Característica de la persona Libertad

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Patricia A. Vega Miranda (Sor María Reina)“Características 

que definen la persona” Ensayo Académico, Universidad de los 

Hemisferios, Facultad de Artes y Humanidades

Carrera: Estudios Humanísticos Quito, Mayo 2016

Algunas ideas de este artículo:


2.3. LIBERTAD

Esta dimensión igualmente va unida a la intimidad, es el momento de ir configurando todo ese mundo interior en hechos concretos del cada día, a corto o largo plazo, siempre como un punto de partida para recomenzar. En esta cualidad de la voluntad, la persona recibe la luz de su inteligencia para querer el bien, entendido como bien, pues el bien es lo que es, y siempre la voluntad quiere el ser; por tanto, la raíz de toda libertad está en que la voluntad quiere el bien, y el bien mayor, el bien arduo, aquello que da más perfección y que se dirige a un fin ulterior.

En cambio, el mal es un bien inferior querido por encima de un bien superior, o un bien querido desordenadamente.  Santo Tomás dice que hacer el mal no es la esencia de la libertad ni parte de la libertad, aunque sea un signo de la libertad.

“En esto consiste nuestra libertad, en someternos a esta Verdad suprema; y esta libertad es nuestro mismo Dios, que nos libra de la muerte, es decir, del estado de pecado.  La misma verdad hecha hombre y hablando con los hombres, dijo a los que creían en ella: Si fuerais fieles en guardar mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Jn. 8, 31).  De ninguna cosa goza el alma con libertad, sino de la que goza con seguridad. (II, 13, 37).” (O.S.A., 2003, pág. 458)

Querer desordenadamente significa querer más lo que vale menos, por ejemplo, cuando preferimos las cosas o los animales antes que, a una persona, o queremos estar con una persona que tiene un compromiso matrimonial, o que no conviene (en justicia) según nuestro estado, edad, parentesco, profesión, etc.

“La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre.  Pues quiso Dios ¨dejar en manos de su propia decisión¨ (Eclo. 15, 14), de modo que busque sin coacciones a su Creador, y adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección.”(Pablo, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 1993, pág. 55)

Dado que el Bien mayor o Sumo Bien es Dios, tenemos un camino seguro para obrar lo óptimo para nosotros mismos y ayudar a los demás a que también realicen aquello que verdaderamente les conduce a la felicidad temporal y eterna.

“Se ha de confesar que poseemos el libre albedrío para el mal y para el bien; mas para el mal, uno se aparta de la justicia y sirve al pecado, mientras nadie es libre para hacer el bien si no es libertado por el que dijo:  Si el Hijo de Dios os libera, entonces seréis verdaderamente libres (Jn. 8, 36). Lo cual no significa tampoco que, una vez conseguida la libertad de la tiranía del pecado, deja de necesitar el auxilio del Libertador; antes bien, oyendo lo que Él dice: Sin mi nada podéis hacer (Jn. 15, 5), debe responderle el libertado: Sé tú mi socorro y no me abandones (Sl. 28, 9).  (De la corrección y de la gracia, I, 2).” (O.S.A., 2003, pág. 459)

En cuanto a la libertad interior o querer interior, solo Dios puede conocer y mover; en este movimiento que no es de fuera sino de dentro, significa que es atraída por Él.  Por ejemplo, la conversión (de una vida de pecado a la santidad) es una transformación de la Gracia; el caso de las personas que se encuentran en un estado vegetal, puede ser la única oportunidad para salvarse al meditar sobre el recorrido equivocado de su vida.   Estos casos y otros que la sociedad justifica para coartar la existencia humana, con propiedad diríamos que la especie humana está mucho más amenazada que las especies vegetales o sensitivas, y lo más inverosímil es que las leyes humanas lo sustentan y defienden.  El drama entre Abel y Caín ha cobrado nuevas formas, incluso culturales, basadas en la eficiencia. (Cf. Evangelio de la Vida n. 12.).

“Mirad como la libertad de la voluntad se armoniza muy bien con la gracia, no va contra ella.  Pues la voluntad humana no obtiene la gracia con su libertad, sino más bien con la gracia, la libertad, y para perseverar en ella una gustosa, permanente e insuperable fortaleza.  (De la corrección y de la gracia VIII, 17).” (O.S.A., 2003, pág. 459)

Hay una libertad de elección que es una parte de la libertad a consecuencia de la limitación de los bienes y de la limitación de nuestra captación del bien. (Cf. Sn. Jn.19, 16-22). 

“La meditación del diálogo entre Jesús y el joven rico nos ha permitido recoger los contenidos esenciales de la revelación del Antiguo y del Nuevo Testamento sobre el comportamiento moral (…) la subordinación del hombre y de su obrar a Dios, aquel que sólo Él es bueno; la relación entre el bien moral de los actos humanos y la vida eterna; el seguimiento de Cristo, que abre al hombre la perspectiva del amor perfecto; y finalmente, el don del Espíritu Santo, fuente y fuerza de la vida moral de la ¨nueva creatura¨ ( Cf. 2 Co. 5, 17).” (Pablo, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 1993, pág. 46)

La libertad humana nunca es ilimitada debido a la propia naturaleza, aunque se puede decir que es ilimitada porque se puede anhelar un bien mayor. Tampoco es autónoma totalmente porque está limitada por el bien, tendencia al bien.  Y el influjo de la inteligencia, como ya se dijo limita cuando hay error o ignorancia; el influjo de la voluntad cuando no hay un camino de virtud; y, la vida afectiva cuando ofusca el entendimiento y el querer bienes ordenados.

“Cuando en los mandatos divinos ¨No hagas esto o aquello¨ o la obra de la voluntad se exige para hacer u omitir algo, bien se prueba la existencia del libre albedrío.  Nadie, por consiguiente, haga a Dios responsable cuando peca, sino cúlpese a sí mismo (…) tampoco cuando bien obra, entonces existe la obra buena, entonces hay que esperar el premio de aquel de quien está escrito: Quien dará a cada uno según sus obras (Mt. 16, 27). (De la gracia y del libre albedrío II, 4).” (O.S.A., 2003, pág. 460)

Por ello la necesidad de formar la libertad para querer bienes mayores, descubrir con discernimiento y llegar a la acción con la virtud.   En la dimensión de la intimidad y apertura se detalla la importancia de tener una espiritualidad que nos ayude a tener amplitud de horizontes que facilite la búsqueda de bienes arduos.

“No faltan quienes presumen tanto de las fuerzas del libre albedrío de la voluntad, que niegan la necesidad de la ayuda divina para evitar el pecado después que se ha dotado a nuestra naturaleza del arbitrio del libre querer.  De donde resalta en consecuencia: ¿No debemos orar para que no entremos en tentación?, esto es, para que no nos venza la tentación, ya cuando nos engaña y nos coge desprevenidos, ya cuando nos asalta y asedia en nuestra flaqueza. No hay palabras para ponderar cuán dañosa es esta doctrina y cuán perjudicial y contraria a nuestra salvación, que está en Cristo (…) rechazando como inútil la petición de la oración dominical: No nos dejes caer en tentación (Mt. 16, 13).  (De los méritos y perdón de los pecados, II, III, 3).” (O.S.A., 2003, pág. 461)


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