Ofensa al sacerdocio
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El cardenal Sarah ha concedido una entrevista sobre su último libro a Laurent Dandrieu, de Valeurs Actuelles, y que ha sido traducido al español por Elena Faccia-Serrano para Infovaticana. El purpurado africano analiza la situación de la Iglesia y critica a quienes dentro de ella se pliegan a los deseos del mundo.
El cardenal Sarah ha concedido una entrevista sobre su último libro a Laurent Dandrieu, de Valeurs Actuelles, y que ha sido traducido al español por Elena Faccia-Serrano para Infovaticana. El purpurado africano analiza la situación de la Iglesia y critica a quienes dentro de ella se pliegan a los deseos del mundo.
- ¿Qué piensa usted del libro Sodoma? ¿Cree que estamos asistiendo a una ofensiva generalizada contra la figura del sacerdote, objeto de escándalo para una sociedad hipersexualizada?
- No he leído el libro.Pero creo que hay un proyecto especialmente estructurado de destrucción de la Iglesia mediante la decapitación de su cabeza, los cardenales, los obispos y los sacerdotes.
Nos empeñamos en destruir el sacerdocio y, sobre todo, el celibato, que es presentado como algo imposible y contra natura: porque si destruimos el celibato, dañamos sin remedio una de las riquezas más grandes de la Iglesia.
El abandono del celibato agravaría aún más la crisis de la Iglesia y reduciría la posición del sacerdote, llamado no sólo a ser otro Cristo, sino Cristo mismo, pobre, humilde y célibe.
Hay una voluntad de debilitar a la Iglesia, de modificar su enseñanza sobre la sexualidad.
Pero cuando vemos la enorme cantidad de sacerdotes fieles al sacerdocio, debemos permanecer serenos y seguir testimoniando el don total a Dios por medio del celibato.
Este testimonio no se entiende. ¿Lo detestan? Tampoco Jesucristo fue aceptado, porque murió en la cruz. Él nos dijo: «Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros».
Hay hombres en la Iglesia, algunos en altos niveles de la jerarquía, que han empañado la Iglesia, han desfigurado el rostro de Cristo, pero Judas no debe llevarnos a rechazar a todos los apóstoles.
Estos graves fallos no condenan a la Iglesia; al contrario, demuestran que Dios confía incluso en personas débiles para demostrar el poder de su amor por nosotros.No confía su Iglesia a héroes excepcionales, sino a hombres sencillos, para demostrar que es Él el que actúa por medio de ellos.
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