Neurociencia, espiritualidad y religiones. Nogués

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Ramon Maria Nogués. Fuente: Fragmenta Editorial.
Ramon Maria Nogués. Fuente: Fragmenta Editorial.
Ramón María Nogués es doctor en biología, Catedrático de Biología Humana en la Universidad Autónoma de Barcelona, es especialista en investigación en genética de poblaciones y en evolución molecular del cerebro. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre evolución, genética y relaciones entre cerebro y experiencias espirituales y religiosas. 

. Recientemente, la Editorial Sal Terrae ha publicado el libro Neurociencias, espiritualidades y religiones  (Sal Terrae, Santander, 2016), que recoge y completa el contenido de estos encuentros. De ellos nacieron las conversaciones que ahora publicamos. Sin duda inducirán a la lectura del libro y a mantener la atención sobre los avances en el tema neurociencias y espiritualidad. 

En esta primera conversación aparece el hecho incuestionable de la persistencia de las religiones contra el diagnóstico secularizador y la cuestión sobre el porqué de su resistencia histórica frente a pronósticos incumplidos sobre su desaparición. En términos evolutivos, ¿qué explicación tiene que la religión se haya afincado establemente en las culturas? 

Ciertamente es difícil explicar la presencia de la religión en la historia humana si no contribuyó, en alguna manera, a la eficacia adaptativa de la especie humana en orden a la supervivencia. 

Mucho más, cuando consideramos que ha dejado su huella estructural en los engram
as neurales del cerebro humano. Por ello, la religión adquiere carácter de sesgo neurológico que afecta decisivamente a la naturaleza humana. La supervivencia del sistema biológico en el mundo se funda en un conjunto de sistemas de confianza que están dados en la estructura misma de la información proporcionada por los sentidos. 

Pero las religiones parecen apuntar a una confianza final, metafísica, de la especie humana que ofrece una sensación final de esperanza y de consuelo. En alguna manera, el hombre religioso puede vivir la vida con un “romanticismo” de fondo que lo abre a una melodía alegre, a pesar del sufrimiento, que lo instala en una confianza ilimitada en la realidad: confianza en el mundo inmediato y en el mundo metafísico final. 

Esta confianza es del hombre natural, un hombre que forma parte del universo en el que se inserta unitariamente. La neurología moderna no plantea dudas sobre la superación de los dualismos del pasado que presentaban al hombre como fuera de la armonía natural del mundo. El emergentismo es hoy para la ciencia la hipótesis explicativa más obvia para entender la naturaleza humana y su armonía en la unidad evolutiva del universo. 

El sentimiento profundo de emoción, podríamos decir incluso de con-moción, ante la apertura vivencial, misteriosa, a esa dimensión trascendente del ser humano se muestra en las variadas experiencias místicas, presentes en todas las religiones. Hay una patología de la experiencia religiosa y de la mística (como hay también patologías de otras muchas manifestaciones de la vida humana). Pero la experiencia místico-religiosa es un estado normal de la psicología humana que mayoritariamente ha conformado la historia.  

Muchas de las críticas a l
a religión son acertadas, porque la religión es sin duda criticable; ya que los movimientos religiosos y las conductas religiosas individuales pueden derivar a perversiones de todo tipo. La crítica debe hacer consciente a la religiosidad del camino correcto y enriquecedor que le da sentido. Quizá las críticas clásicas fueron más matizadas (Marx, Freud, Nietszche), pero la moderna crítica de la religión del llamado “neoateísmo” (Dawkins, Hitchens, Harris…) ha sido demasiado radical, injusta, poco matizada, y no entiende lo que realmente significa la religión. 

Que la religión pueda tener sus facetas negativas no significa que en conjunto no haya tenido un significado altamente enriquecedor para una humanidad sufriente que por lo religioso ha podido al menos soñar fundadamente en la felicidad final. Por ello, las religiones persisten en la historia y en la actualidad (como piensa Habermas) parecen revivir, desde dentro de la crisis, para asumir un protagonismo, todavía por diseñar en la nueva sociedad “postsecular”. 

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