Olegario González De Cardedal e Ives Congar



Presentación de Olegario González de Cardedal del libro de Ives Congar: Verdadera y Falsa Reforma en la iglesia, Salamanca 2014

PRESENTACIÓN

No está de más comenzar recordando que Yves Congar es, sin duda, uno de los teólogos que mayor pensamiento, lucidez y esperanza han aportado a la Iglesia en el siglo XX.

Nacido en Sedan (Ardennes, Francia) el 8 de abril de 1904, estudió en el Instituto Católico de París e ingresó en los Dominicos. Ordenado sacerdote el 8 de abril de 1930, ejerció de profesor entre 1931 y 1954 en Le Saulchoir, centro de formación de la Orden de Predicadores. 

En 1954 fue retirado de la enseñanza, motivo por el que el año 1955 lo pasó en la Escuela Bíblica de Jerusalén y el 1956 en Cambridge. A partir de 1956 residió en Estrasburgo sin tarea docente, repartiendo su tiempo entre la escritura y las tareas pastorales. Tras permanecer en dicha ciudad hasta casi el final de su vida, marcha a París, donde muere el 22 de julio de 1995 en L’Hôpital militaire des Invalides –

Congar, que sirvió como soldado en la Segunda Guerra Mundial, fue capturado y estuvo en prisión desde 1940 a 1945.

 Incorporado por Juan XXIII como teólogo a las tareas del Concilio Vaticano II, fue uno de sus artífices  teóricos y uno de sus artesanos prácticos, ya que no solo aportó saberes e inspiraciones, sino que redactó partes enteras de los documentos conciliares. Fue creado cardenal en un año antes de su muerte.

En el orden intelectual, Congar reconoce como sus grandes maestros, inspiradores y guías de su obra, a Tomás de Aquino, que le enseñó claridad conceptual, ordenación sistemática y rigor expositivo; al alemán de Tubinga Johann A. Möhler, en cuyas obras La unidad de la Iglesia y Simbólica aprendió el acceso a las fuentes patrísticas y redescubrió lo que la unidad, santidad y acción del Espíritu representan en la Iglesia; al inglés de Oxford John H. Newman, de quien heredó el sentido moderno de la subjetividad, de la historia, de la continuidad creadora con los criterios para discernir cuándo estamos ante una debilidad creadora y cuándo ante una perversión del lamento originador de la fe y de la experiencia cristiana.


Su libro Verdadera y falsa reforma en la Iglesia apareció como número cuatro de un gran proyecto eclesiológico que Congar había programado en ocho volúmenes, «cuadernos» decía él. 

Como tales no apareció ninguno más, pero los grandes temas que los determinaban –el ecumenismo, el laicado, el diálogo con el mundo, la evangelización o el Espíritu en la Iglesia– serán objeto de estudio explícito en obras posteriores. 

Las ideas de esta genial obra se irán matizando en unos casos, ampliando su fundamentación teórica en otros y también encontrando su realización práctica. 

Por ello hemos de enumerar, al menos, sus principales obras ulteriores, que versan en unos casos sobre temas históricos, en otros abordan tratados sistemáticos y en otros ofrecen propuestas ecuménicas: 
Jalones para un teología del laicado (1952); 
La Tradición y las tradiciones I. Estudio histórico
II. Estudio teológi­co (1960-1963); 
Santa Iglesia. Estudios y acercamientos eclesiológicos (1964); Cristianos en diálogo. Contribuciones católicas al ecumenis­mo (1964); 
La Iglesia, una santa católica y apostólica (1970): 
La Igle­sia de san Agustín a la época moderna (1970); 
Creo en el Espíritu Santo I-III (1979-1980). 

A ellas hay que añadir, por referirse especialmente a nuestro tema, la antología de textos presentada por Jean P. Jossua, Cardinal Yves Congar. Écrits réformateurs (1995).

Pero junto a estas obras mayores es de justicia señalar asimismo aquellas otras menores de carácter espiritual o pastoral, escritas con voluntad de iluminar, animar y sostener a los lectores de a pie, de ali- mentar la confianza  en la Iglesia, de hacernos posible en medio de todas las dificultades, tareas y críticas, vivir dentro de ella gozosamente por ser la morada del amor y del perdón de Dios, pues en la Iglesia perduran perennes y eficacaces la revelación del Padre, el evangelio de Jesús y la experiencia del Espíritu. 

Toda pasión reformadora es sagrada, pero solo permanece católica si alimenta la comunión, robustece la paciencia y acrecienta la alegría. Me limito a cito cuatro perlas de entre esas obras menores: 
Para una Iglesia servidora y pobre (1963); 
La Iglesia que amo (1964); 
A mis hermanos [seglares y sacerdotes] (1968); 
Un pueblo mesiánico. La Iglesia sacramento de salvación (1975).

El contexto donde apareció

Esta obra se ha convertido por derecho propio en un clásico de la eclesiología. Los clásicos nacen en una época y un lugar, crecen con los hombres que los leen y, olvidados algún tiempo, reviven generación tras generación. No surgen en un vacío de tiempo y lugar, sino como fruto de ellos; pero los trascienden al abrir su temporalidad y particularidad a la dimensión de trascendencia y universalidad. 
Esa es la razón por la que nos encontramos en ellos con nuestras peculiares preguntas temporales y con nuestras indestructibles ansias eternas.

Han pasado más de sesenta años desde que Congar publicara en 1950 este libro como número 20 de la colección «Unam Sanctam», de la que él era fundador. 

Aquella colección emblemática se había iniciado con su obra: Cristianos desunidos. Principios de un ecumenismo católico (1937), que se abre con esta afirmación: «El ecumenismo comienza cuando se piensa que los otros también participan en la verdad, la santidad, los dones de Dios». El número 2 era La unidad de la Iglesia de Johann A. Möhler y el número 3 Catolicismo de Henri de Lubac. ¡Tres nombres hoy sagrados!


El contexto en el que nace Verdadera y falsa reforma en la Iglesia es la situación espiritual que sigue al final de la guerra en Francia. Lo que se ha llamado fermento o explosión reformadora. 
La guerra no solo llevó consigo la convulsión propia del frente militar y de los millones de víctimas que arrastró a la muerte, sino que además desencadenó nuevos movimientos sociales, espirituales y eclesiales. La capitulación de Francia ante el invasor alemán, la resistencia, la colaboración entre grupos humanos de distinta procedencia ideológica, la convivencia entre cristianos y comunistas, sacerdotes y seglares en los campos de concentración, todo ello creó una situación nueva que obligó a la Iglesia a una renovada mirada sobre sí misma, hacia adentro y hacia fuera. Instituciones y nombres tan decisivos en fechas posteriores como la Misión de Francia, el Cardenal Suhard, los movimientos de Acción Católica –en especial la JOC (Juventud Obrera Católica)–, junto con ulteriores ramificaciones como los sacerdotes obreros o el diálogo cristiano con los marxistas, tienen aquí su arraigo.

Pero junto a los hechos externos hay que tener ante los ojos las con- mociones interiores de la Iglesia, en un impulso de retorno a sus raíces y fuentes, en una superación de las actitudes negativas y reaccionarias del catolicismo contra la modernidad, en una voluntad de superación de las actitudes antimodernistas, en la vuelta a la Biblia, a los Padres de la Iglesia, al diálogo ecuménico y a un nuevo dinamismo misionero.

Detrás estaban también otros hechos decisivos que habían dinami- zado el catolicismo francés: las conversiones de grandes escritores, filósofos y poetas desde principios del siglo XX, con dos nombres símbolo: Maritain y Claudel; el revulsivo cristiano que habían supuesto Péguy y Teresa de Lisieux; el redescubrimiento de la mística como elemento esencial del cristianismo; la recuperación de santo Tomás, situado en su contexto histórico más allá de la llamada «teología barroca» de sus comentadores en los siglos XVI y XVII; la superación del movimiento Acción Francesa, con su mezcla de catolicismo y política.

La renovación profunda que estaba teniendo lugar en los dominicos y en los jesuitas franceses, sobre todo en sus dos centros teológicos, a la cabeza de los cuales figuran el P. Marie Dominique Chenu en Le Saulchoir y el P. Victor Fontoynont en Lyon-Fourvière, que se con- vertirán en símbolo de la renovación. 

Si hubo tensa oposición entre algunos dominicos y jesuitas a propósito de la «nouvelle théologie», hubo a la vez una convergencia y colaboración fecunda, significadas por la participación en la colección dedicada a la edición de textos patrísticos «Sources Chrétiennes», creada, dirigida y animada por los padres jesuitas Jean Daniélou, Henri de Lubac y Claude Mondésert, pero editadas por los dominicos en Les Éditions du CerfColaboración que dura hasta hoy.

Aunque Verdadera y falsa reforma en la Iglesia nace en medio de estas situaciones extremas, su origen ha de buscarse ante todo en las preocupaciones más entrañables del autor: 
el intento de comprender la Iglesia desde dentro y no primordialmente desde su referencia a la sociedad civil y política; 
la profundización en su origen trinitario, en su dimensión sacramental, en su condición de fraternidad y comunión por encima de la sola perspectiva jerárquica;
 el esfuerzo por superar la postura puramente apologética frente a los otros cristianos y a los no creyentes, la necesidad del diálogo y de la colaboración, la radical voluntad de verdad ante los hechos y la fidelidad a la experiencia cristiana originaria tal como se ha sedimentado en la Biblia, la Liturgia y en los Padres de la Iglesia.


Hilo Conductor y estructura de la obra
Verdadera y falsa reforma en la Iglesia habla de reforma en la Igle- sia, no de reforma de la Iglesia, pues esta no es una invención humana, sino creación de Dios en la historia de los hombres. 

Nosotros, al vivir en ella y de ella, la modulamos y enriquecemos, pero a la vez la manchamos, pervertimos y degradamos. Hay una reforma verdadera y necesaria, pero hay otra falsa y evitable: la primera es matriz de renacimientos; la segunda lo es de perversión de la fe personal y vaciamiento del contenido específico de la Iglesia, con la consiguiente destrucción de la comunión. La presencia permanente de Cristo y la inspiración constante de su Santo Espíritu suscitan –si las acogemos y correspondemos– vida siempre nueva, a la vez que hacen posible que renovarnos siempre.



El libro expone los criterios para llevar a cabo una reforma verda- dera, pero no ofrece un elenco de acciones concretas ni es un manual para reformar la Iglesia en un lugar y tiempo particulares. 

El autor piensa y escribe con criterios teológicos e históricos, con una mirada atenta y consenciente a la realidad. Sin embargo, no es la suya una obra de sociología religiosa o de práctica pastoral. Da al lector mucho que saber, pensar y hacer, pero con ella ante las manos tiene que volver sobre sí mismo, pensar con hondura la realidad eclesial y ser creador de vida desde dentro de ella.


Al mismo tiempo, el libro lo dirige y sostiene una serie de binomios que son generadores de tensión y de vida, los cuales han de intentar integrarse en la Iglesia. 
Se trata de los siguientes: estructura y vida, tradición y reforma, institución y comunión, autoridad y servicio, ontología de la existencia cristiana y funciones específicas cualificadas por la gracia sacramental y a firmadas por la comunidad, cristianismo como realidad constituyente y mundo cristiano como realizaciones históricas y sociales en un tiempo y lugar concretos, a la vez que condicionadas por él.


A pesar de todo, la estructura de la obra es sencilla. Una primera parte analiza la reforma en la Iglesia: su sentido, contenido, legitimi- dad y necesidad permanente, siempre con referencia a sus dos notas más importantes: unidad y santidad. Analiza, asimismo, la diferencia entre reforma y reformismo, y expone dos figuras de Iglesia: profetas y reformadores.

La segunda parte es la más breve, pero probablemente la más sus- tancial y sustanciosa para la vida concreta de la Iglesia, dado que en ella se reflexiona sobre las condiciones de una reforma sin cisma. 

Congar señala en este momento los cuatro criterios para realizar la reforma verdadera. 
Son los siguientes:
 1) primacía de la caridad y de lo pastoral, 
2) permanecer en la comunión del todo, 
3) la paciencia respeto a las demoras  
4) una renovación verdadera mediante el retorno al principio de la tradición, no a la introducción de una «novedad» mediante una adaptación mecánica.


La tercera parte de la obra, más técnica e histórica, estudia la cues- tión de fondo: el sentido, valor y límites de la Reforma iniciada por Lutero en el siglo XVI con el protestantismo, como hecho mayor en la historia de la Iglesia y el reformismo cristiano.

Tras unas conclusiones sobre el reformismo general y el reformismo contemporáneo, el autor añade varios apéndices, alguno de los cuales –que existían en la primera edición– decidió eliminarlos en esta «revi- sada y corregida» de 1968.

Apuntes sobre la edición de la obra
Cuando Verdadera y falsa reforma en la Iglesia apareció en 1950, encontró reticencias, críticas y rechazos, hasta el punto de ser prohi- bidas la reedición y las traducciones.
 La segunda edición, que vio la luz en 1968, incorporó un nuevo prólogo, limó algunas formulaciones y explicitó algunos párrafos. Con su vida, su trabajo y sus libros, el autor hubo de acreditar su comprensión de la Iglesia y sus propuestas de reforma.

El Concilio Vaticano II, que no fue un concilio de reforma en el sentido tradicional del término, asumió aquellas formulaciones que nos recuerdan el estilo de Congar en este libro. Baste con citar dos textos del Decreto sobre el ecumenismo: «Mediante el diálogo ecuménico todos los cristianos examinan su fidelidad a la voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, en la medida debida, emprenden animosamente la tarea de renovación y reforma» (UR 4). «La Iglesia peregrina en este mundo es llamada por Cristo a una perenne reforma, de la que ella en cuanto institución terrena y humana necesita permanentemente» (UR 6).

La versión castellana de la obra apareció en 1953. Fue traducida por Carmen Castro de Zubiri y publicada en Madrid por el Instituto de Estudios Políticos dentro de su colección «En el nivel del tiempo», fórmula que es una variación de la que Ortega se trajo de Alemania: «Estar a la altura del tiempo». La misma institución volvió a publicar en 1974 la segunda edición francesa. No sabemos quién y por qué se cambió el título original francés de singular a plural, es decir, de «re- forma» a «reformas», y antepuso «falsas» a «verdaderas». Hoy, más de medio siglo después de su nacimiento, llega de nuevo a nuestras manos en tiempos de nuevos inicios, de reformas necesarias y de esperanzas pendientes. 

La honestidad intelectual para ver la historia en todos sus aspectos y momentos con todas sus personas, ideas e instituciones, la voluntad de fidelidad al fundamento teológico, el trabajo intelectual duro y sostenido, el empeño en el diálogo ecuménico y la misión pastoral –que han sido los lemas de la vida y de la teología de Congar– deben ser las actitudes con las que hemos de corresponder al leer este libro. 

A él le debemos muchos españoles profunda gratitud, porque nos acompañó en tramos difíciles de nuestra historia.

Al escribir estas líneas tengo entre mis manos un ejemplar de la primera edición con esta dedicatoria del autor: «A don Alfonso Que- rejazu, sacerdote, en recuerdo de las horas pasadas en San Sebastián, en Ávila, en El Escorial». 

Las Conversaciones católicas de San Se­bastián en los años cincuenta abrieron España a la anchura espiritual de Europa y las Conversaciones católicas de Gredos (Ávila) congregaron a escritores, poetas, profesionales y pensadores en busca de una verdad religiosa más profunda, con voluntad de creación intelectual, empeñados en la modernización espiritual de España. 

Yves Congar y Henri de Lubac forjaron el alma eclesial de aquella generación con su palabra escrita y con su ejemplo de vida. ¿Quién forjará la de hoy? En agradecimiento a ellos estamos ante la bella tarea de una real teología capaz de alimentar la fe, de acendrar la esperanza y de alimentar la caridad en la Iglesia, en diálogo y colaboración con los hombres que piensan y que aguardan de ella una palabra de primera verdad y de último sentido.
Con el fin de colaborar a tan bella empresa, reaparece hoy en cas- tellano este libro.

Nota bibliográfica
Para todos aquellos que deseen adentrase mejor y más ampliamente en el conocimiento de la vida y de las obras de Yves Congar, remito a la siguiente bibliografía.

1. Fuentes autobiográficas


L’Enfant Yves Contra. Journal de la guerre 1914­1918, edición de St. An-doin-Rouzeau y D. Congar, Cerf, Paris 1997.

Journal d’un théologien 1946­1956, edición y presentación de É. Fouilloux, Cerf, Paris 2001.

Mon Journal du Concile, vol. I: 1960-1963; vol. II: 1964-1966, con prefacio de B. Dupuy, Cerf, Paris 2002.

2. Fuentes bibliográficas


J. Puyo, Une vie pour la vérité, Le Centurion, Paris 1975.

J. P. Jossua, Le Père Congar. La théologie au service du peuple de Dieu, Cerf, Paris 1967.



A. Nichols, An Yves Congar Bibliography 1967­1987: Angelicum 66 (1984) 422-466.
Yves Congar, Chapman, London 1989.



J. Famerée, L’Ecclésiologie d’Yves Congar, Cerf, Paris 1992.

D. S. Blakebrough, «Primera bibliografía general», en El Cardenal Congar o la libertad teológica, San Esteban, Salamanca 1995, 201-300.



A. Vauchez (dir.), Cardinal Yves Congar 1904­1995, Cerf, Paris 1999. 
G. Flyn (dir.), Yves Congar théologien de l’Église, Cerf, Paris 2007.



3. Bibliografía mínima sobre la época y el contexto en el que surge «Verda­rdera y falsa reforma en la Iglesia»

P. Colin, L’audace et le soupçon. La crise du modernisme dans le catholicisme français 1893­19145, Desclée de Brouwer, Paris 1997.

J. Prévotat, Être chrétien en France au XXe siècle de 1914 à nos jours, Seuil, Paris 1998.

É. Fouilloux, Une Église en quête de liberté. La pensée cathólique française entre modernisme et Vatican II 1914­1962, Desclée de 

Brouwer, Paris 1998. D. Pelletier, La crise catholique. Religion, societé, politique en France 1968­- 1978, Payot, Paris 2002. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Clasificación de valores en Ortega y Gasset

diferencia entre Sinodo y Concilio

Diferencias y semejanzas entre el Bautismo de Juan Bautista y Jesús