Estudiar las religiones desde América Latina
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Estudiar las religiones desde América Latina
Boris Briones Soto
El fenómeno religioso ha estado presente a lo largo de la
historia de la humanidad en distintas formas.
En algunos casos, los investigadores pasamos el tiempo discutiendo si en los aspectos más primitivos del desarrollo del ser humano, existieron prácticas que puedan ser denominadas como religiosas o, en último caso, espirituales.
También pasamos gran parte del tiempo en el debate teórico
sobre las diferencias entre espiritualidad y religión, los recovecos históricos y las diferentes técnicas metodológicas nos llevan a variados resultados.
La psicología tendrá una posición distinta a la histórica, así como la neurología estudiará la religión desde una óptica
distinta a la filológica. Esto no quiere decir que las disciplinas que estudian las religiones sean enemigas, quizás algunas sean distantes, pero apuntan al mismo objetivo: el desarrollo de un estudio multidisciplinario y no confesional.
Me detengo en este punto de la no confesionalidad de nuestras disciplinas. Queremos argumentar que nuestro enfoque de estudio no busca dar credibilidad a ciertas prácticas religiosas, ni mucho menos comprobar mediante la ciencia la existencia de algunas divinidades o espíritus; lo que evidentemente sería infructuoso.
La fe es un asunto que concierne a los creyentes, quienes incluso en ocasiones son piezas fundamentales de nuestras investigaciones.
El estudio no confesional quiere decir que el investigador se
inserta en una imparcialidad dogmática frente al problema de
investigación. No importa si es creyente o no, eso está en el plano de su vida personal. Lo que sí importa, es que su metodología sea propia de las disciplinas humanas o sociales que estudian el ámbito de la religión y que no provengan de áreas confesionales que consideran como hechos históricos las verdades reveladas por medios divinos.
Podemos coincidir de la siguiente forma: un estudioso confesional indagará en los evangelios bajo la mirada cristiana, los considerará una verdad entregada mediante inspiración divina, manifestada mediante el espíritu santo y plasmada en los textos que hoy recibimos en el Nuevo Testamento, motivo por el cual intentará escribir para regir la vida de otros bajo esa perspectiva, incluso a modo de evangelización moderna.
Por otra parte, el investigador no confesional no aceptará como verdad absoluta estos textos; los cuestionará. Indagará en sus orígenes, en sus causas, en sus consecuencias y en su problemática. Buscará conocer el contexto histórico en el que fueron escritos y mediante esto, mejorar el conocimiento que tenemos de dichos documentos. No tendrá problema si su investigación llega a tal punto de cuestionar la veracidad de sus creencias personales, porque se mueve en el ámbito teórico y metodológico no confesional, sabe separar sus creencias
personales de sus investigaciones, no es un apologeta.
En la actualidad el estudio del fenómeno religioso en América Latina está entrando en una nueva etapa.
Durante el siglo XX diversos antropólogos americanistas comenzaron a trazar nuevas líneas de investigación que aportaron a la discusión teórica y metodológica sobre las religiones del mundo, principalmente pusieron su foco de
atención en las creencias de los pueblos originarios, los que hasta ese momento habían sido abordados desde concepciones mayoritariamente dogmáticas. El conocimiento trascendió fronteras académicas y se instaló en la historia, aunque con el recelo propio que dan los historiadores más tradicionales que se niegan a ponerle apellido a la disciplina; quienes dicen que historia es simplemente historia, que todo es historia y que la historia de las religiones, tal como la historia económica, es solo historia y no debe llevar un
apellido.
Latinoamérica se enfrenta en la actualidad ante un desafío
académico de importancia global: promover el estudio del fenómeno religioso no confesional y lidiar con los detractores.
En esta primera etapa debemos dar a conocer el estudio de las religiones, explicar detalladamente en qué consiste, hacer notar cuáles son las diferencias frente a las opciones confesionales y difundir entre los estudiantes y académicos nuestras líneas de investigación. Si incentivamos a las
nuevas generaciones en esta área, en un par de décadas seremos imparables.
Lidiar con los detractores implica varios aspectos, no me
refiero a un enfrentamiento político-social, sino de la razón y el conocimiento. Evidentemente como en todo aspecto de la religión, habrá un sinnúmero de detractores, por una parte los creyentes de las religiones que defienden la visión y estudio confesional, negándose a que personas externas puedan estudiar e interpretar sus creencias. El otro lado son algunos “activistas” ateos, que se negarán y burlarán de
las religiones, suelen aparecer con una imaginaria
superioridad moral e intelectual, miran a los creyentes como seres inferiores y se consideran en la cúspide del conocimiento por no creer en una determinada fe.
También se presentan en el ámbito del estudio de las
religiones, ¿cuántas veces he oído cuestionamientos en torno al concepto de ciencias de las religiones? Ya perdí la cuenta. Debemos entender que en ningún caso estamos diciendo que la religión sea una ciencia, el concepto de ciencias de las religiones alude a que mediante diferentes disciplinas de carácter científico, los investigadores se
aproximan al estudio y comprensión del fenómeno religioso.
Se utiliza el vocablo ciencia por su amplitud como rama del saber humano y conjunto de conocimientos sobre una determinada cuestión.
No es un oxímoron como nos quieren obligar a creer algunos bromistas de las redes sociales.
En el siglo XIX Émile Burnouf propugnaba en su texto «La
science des religions», que una de las condiciones esenciales de la disciplina, es la de no admitir los hechos hasta que son discutidos y sometidos a una crítica severa.
Una de sus frases más conocidas reza: «toda ciencia y la de las religiones más que las otras, requiere un espíritu libre y desprendido de ideas preconcebidas». Las ciencias de
las religiones son por esencia estudios interdisciplinarios, requieren constante diálogo con otros saberes, la filología le pregunta cotidianamente a la historia, la psicología dialoga con la filosofía, la antropología discute con la fenomenología, etc.
Solo así se construye el conocimiento científico religioso no confesional.
El futuro académico en materia religiosa en toda América
Latina está frente a un importante desafío: difundir y promover el conocimiento de las ciencias de las religiones.
Muchos más se sumarán en el camino, pero debemos entender de igual modo la responsabilidad social que conlleva estudiar las creencias; en primer lugar el respeto por el otro, recordemos que los creyentes de
determinadas religiones son nuestros contemporáneos, por lo que nuestra investigación puede tener incidencia en ellos. La cautela y prudencia son fundamentales.
El investigador y el académico universitario tienen también un rol social, deben cumplir con difundir sus investigaciones más allá de las paredes de un congreso de la especialidad.
Tenemos que aprender a simplificar el lenguaje técnico para llevar el conocimiento a la ciudadanía, todos quienes nos rodean tienen derecho e interés en conocer aspectos de la religión que muchas veces han sido omitidos y no estudiados.
Recomiendo que hagan el ejercicio de dictar una conferencia para todo público (pensando en el no especializado) y se
darán cuenta de la cantidad de personas que llegan al auditorio. Todos con el ánimo indagatorio propio del querer saber. Quizás ya todos han leído el Nuevo Testamento, pero se han preguntado ustedes –los investigadores– ¿cuántos quieren saber cómo y cuándo se escribió?
Muchos nos quejamos de los pseudoinvestigadores que aparecen a menudo en televisión, o de los documentales sobre religiones abordados desde una mirada sesgada o poco rigurosa, pero la pregunta es ¿qué estamos haciendo frente a eso?
Llevemos nuestra disciplina a las personas comunes y corrientes, estaremos aportando a que se encienda en ellos la chispa del conocimiento, despertarán cuestionamientos que antes eran impensados, sobre temas ya conocidos de una determinada fe, ayudaremos a terminar con ciertos
tabúes y a formar ciudadanos con una mirada más global y menos encausada por los prejuicios.
Nuestra bandera de lucha también ha de ser contra el fundamentalismo religioso y contra el engaño.
Poco a poco las universidades latinoamericanas comenzarán a abrir espacios y cátedras especializadas en ciencias de las religiones, dentro de los planes de estudio de licenciaturas en historia, antropología, filosofía, sociología, psicología y muchas otras.
Vemos un futuro con mucho trabajo por delante, pero del que
queremos formar parte y ante el que estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros, no solo como investigadores, sino como personas
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