El problema del mal en el mundo

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El problema de mal en el mundo

Cuando el hombre se enfrenta al problema de mal, del sufrimiento, no encuentra razones para explicarlo, y ni las causas económicas, ni fisiológicas,  ni psíquicas, ni la  voluntad de poder, ni el instinto pueden aclararlo, porque siempre quedan resquicios que no convencen.
OGC cuando se plantea el hecho del holocausto afirma[1]:
Fue un problema ético-filosófico y religioso-teológico. Ético porque se dio en país de herencia cristiana y en una cultura moderna y religioso porque supuso una gran crisis de fe en el pueblo judío al preguntarse sí Dios  existía al verificar el abandono de Dios a su pueblo. Después de Auschwitz ¿qué significa ser judío?, ¿qué sentido tiene su fe?

En realidad lo que se plantea es el hecho de mal y de la injusticia, pregunta constante en los hombres y sobre todo cuando  la injusticia es sufrida por el justo[2].
Los judíos, veinte años después de los hechos,  se preguntaron sobre la justicia de Dios y la fidelidad a su pueblo dándose dos respuestas antagónicas: o bien renegar de Dios porque ya no se podía creer en Él, o bien considerar la fe como la única solución  de ese pueblo ante la desmesurada injusticia, y entre ambas reflexiones aparecieron múltiples interpretaciones como: “el holocausto es otra tragedia más de la historia y el problema es el mal; es el castigo por los pecados; es una redención vicaria por los demás; es un prueba de fe; es un ejemplo del eclipse de Dios; es un prueba de su inexistencia porque no evitó ese mal; es el precio por la libertad del hombre; es una llamada a la autoafirmación judía, o bien es un misterio inescrutable”[3].
Auschwitz queda como un gran interrogante y no da la razón a nadie contra nadie. “Por ello solo puede ser considerado como un permanente señal de la compasión humana, de la degradación humana que la libertad se causa a sí misma, de la fragilidad de nuestra condición, tendiendo verbalmente al bien y recayendo realmente al mal”
El mal ni es divino, ni se identifica con la materia[4]. Para comprender su naturaleza es iluminadora la definición agustiniana del mal como privatio boni. Sencillamente, en la creación hay corrupción porque ésta no es Dios. Por ser creación de Dios, es buena; pero por ser criatura, no es perfecta, es decir, carece por definición del supremo bien, que es solo Dios mismo. Desde esta perspectiva, la pregunta de por qué Dios permite el mal, queda respondida: lo permite porque al crear ha querido que exista algo que no es él mismo, supremo bien[5]. Pero tiene razón P. Fernández Castelao al decir que la pregunta que debemos formular no es ¿por qué Dios no ha hecho un mundo perfecto?, cosa que no tiene sentido desde la perspectiva que acabamos de formular, sino ¿por qué, siendo el mundo necesariamente ambiguo, Dios lo ha creado a pesar de todo? [6]
  Muchos hombre actualmente se preguntan si Dios es omnisciente, omnipotente y omnibenevolente,  ¿por qué permite Dios el mal, el sufrimiento? ¿Hay contradicción entre su ser y su actuar?
Ante estas preguntas  se dan respuestas desde la ciencia, desde la filosofía y desde la teología. Así Arthur Gianelli, profesor de filosofía de la universidad católica St. John, en Nueva York, propone que se puede generar una nueva teodicea basada en los postulados de la ciencia contemporánea[7].
De hecho es uno de los argumentos que usan los “nuevos ateos” para demostrar su posición, que no es una proposición actual porque desde los  siglos anteriores a Cristo ya se hacían esta pregunta. Epicuro (s. III-IV a.C.), planteó su celebra Paradoja[8]:” “O Dios quiere evitar el mal y no puede; O Dios puede y no quiere; O Dios no quiere y no puede; O Dios puede y quiere”. Si Dios quiere prevenir el mal y no puede, entonces no es omnipotente. Pero si es capaz y no lo hace, lo que ocurre es que no desea hacerlo, y, por tanto, no es bueno. Si Dios inspira las religiones ¿no puede controlar la orientación de estas hacia el bien y se convierten en inspiradoras de formas de violencia?
Esta pregunta no se hace solo desde la filosofía o desde la ciencia, sino desde dentro de la teología, y hoy la teología no debe buscar la respuesta fácil sin razonar la respuesta.  Es necesario renovar el discurso y  responder a estas pregunta con la máxima concreción, partiendo de la revelación divina de esa autocomunicación de Dios al hombre, de Cristo.
La Biblia no ofrece una respuesta teórica que explique el problema del mal sino una palabra profética que lo desenmascara y lo exorciza, a la vez que va suscitando figuras que lo portan en sí, sufren y muestran la posible superación desde dentro. No propone una metafísica para interpretar el mal sino una terapia para superarlo. Dios no supera el mal, nacido de la libertad del hombre, por la negación de esa libertad o por la violencia; lo soporta, padece y supera mediante el bien.
Es un problema universal  desde el origen del hombre y desde todas las culturas:
Cada cultura y en alguna medida cada hombre inicia el mundo, el pensamiento y la cultura, Cada hombre es este sentido se encuentra ante Dios como si nunca nadie hubiera pensado sobre él, porque cada uno de nosotros somos una expresión finita de la infinita posibilidad del Dios creador que es nueva en cada caso[9].
Y esta reflexión sobre el mal ha tenido gran influencia en la teología cristiana: “la conciencia de culpabilidad por las víctimas y la necesidad de repensar si Dios está lejano o cercano al dolor del hombre, la sospecha de que Dios más  que sufrir en lugar de los hombres sufre con ellos, y que por consiguiente es más sagrada la solidaridad que la sustitución, el acercamiento a la vida de Jesús como expresión personal de la real pasión de Dios con el mundo, todo ello ha contribuido a una relectura de la propia comprensión cristiana de Dios, de su revelación en la historia y de los criterios necesarios para discernir su presencia e interpretar su acción como palabra, e incluso el propio silencio activo de ese mismo Dios” [10].
Cuando se dice que Dios es todopoderoso y creo todo de la nada, se hace desde la Kenosis[11] (abajamiento, vaciamiento). Kenosis es lo que el Verbo de Dios ha realizado al encarnarse y al hacerlo en una vida humana entregada hasta la cruz. En su vida verdaderamente humana, el Hijo de Dios, de condición divina, se despoja de la forma gloriosa que le corresponde. Dicho de otra manera, en la encarnación y la cruz, Dios, que es sin límite por definición, paradójicamente, se autolimita.
Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, crucificado, va más allá de todo lo esperable. La encarnación del Hijo de Dios, que tiene su expresión más radical en la muerte de Cristo es la mayor actuación kenótica de Dios en el mundo, y paradójicamente, en esta acción kenótica se manifiesta para la teología cristiana la omnipotencia de Dios:
…hay que intentar comprender el rostro del Cristo crucificado, figura de debilidad y de pobreza, de pasión y de compasión. En él tenemos la fragilidad de Dios fruto de su omnipotencia y de su misericordia, que se dan hasta el límite sin exigir nada, esperando en el dolor y la derelicción que las entrañas pétreas del hombre se conmuevan y disuelvan. Su silencio, su inocencia, su soledad y su desvalimiento son las únicas armas con las que Dios actúa en el mundo[12] .
 ¿Esa forma de actuar de Dios en la encarnación es nueva? Según OGC, no lo es porque ya actuó así en la creación, creado seres libres y estableciendo alianzas con ellos[13]. Libres para acoger la llamada de Dios o rechazarla, no autómatas sin decisión. En ese enfrentamiento con Dios, pierde su amistad, y sin embargo, Dios se hace hombre ofreciendo el perdón.
¿Qué manifiesta la encarnación? El ser de Dios y el ser del hombre[14] .
Dios estaba implicado en la muerte de Cristo ofreciendo reconciliación a los hombres. Esta es una afirmación histórica particular a la vez que una afirmación teológica trascendental. Dios no puede ofrecer reconciliación real en la cruz de Cristo si no está en él, si no es inherente a él y, por consiguiente, si en alguna manera Cristo no está exponiendo y expresando el ser mismo de Dios. Hay una equivalencia de realidad y de acción entre el ser de Dios y la muerte de Cristo. Dios dice quién es muriendo con nosotros y por nosotros en Cristo[15].
¿De que manera está Dios en la Cruz? Está presente de forma doliente, anonadada e interpelante, es  la máxima expresión de amor. Es Dios Amor, Dios Misericordia, Dios Ternura.
Es una nueva metafísica basada no en el ser sino en lo personal, es el padre del hijo pródigo: «la parábola del padre que espera al hijo es más esencial para la teología y antropología que la Metafísica y Ética de Aristóteles»[16].
Von Balthasar afirma la necesidad de cambiar la esencia de Dios como todopoderoso, por la idea de absoluto amor, línea seguida por OGC:
“viraje decisivo en la visión de Dios: de ser primariamente “poder absoluto” pasa a ser absoluto “amor”. Su soberanía no se manifiesta en el aferrarse a lo propio, sino en el dejarlo. Su soberanía se sitúa en un plano distinto de lo que nosotros llamamos fuerza y debilidad. El que Dios se despoje en la encarnación es ónticamente posible porque Dios se despoja eternamente en su entrega tripersonal”[17] Dios es un misterio de autodonación mutua, es decir, un misterio de amor. Por tanto, lo que se revela en la cruz es la naturaleza misma de Dios: “…al servir y lavar los pies a su criatura, Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su gloria”.
Si se piensa en ese Dios deísta, lejano al hombre,  se le desnaturaliza, es un falso dios, y la presencia del mal sería una injusticia con el inocente a igual que pensaron los amigos de Job.  
Porque el Dios de la religión es antes que nada misterio de amor personal, no herramienta explicativa para nuestras preguntas éticas, cosmológicas o metafísicas. Solo después de ser identificado en su esencia como amor personal, tal como la entiende Jesús de Nazaret, puede explicar nuestros interrogantes. Sucede entonces que desde esa metáfora se puede comprender lo que bajo el modelo del Dios ingeniero resulta, sin embargo, un escándalo, a saber, la presencia del mal en el mundo. Estas formas de ejercer su poder, son coherentes con la dignidad, la autonomía y la libertad que él ha concedido a su criatura.
OGC  responde al problema del mal, del sufrimiento,  con la teología de la Cruz, con ese Dios hecho hombre por amor, con la Pasión de Dios.






[1] OGC, Meditación teológica desde España, Salamanca, 1970.
[2]  Ha sido uno de los problemas más tratados por los distintos filósofos: Platón, Séneca, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás,  Descartes, Bayle, Leibniz, Spinoza y Hobbes, Schopenhauer, Hume, Ludwig Feuerbach y Karl Marx, Nietzsche y Freud, Bertrand Russell, Alfred Ayer, Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Martin Heidegger. W.V.O. Quine, Gilbert Ryle o Rudolf Carnap, Richard Rorty o Jacques Derrida … Desde la teología se señala a título de ejemplo:   J. Bernhart, "Mal", Conceptos Fundamentales de Teología, vol.  Madrid 1979, 968-969; C. Cardona, Metafísica del bien y del mal, Pamplona 1987; S. Del Cura Elena, El sufrimiento de Dios en el trasfondo de la pregunta por el mal. Planteamientos teológicos actuales, en  Revista Española de Teología 51 (1991) 331-373; J. A. Estrada, La imposible teodicea. La crisis de la fe en Dios,  Madrid 1997; J. A. Galindo, Dios no ha muerto. La existencia y bondad de Dios frente al enigma del mal,  Madrid 1996; A. Gesché, Dios para pensar. El mal. El hombre, Salamanca 1995; J. Gevaert, "Mar', Diccionario Teológico Interdisciplinar, Salamanca 1986; P. Nemo, Job y el exceso de mal, Madrid 1995; M. Neusch, El mal, Mensajero, Bilbao 1992; M. Orive Grisaleña, El mal como problema teológico: proteodicea y pisteodicea, en  Revista Española de Teología 59 (1999) 463-502; F. Pérez Ruiz, Metafísica del mal, Madrid 1982; E. Romerales, El problema del mal, Eds.  Madrid 1995; J. L. Ruiz  de la Peña , Dios Padre y el dolor de los hijos, en  Sal Terrae 82 (1994) 620-634; ID, "Creer desde la experiencia del mal y la injusticia", Una fe que crea cultura,  Madrid 1998; M. Serenthá, El sufrimiento humano a la luz de la fe,  Bilbao 1995; A. Torres Queiruga "Mar, Conceptos Fundamentales del Cristianismo, Madrid 1993, 753-761; ID, El mal inevitable: replanteamiento desde la teodicea, en  Iglesia Viva 175-176 (1995) 37-69; ID, Mal y omnipotencia: del fantasma abstracto al compromiso del amor, en  Razón y Fe 236 (1997) 399-421.; ID, "El mal", Nuevo Diccionario de Catequética,  Madrid 1999, 1407-1424.
[3] OGC, Meditaciones…
[4] Para elaborar este apartado se ha recurrido a  Pedro Leiva Béjar   Creación y evolución: ¿Hizo Dios un universo abierto? en www. tendencias 21.net  Consultado  9/06/2016.
[5] Conferencia dado por Pedro Leiva en Málaga dentro de la III Edición de El Atrio de los Gentiles del 9 al 13 de Marzo, 2015 en Málaga: ¿Es Dios omnipotente? La creación como kénosis”.
[6] Cf. P. Fernández Castelao, «Antropología teológica», en A. Cordovilla (ed.), La lógica de la fe. Manual de Teología dogmática, Comillas, Madrid 2013, 218-227.
[7] Cf Y Martinez, Gianelli propone una nueva teodicea basada en la ciencia contemporánea en www tendencia 21.Consultado 9/06/2016: “La ciencia nos dice que el universo está compuesto por infinitas posibilidades en el espectro entre el mal absoluto y el bien absoluto. Dios podría haber creado criaturas libres, significativas, cuya libertad no podría tocar. El respeto a esta libertad incluiría el no inmiscuirse en nuestras elecciones en el camino a seguir dentro de dicho espectro. De cualquier forma, advierte Gianelli, ninguna teodicea nos consolará del sufrimiento sino que, simplemente, nos podrá dar una respuesta satisfactoria desde el punto de vista intelectual”; También basándose en la ciencia, el apologista W. Lane Craig llega a la conclusión que basándose en ella es probable la existencia de Dios considerando el Por lo tanto, el problema intelectual del mal no logra arruinar la existencia de Dios. (www.reasonablefaith .org/ Y también llega a la conclusión que Dios es la respuesta final para el problema del mal, ya que Él nos redime de la maldad y nos lleva al gozo eterno de un bien inconmensurable, a una comunión con Él.
[8] A. Torres Queiruga, Repensar la Teodicea. El dilema de Epicuro y el mito del mundo sin mal, en Concilium, Revista internacional de Teología 366 (2016) 99-112.
[9] OGC, Europa, Cristianismo y ateísmo. Discurso de OGC en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sesión 13 de noviembre de 2012.
[10] OGC, Meditación… 223.
[11] La doctrina de la kénosis apunta a explicar que el Hijo de Dios escogió renunciar en términos de sus atributos divinos, en orden a asumir naturaleza humana. Desde la encarnación Jesús es simultáneamente verdadero hombre y verdadero Dios.
[12] Cf. OGC, El rostro de Cristo, Madrid 2012, 109.
[13] Cf. O. González de Cardedal, La entraña, 83.
[14] O. González de Cardedal, Cristología, Madrid 2005, 393.
[15] OGC, La entraña, 654.
[16] O.GC, Cristología, 391
[17] H. U. von Balthasar, El misterio pascual,   en Mysterium Salutis III/2 (1977) 157-219.

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