Moral, ¿norma/o misericordia?

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Julio Luis Martínez, Discernimiento y Moral en el Magisterio del Papa Francisco, en Medellin.  vol. XLIII / No. 168 /  (2017) /  375-408. 




Resumen:
Este artículo trata sobre discernimiento y la conciencia moral, el realismo de lo concreto y la misericordia pastoral,
que son elementos fundamentales en el Magisterio del papa Francisco. Discernir no es solo sopesar razones, sino buscar al Señor en lo concreto de la vida y exige traspasar la superficie de las cosas para atender amorosamente a lo que
Dios espera de uno en sus circunstancias. Pide no separar fácilmente puros e impuros y no blindarse en rigideces, tópicos,complacencias narcisistas o condenas catastrofistas, que acaban siendo “doctrina sin vida”. Eso sí, dar tanto valor al discernimiento y al pisar tierra no disminuye un ápice las exigencias del Evangelio, ni del primado de la caridad o la búsqueda de la verdad; ni hace que la ley se disuelva en la gradualidad. Pero sí da mucho valor a la gradualidad en el ejercicio prudencial de los actos libres de quien no está en condiciones de comprender, valorar o practicar plenamente las exigencias objetivas de la ley.




NO CAMBIOS DE DOCTRINA Y SÍ CAMBIOS EN LA FORMA
DE PROPONERLA Y APLICARLA
Las consecuencias de lo que venimos sosteniendo no desembocan
en cambios de doctrina, entre otras razones porque si es cierto que “las normas generales no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede
ser elevado a la categoría de norma” (AL, n. 304). 
Pero sí produce importantes modificaciones en la forma de aplicarla, que tienen relación —más o menos directamente— con buscar y encontrar caminos concretos para acoger, acompañar, discernir e integrar las personas dondequiera que estén, no tanto donde nos gustaría queestuviesen. 
Es intentar actuar como Jesús.
Acaso lo más preciso sea decir —como ha hecho el cardenal
Schönborn—que el cambio por el que se aboga no es revertir la
enseñanza anterior sino favorecer un “desarrollo de la doctrina”. Y
creo que es justo añadir que, en realidad, se trata de un “desarrollo
 que recupera lo más esencial de la tradición católica al poner
en valor la conciencia personal reforzándola con la aportación a mi
juicio más fundamental que contiene el Magisterio del papa Francisco respecto a la teología moral: afirmar que sin discernimiento personal y pastoral (el que pone en juego la conciencia personal y el acompañamiento de un pastor en el fuero interno) no estaremos buscando de manera adecuada la voluntad de Dios.
Con Amoris Laetitia podría pasar lo que ocurrió con la declaración
conciliar Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa que
encontró una dura oposición dentro del Concilio por haber tocado
“el problema del desarrollo de la doctrina”; a su juicio, “el problema fundamental que subyace a todos los demás problemas tratados en el Concilio”, así lo explicó J. C. Murray, SJ:
El mismo Concilio ha demostrado, como quizás no se había
hecho nunca en la historia, que la misma Iglesia no acepta
el error del arcaísmo, consistente en el deseo de detener el
crecimiento del pensamiento de la Iglesia en cualquiera de
sus niveles de evolución (…) y de rehusar a la posibilidad
de un nuevo crecimiento. 
Ningún otro documento conciliar niega este error con tanta fuerza como la declaración. Tal desarrollo de doctrina reclama una visión de la verdad propia de la conciencia histórica, la cual, aun manteniendo la naturaleza objetiva de la verdad, se interesa por la posesión de ésta, por las afirmaciones sobre ella, por el conocimiento contenido en estasafirmaciones, por la condiciones —circunstanciales y subjetivas—del conocimiento y por cómo afectan a las personas, por tanto, por la historicidad de la verdad y por el progreso en la captación y penetración de lo que es verdadero. Todas estas preocupaciones están contenidas en la llamada al discernimiento que hace el papa Bergoglio que —siguiendo al Maestro— quiere ponerse a favor del pecador sin pactar con el pecado. 
Nadie ha dicho que esa vía sea fácil, pero indudablemente sí parece más evangélica. En esa línea, una de las más notables aportaciones del papa Francisco —prolongando y ahondando el estilo del papa Benedicto en Deus Caritas Est— es el cambio de lenguaje de los documentos magisteriales: pasa de un lenguaje dominado por el discurso normativo a un lenguaje capaz de hacer ver que la moral cristiana, antes de ser ley vinculante, es una invitación cargada de promesas...
Las normas —aun siendo inevitables— están encuadradas
dentro de una dimensión salvífica, que apunta a la donación
gratuita más que al deber […]. Si se pasa por alto esta mutua
compenetración entre salvación y moral, el Magisterio se
expone al peligro de un rigorismo moral que se olvide de su
base religiosa.
Nos pide que no olvidemos que “la ley es también don de Dios
que indica el camino, don para todos sin excepción que se puede
vivir con la fuerza de la gracia…” (AL, n. 295). Y por ello utiliza el
lenguaje de la experiencia y de la narración de la vida, con sus luces y sus sombras; un lenguaje de complicidad que abre un diálogo vivo con el lector, el cual se siente comprendido. Ese estilo pone tan nerviosos a algunos que hasta tratan de negar que la exhortación apostólica sea verdadero magisterio y lo querrían degradar a “simples orientaciones pastorales”. Empeño inútil donde los haya, porque se trata de un documento de auténtico “magisterio ordinario no definitivo”, que recuerda que la conciencia es indispensable  “No se trata solo del tema del que se habla sino también de aquellos que hablan”, en la búsqueda de la voluntad divina sobre la existencia concreta.
Y también que la Iglesia tiene la obligación de salir al “encuentro
de la vida como viene”, así hizo el Señor que nunca pasó de largo
ante el sufrimiento humano y siempre respondió con misericordia
y compasión (“yo tampoco te condeno”), sin dejar de pedirle a cada
persona que diese lo mejor de sí misma dentro de sus posibilidades
(“en adelante no peques más”). Se entiende así que el papa reclame
a los pastores salir al encuentro de la gente y a los teólogos esfuerzo por acompañar a una Iglesia, “hospital de campaña”, que vive su misión de salvación y curación del mundo y para ello que hagan todo lo posible para que la dogmática, la moral, la espiritualidad o el derecho reflejen la misericordia.

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