Características que definen la persona: Corporeidad sexuada




Patricia A. Vega Miranda (Sor María Reina)“Características 

que definen la persona” Ensayo Académico, Universidad de los 

Hemisferios, Facultad de Artes y Humanidades

Carrera: Estudios Humanísticos Quito, Mayo 2016

Algunas ideas de este artículo:

2.5. CORPOREIDAD SEXUADA
La corporeidad es el medio por el cual manifestamos las otras dimensiones, puesto que el alma es la forma sustancial del cuerpo; componen una unidad íntima y lo advertimos al observar el rostro de una persona, vemos reflejado en él lo que pasa en su alma, si alegría, angustia, emoción, preocupación, etc.  El alma no puede verse porque es espíritu.  Pero se traduce en su cuerpo.  “El cuerpo es el medio por el que cada una de nuestros espíritus sale hacia el fuero espacial, lo humaniza, y logra ponerse en contacto con otros espíritus, situados también dentro de un cuerpo (…)”. (Mellendo, 1999, pág. 49)
Sin el cuerpo no tenemos hombre, Santo Tomas de Aquino afirma con aplomo doctrinal: “Así como este individuo singular consta de esta alma, de esta carne y estos huesos, así es la esencia del hombre que conste de alma, carne y huesos.” (Lovato, 1997, pág. 79)
“La naturaleza es la misma esencia del yo que éste gestiona, al mismo tiempo que en ella radica ontológicamente (…) el hombre tiene autoconciencia que se expresa en un cuerpo y percibe en el otro un ser de igual dignidad y que, experimentando su finitud, se pregunta por la existencia de Dios.” (Sayés, 1997, pág. 164)
Su existencia no es autónoma ni distinta de la naturaleza en la que radica; no puede darse al margen de la naturaleza, menos obrar sobre ella como algo distinto, sino que obra en ella .A pesar de que la tendencia al mal reside en nuestra carne por la concupiscencia (CF. 1 Jn. 2, 16; CIC n. 396-412), con la inhabitación de Cristo por la gracia, obra la justicia en el espíritu para abrigar la esperanza cierta de una glorificación corporal. Mientras reside en el tiempo aparece, así como plasmación y lenguaje del espíritu, el cual lo utiliza como expresión de sí mismo, como lenguaje de comunicación con los otros y el mundo; se convierte en un ser de símbolos, desarrolla el arte, la escritura, etc.; tiende siempre a materializar sus pensamientos y sentimientos.  Toda su relación es corporal.
“El hombre unitario en su dualidad de cuerpo y alma es, por su condición corporal, una síntesis del universo material, el cual encuentra su plenitud a través del hombre y por medio de éste puede alabar libremente a su Creador; por esto no le está permitido al hombre despreciar su propia vida corporal, sino que está obligado a considerar su cuerpo como bueno y digno de honor, ya que ha sido creado por Dios y ha de resucitar el último día.” (Sayés, 1997, pág. 146)
El ser humano se realiza desde la corporeidad. Todo tiene su principio en la materia y la diferencia es real: Varón y mujer.
“A la luz de la Revelación, la sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no solo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual.  Esta diversidad, unida a la complementariedad de los dos sexos, responde cumplidamente al diseño de Dios según la vocación a la que cada uno ha sido llamado.” (Familia, 2000, pág. 742)
En la corporeidad el hombre también experimenta el límite de todo lo humano, está sometido a una finitud temporal y abriga la convicción de que las circunstancias y las ocasiones no retornan.  Por tal razón, es capaz de asumir las propias miserias en su cuerpo e imitar el ejemplo de Job y el de los grandes testigos del espíritu en el cuerpo; capaces de asumir el dolor y darle sentido, soportar las necesidades y hacerlas virtud, sobreponerse con su unidad interior. 
“Pero tiene que ser el hombre que asume la corporeidad y lo pone al servicio del espíritu (…) el alma recoge y unifica todo en una síntesis admirable (…) El misterio de la Encarnación, que es descenso a lo profundo del hombre, tiene como característica el asumir lo humano en su debilidad y hacer de lo débil un punto de fortaleza.” (Lovato, 1997, pág. 79)).
En esta realidad corpóreo-espiritual, toda nuestra existencia está en un permanente dinamismo que nos revela que estamos hechos para la vida perdurable; nuestro ser personal se prolonga aún después de la muerte y corrupción de la materia.  Y este mismo cuerpo será transfigurado en cuerpo de gloria (Cf. Flp. 3, 21), en cuerpo espiritual (Cf. 1 Co. 15, 44).
Mientras peregrinamos en esta tierra, la fuerza y la luz, la Vida divina que se nos ofrece en la Eucaristía (Cf. Jn. 6, 52-58; 1 Co. 10, 16-17; 11, 23-25; Ml. 1, 11; Sab. 16, 20; Pr. 9, 1-2; Ex. 24, 1-11), es ya un anticipo de aquella transfiguración de nuestro cuerpo que está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo (Cf. Jn. 6, 49).  “No hay Sacramento más saludable que éste, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales.”   (Ecuatoriana, 1996, pág. 680)
En este sentido,  la ¨Familia doméstica¨ tiene un rol específico en el Cuerpo Místico, ya que debe ser un fiel reflejo de las Bodas del Cordero (Cf. 19, 7-9), en atención a la Alianza nupcial  que entre Dios y el pueblo  de Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la Encarnación, Vida, Pasión Muerte y Resurrección del Hijo; se unió en cierta manera a toda la humanidad salvada por Él. (Cf. CIC 1612-1617).
“Para vivir la castidad, el hombre y la mujer tienen necesidad de la iluminación constante del Espíritu Santo.  En el centro de la espiritualidad conyugal está (…) la castidad, no sólo como virtud moral formada por el amor, sino a la vez, como virtud unida a los dones del Espíritu Santo –ante todo con el respeto de lo que viene de Dios (donum pietatis).  Así, pues el orden interior de la convivencia conyugal, que permite las ¨manifestaciones afectivas¨ desarrollarse según su justa proporción y significado, es fruto no sólo de la virtud en la que se ejercitan los esposos, sino también de los dones del Espíritu Santo con los que colaboran.“ (Familia, 2000, pág. 74)
A propósito de la participación de la mujer en el ámbito eclesial, social, laboral, político, etc., es primordial destacar lo siguiente:




 “Un feminismo radical que persiga los derechos de las mujeres buscando y negando las enseñanzas morales fundamentales claras y costumbre, no refleja ni promociona la plena realidad y verdadera dignidad de la mujer, que no tiene solamente una valía temporal, sino un destino eterno en el plan divino. María, la Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, mujer por excelencia personifica la radical dignidad de la mujer.  Ella ocupó un papel primordial cuando se cambió toda la historia; sigue hoy influyendo en nuestras vidas. (Carta a los Obispos de EE. UU., 22-2-1989).”  (Lasanta P. J., 1995, pág. 379)

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