, conviene tener en cuenta esta clase de trabajos, que precisan hasta qué punto se pudo llegar en la confrontación doctrinal. Hoy, la Biblia es promocionada, traducida en varias versiones de un mismo idioma, reconocida por su gran valor incluso literario y lingüístico, en sus más célebres traducciones como la propia de Lutero o la no menos famosa inglesa, la “King James”. Pero no sólo no fue siempre así, sino más bien casi lo contrario. Y la historia que cuenta Fragnito no concluye, por cierto, en 1605, sino que continuó, con variables, casi hasta hace poco más de 50 años, en el Concilio Vaticano II. Por ello es que vale tener en cuenta este recordatorio de hasta qué límites, hoy inconcebibles, se pudo o se puede llegar.






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